(Nota de los editores) Es de suponerse que no se dimensiona suficientemente la influencia intelectual de Paul Craig Roberts. Su historial de buenos servicios a los Estados Unidos, su vasta experiencia, su formación académica, su cruda honestidad intelectual y su íntegra conducta personal, lo han calificado para ser un agudo observador y crítico, identificando sin demagogias los problemas sociales y políticos y los responsables de haberlos generado. Por supuesto que lo más lúcido de las élites estadounidenses son capaces de tomar (parecería que es así) una parte importante de sus reflexiones. Recordemos que intervino, durante el gobierno de Ronald Reagan, en dos aspectos fundamentales de los éxitos que los estadounidenses le reconocen a ese gobierno: la distención con la entonces Unión Soviética (siendo uno de los integrantes de los equipos que participaron de la concepción de los acuerdos de control de armas estratégicas con la entonces URSS), y los “reaganomics”, una exitosa política económica para los intereses generales de esa nación de norteamérica (siendo durante un tiempo subsecretario del Tesoro y habiendo realizado importantes trabajos académicos sobre política económica). Difícil es saber la magnitud de sus aportes individuales como parte de un equipo, pero no cabe duda que fueron importantes. Es justamente lo contrario de los “realistas extravagantes” como Mearsheimer. Roberts es un “fundamentalista” del realismo y, lo más importante de todo, es un hombre que está contra las guerras, y más especialmente contra las guerras imperialistas, y es un enemigo acérrimo de los sionistas, que también son conocidos como “neoconservadores”, y que son los que han empujado todas las campañas genocidas de los últimos tiempos. Es de desearse que la influencia de intelectuales como Roberts crezca, así Estados Unidos se dedica a vivir su vida, y a dejar vivir tranquilos la vida a los demás.
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Para Hua Bin el reputado profesor John Mearsheimer, contrariamente a su fama, no es más que un “neoconservador moderado”. He aquí los argumentos de Bin al respecto.
Caitlin informa que “siguiendo órdenes de la Casa Blanca, agentes de inmigración arrestaron a un graduado de la Universidad de Columbia para deportarlo debido a su liderazgo de las protestas en el campus contra las atrocidades genocidas de Israel en Gaza el año pasado”.
“Lo he dicho antes y lo diré de nuevo: no hay mayor amenaza para la libertad de expresión en nuestra sociedad que Israel y los gobiernos occidentales que lo apoyan. Los derechos civiles están siendo pisoteados en todo el mundo occidental para acallar toda crítica a Israel”, enfatiza la autora.
En una entrevista en Fox News esta semana, el principal diplomático de Estados Unidos, Marco Rubio, hizo una admisión condenatoria. Calificó el conflicto en Ucrania como una guerra por delegación entre Estados Unidos, sus aliados de la OTAN y Rusia. De un solo golpe, la narrativa que justificaba la guerra apoyada por la OTAN durante los últimos tres años quedó expuesta como una mentira descarada.
Patrick Lawrence expone el manoseo, en sentido literal y figurado, en torno del “caso Epstein”, el agente anglosionista regente de una red de explotación sexual de menores para “solaz” de corruptos y para extorsión política y de todo tipo. Pero como lo demuestra la promiscuidad de las élites occidentales con la red Epstein, no se trata sólo del oportunismo trumpista, que histrioniza sus movimientos amagando ser consecuente sin serlo, sino de la propia preservación de los corruptos, todos partícipes de abusos de menores.
La “autopercepción” (¿qué otra cosa puede ser que la ideología de los narcisistas?) hace que resulte humillante la evidencia, pero no los hechos humillantes, hechos producidos por los propios narcisos.
¿Qué culpa tiene el mundo de realidades humillantes de sus sujetos, si son ellos los que las han creado?
Parece ser que Estados Unidos, con Trump, comprendió que para dejar de hacer el ridículo hay que dejar de actuar ridículamente. Zelenzky, por el contrario, sigue aferrado, como actor que es, a la representación de un poder ya derrotado, que pretende que eso no ha sucedido. Pero no se trata sólo de Zelensky. Se trata de la estúpida Europa Occidental, la que patéticamente seguirá humillándose.
Aquí Orlov lo explica de manera muy convincente.
Cálculo objetivo de la deuda que realmente tiene Estados Unidos con Ucrania. Está bien hacerlo porque la “democracia” ucraniana es resultado en primer lugar de un golpe de estado violento, con asesinatos selectivos y terrorismo masivo, incitado desde el extranjero; no de un proceso liberal idílico de discusión política honesta, en busca de la verdad.
Se podría decir, como quizá se podría decir de Argentina hoy, que los ucranianos “lo quisieron”. En realidad, como también sucede en todo el hipócrita Occidente, el “mundo basado en reglas” se ocupa de asesinar y mentir sin parar hasta que los pueblos “elijan democráticamente” lo que los que establecen esas “reglas” desean. No es una discusión liberal; sólo violencia, violencia terrorista, que es lo que Occidente sabe operar.
La continuación del artículo de Hua Bin “Estados Unidos huele a miedo”, con la explicación de por qué esto es así. El autor realmente es muy convincente y persuasivo. Los tontos están asustados.
Contrariamente a lo que suponen los ultraderechistas libertarios, el wokismo es una creación imperialista, tal como lo demuestra el escándalo de la USAID. Nada tiene que ver el comunismo ni el marxismo con ello. Bruna Frascolla reflexiona sobre esto y mucho más.
Discurso y respuestas a las preguntas de los medios ofrecidas por el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, al término las negociaciones con representantes de la Administración estadounidense, Riad, 18 de febrero de 2025.
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