por Carlos Aznárez. En Resumen Latinoamericano
“La lucha se gana luchando”, dice una certera consigna nuestramericana. Es así nomás, y para muestra irrebatible allí está la fuerza que día a día se fue imprimiendo en cada paso de la Marcha Campesina Admirable. Esa iniciativa que desde Portuguesa avanzó hacia Caracas, con el objetivo de poder exponerle al presidente Nicolás Maduro todas sus reivindicaciones.
No sólo lograron lo que se habían propuesto, sino que en la entrevista (transmitida en cadena para toda Venezuela) Maduro los convocó a realizar una profunda “revolución en el campo” y ordenó revisar y regresar todas las tierras que el comandante Hugo Chávez otorgó a los campesinos”. “De forma inmediata”, dijo con voz de mando, y agregó: “Nadie debe desobedecer esta orden”. Pero hubo más: por ejemplo convocar a un Congreso campesino y además atender con toda seriedad las denuncias por el accionar del sicariato al servicio de los latifundistas, que tantas muerte han causado.
Indudablemente se consiguió una doble victoria: la del campesinado que “a pata” recorrió 400 kilómetros y no se vuelve con las manos vacías ni tampoco fueron reprimidos como tan asiduamente ocurría en la Cuarta República, y la del Gobierno y su máxima jefatura que tuvo la flexibilidad suficiente para en momentos difíciles, de guerra económica, sabotaje eléctrico y provocación imperialista, poner el oído y todo el cuerpo en atender la voz del pueblo. “Así es que se gobierna”, se coreó de inmediato y la alegría se dibujó en los curtidos rostros de los presentes.
Se sabe que son gente sufridas los hombres y mujeres que componen los consejos campesinos y los fundos que, es bueno recordarlo, proveen el 70 por ciento de los alimentos que se consumen en todo el territorio. Sin embargo, a pesar de haber sido muchos de ellos los beneficiarios de la política agraria encarada por el Comandante Hugo Chávez, ahora se vieron obligados a denunciar con toda certeza de que por culpa de funcionarios retardatarios y no pocos burócratas y corruptos se vienen produciendo retrocesos injustificables. Sobre todo, porque en esos colectivos del campo, anida la conciencia revolucionaria, y la respuesta desde abajo y a la izquierda hace inevitable caldear la lucha de clases.
Podrá clasificarse a esos protagonistas de practicar un chavismo crítico que a veces pone en guardia a quienes no hacen desde sus cargos lo que exigen las circunstancias, pero jamás de ponerle piedras a la Revolución y mucho menos a sus máximos referentes. Esos, precisamente que no por casualidad los recibieron con todos los honores y les dieron la razón públicamente.
Pero hay otro fenómeno muy positivo que surgió a propósito de esta admirada marcha, y es que en cada sitio por donde la misma transcurrió se fueron sumando apoyos y también nuevas demandas. “Nos dimos cuenta que mucha gente nos confiaba sus necesidades y lo hacían desde su convicción de chavistas dispuestos a restearse por este proceso”, comentó uno de los dirigentes campesinos. Es lógico que así sucediera, ya que ellos, casi sin proponérselo, se convirtieron en vanguardia para mover la estantería del cuerpo revolucionario, no a partir de quejarse buscando una salida asistencialista (tan en boga en otros países) sino desde la exigencia de sentirse militantes del legado de Hugo Chávez. Por eso, en todo momento apuntaron a hablar con quienes sienten sus pares a nivel ideológico a sabiendas que no les podían fallar. Lo hicieron primero con Diosdado y finalmente con Nicolás. Se sintieron en familia, discursearon con la fuerza que da el saberse estar en lo cierto en sus demandas. Impresionaron a propios y extraños por su lenguaje de fuerte formación política y social, y al final del encuentro se dieron cuenta que había valido la pena todo el sacrificio físico invertido en tan larga caminata. También percibieron que estaban en lo cierto cuando decidieron lanzarse a la carretera, y lo hicieron a pesar de que fueron ninguneados por casi todos los medios de incomunicación, por encima de aquellos que desde sus púlpitos de obsecuencia predicaban que “esa marcha” le iba a hacer mal a la Revolución, y a contracorriente de los cultores del discurso políticamente “correcto”.
Ahora, más allá de las contradicciones que hay en todos los procesos revolucionarios, se trata de que este doble triunfo sea el comienzo de una nueva etapa que permita “meterle pata” a la caminata que ayude a profundizar la Revolución. Con los campesinos, con los obreros, con las comunas, como pedía Chávez y quiere Maduro. También con quienes están dispuestos a dar la vida para que este necesario escenario bolivariano siga iluminando a los que luchan dentro y fuera de Venezuela.
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