por Luis Rivas. En Sputnik en castellano
Los socialistas españoles vuelven al poder tras siete años de gobierno conservador, sin pasar por las urnas, catapultados por una sentencia judicial que tocaba de lleno al Partido Popular (PP), perseguido por los escándalos de corrupción.
¿Se puede llegar a la Presidencia del Gobierno sin haber ganado las elecciones? ¿Se puede ser primer ministro habiendo perdido dos consultas populares y llevando a su partido a los peores resultados de su historia? La democracia parlamentaria lo permite y legitima aunque esto pueda sorprender en otras latitudes.
Pedro Sánchez es el primer jefe de Gobierno español que accede al cargo tras haber derrotado al titular gracias a una moción de censura. Para obtener los votos suficientes ha recibido el apoyo de una unión heteróclita de partidos diferentes e, incluso, de ideologías antagónicas, pero unidos por intereses políticos y económicos particulares, y por el deseo común de librarse de Mariano Rajoy.
Dos semanas antes de la derrota del gobierno “popular” en el Parlamento, Mariano Rajoy se veía todavía con la posibilidad de finalizar los dos años de mandato que le quedaban. La aprobación de los presupuestos generales del Estado de 2018 suponía una victoria a la que contribuyeron especialmente el partido Ciudadanos y, sobre todo, el Partido Nacionalista Vasco (PNV), los representantes de la burguesía de Euskadi, que mercadearon bien su apoyo obteniendo pingües beneficios económicos para su comunidad autonómica. A la derecha nacionalista vasca le convenían unos presupuestos que la izquierda tachaba, como mínimo de antisociales. Nada sorprendente.
El Partido Popular sabía que las sentencias judiciales pendientes por los múltiples casos de corrupción que señalan a varios de sus miembros podía aguar la fiesta de los presupuestos. Y la sentencia del llamado caso Gürtel fue el golpe definitivo para que la oposición se movilizara y uniera fuerzas para derribar al PP.
Pedro Sánchez lanzó una moción de censura-relámpago que en una semana le ha llevado a obtener lo que en dos convocatorias electorales y otras dos mociones anteriores la oposición no había conseguido.
Para ello, ha contado con los votos de Unidos Podemos, los valencianos de Compromis, un diputado canario de centroizquierda, los separatistas de la derecha catalana del del PdeCat, los secesionistas de la izquierda catalana de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), los independentistas vascos de Bildu y, lo más importante, los cinco votos del PNV.
El voto tiene un precio
El mismo partido que fue indispensable para salvar los presupuestos de Mariano Rajoy ha sido crucial para hundir, pocos días más tarde, al presidente del Gobierno. Así pues, un partido que representa el 1,2% del electorado español ha sido la clave tanto para aprobar unos presupuestos aborrecidos por la izquierda, como para aupar al poder al principal partido de la izquierda española. Sorprendente quizá en Alemania, donde se exige un mínimo de 5% para acceder al Parlamento, pero absolutamente legítimo en España.
El PNV ha logrado ventajas para sus votantes en el territorio que representa y si bien la aprobación de los presupuestos le otorgaba como contrapartida un premio económico, no quería pasar por ser el defensor de un gobierno dañado por los casos de corrupción; por ser designado como “el salvador de Rajoy”. Pero su apoyo al PSOE también tenía precio.
Pedro Sánchez prometió al PNV el mantenimiento de los presupuestos de Rajoy. Sánchez los asume después de criticarlos sin piedad. Era el precio a pagar a los representantes del empresariado vasco.
Para llegar a la jefatura de Gobierno, Sánchez ha debido de hacer contorsiones, pero ninguna tan provocadora de agujetas como las llevada a cabo para obtener la adhesión de los separatistas catalanes. PdeCat y ERC eliminan a Rajoy esperando que el PSOE acceda a negociar sus pretensiones. Los independentistas catalanes exigen, entre otras medidas, la liberación de los presos acusados de derogar el Estatuto catalán y de violar la Constitución española.
El llamado ‘conflicto catalán’ ha provocado la división social entre los catalanes y la huida de más de 3.000 empresas de Cataluña. Pero se ha convertido en el principal problema político de España y, por ello, a Pedro Sánchez se le pregunta qué puede haber negociado con los independentistas para obtener ayuda en la defenestración parlamentaria de Rajoy.
Sánchez asegura que no ha pactado ni cedido en nada, y que solo promete diálogo. En las Cortes aseguró que quiere la unidad de España y que respetará la Constitución. Recordemos que el PSOE apoyó con Ciudadanos y el PP la aplicación del artículo 155 de la Carta Magna, que otorga al gobierno la posibilidad de tutelar políticamente una comunidad autonómica, como ha sucedido con Cataluña. Tanto el PP como Ciudadanos han mencionado las palabras del líder socialista catalán, Miquel Iceta, que sugirió la posibilidad de indultar a los políticos catalanes que permanecen en prisión.
Para Unidos Podemos no había dudas en el hecho de votar la moción de censura a Mariano Rajoy, pero también ha planteado al PSOE lo que espera para poder darle su voto en las medidas que los socialistas propongan en los próximos días. Para Pablo Iglesias, principal atizador de las críticas a los presupuestos del centroderecha, tampoco supone, de momento, un problema que el PSOE mantenga esos presupuestos. Otra curiosidad.
Unidos Podemos, no hay que olvidarlo, es el principal rival de los socialistas y aunque han mostrado su disposición a compartir ministerios con el PSOE —sabiendo que no ocurrirá— serían los primeros beneficiados si Sánchez fracasa al frente del Gobierno.
Críticas a Rajoy, estacazos a Rivera
En las refriegas verbales vividas en las Cortes durante lo dos días de moción de censura, el partido y el líder que más duramente ha sido tratado no ha sido Mariano Rajoy, sino Albert Rivera, jefe de Ciudadanos. El líder de la formación de centroderecha ha recibido palos por tierra, mar y aire.
Ciudadanos ha mantenido un apoyo crítico al PP, ayudando a los conservadores a aprobar buena parte de las propuestas legislativas del partido de Rajoy. Su victoria en las últimas elecciones autonómicas catalanas no le sirvieron para gobernar, debido al fracaso de socialistas y populares catalanes. El bloque constitucionalista se quedó por debajo de los votos obtenidos por los grupos independentistas.
El partido de Rivera encabeza los sondeos a nivel estatal desde hace meses y Ciudadanos quería forzar unas elecciones anticipadas. Ciudadanos afirmaba que había que desalojar del poder al PP, pero no apoyó el voto de censura del PSOE. Los socialistas, a través de sus portavoces parlamentarios y también por boca de Pedro Sánchez subrayaron lo que para ellos era una incongruencia.
Para Ciudadanos, unas elecciones anticipadas era su mejor baza si se cumplían los sondeos. Los mismos que dejaban al PSOE por detrás del PP y empatados con Unidos Podemos. Sánchez sabía que las urnas, ahora, no le iban a conducir al poder, y por eso lanzó la moción de censura como único medio posible de alcanzar rápidamente la Moncloa.
Las formaciones nacionalistas también preferían a Sánchez antes que a Rivera. Ciudadanos considera que las ventajas fiscales que disfruta el País Vasco suponen una injusticia para el resto de los españoles. El PNV, por ello, no es partidario de avanzar unos comicios que pudiera llevar a Rivera al poder. Para los independentistas catalanes la situación sería todavía más peligrosa. Ciudadanos es un partido nacido en Cataluña y es su principal enemigo desde hace años.
Albert Rivera ganaba votos denunciando la corrupción del PP y apoyaba a Rajoy en los asuntos de Estado “por responsabilidad”. El cambio de gobierno le obliga a cambiar de estrategia sabiendo que ante el nuevo panorama su fuerza electoral se ha devaluado si el PSOE prefiere mirar a la izquierda y a los nacionalistas.
España entra en una nueva época. Rumbo a lo desconocido, pues Pedro Sánchez y los socialistas seguirán con el mismo número de diputados en el Congreso. Cualquier iniciativa que propongan deberá ser aprobada por formaciones con intereses contrapuestos y la oposición del PP y, en muchos casos, de Ciudadanos. Y siempre con la presión del independentismo catalán, que ya le ha advertido: su apoyo en la moción de censura era para apartar a Rajoy; en ningún caso supone un apoyo a los socialistas ni a su persona.
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