Políticos al borde de un ataque psicótico

por Dmitri Orlov. En Club Orlov. Publicado originalmente el 12 de agosto de 2025. Traducción de Comunidad Saker Latinoamérica

El viernes 15 de agosto, Vladimir Putin y Donald Trump tienen previsto reunirse en Anchorage, Alaska. Estas son todas las noticias hasta el momento: los presidentes de Rusia y Estados Unidos se reunirán en persona; los detalles de la conversación se desconocen de antemano y, en cualquier caso, son confidenciales.

Si le interesa este tipo de asuntos, probablemente le convenga empezar a prestar atención el viernes a los comunicados oficiales de Rusia y Estados Unidos que probablemente se publiquen tras el evento. Quizás pueda ver la rueda de prensa conjunta, si es que la hay. Y luego, si desea mantener una buena higiene informativa, le recomendamos desconectarse durante al menos una semana para que los analistas competentes puedan realizar sus análisis.

En lugar de esta higiene informativa, a lo que mucha gente está sometida es a una histeria generalizada. Los medios de comunicación y blogueros occidentales están difundiendo un bombardeo pavoroso de comentarios y noticias falsos (ya que hay pocas noticias reales que contar). Este bombardeo se centra principalmente en quién dijo qué, ignorando el hecho de que el quién no es relevante y el qué carece de importancia. En particular, cualquier frase que contenga el nombre “Zelensky” es garantía de un disparate.

La histeria masiva en los medios de comunicación occidentales es perfectamente justificable: existe una creciente desesperación por parte de los líderes europeos y ucranianos (dudo en llamarlos así) por mantener su relevancia en una situación en la que lo que está en juego es incalculable. Niveles similares de desesperación son palpables entre el sector anti-Trump en la orilla occidental del Atlántico.

Trump y sus partidarios también están desesperados:

  • La economía estadounidense se está desplomando, el desempleo está aumentando, los mercados financieros están sobrevalorados tres o cuatro veces y están listos para una caída en picado.
  • Hasta dos tercios del coste de los creativos aranceles de Trump recaerán sobre el consumidor estadounidense y toda la estrategia de intentar corregir los desequilibrios comerciales mediante la imposición de aranceles empieza a parecer una pésima idea.
  • Los déficits presupuestarios y los pagos de intereses de EE. UU. están en máximos históricos…

…Y no hay éxitos que reportar. Sin embargo, sí hay algunos fracasos que reportar. Para empezar:

  • Groenlandia sigue siendo danesa, Canadá sigue siendo canadiense y el Canal de Panamá sigue siendo panameño, y Trump sigue parloteando sobre esto y aquello.
  • El esfuerzo por controlar el gasto federal estadounidense mediante el despliegue de Elon Musk y su DOGE no dio ningún resultado, generando un ahorro insignificante.
  • La Guerra de los Doce Días con Irán fue, en última instancia, una derrota para Israel, que no logró defender su territorio ni siquiera con la ayuda de Estados Unidos, estúpidamente se quedó sin cohetes de defensa aérea y terminó rogándole a los EE. UU. que por favor la detuviera. Por suerte para Trump, cada vez más estadounidenses no recuerdan de qué se trataba todo eso.
  • El intento de asestarle una derrota estratégica a Rusia arrojándole a Ucrania en contra es un absoluto, inmitigable desastre.

Ante este panorama de fracaso, es bastante comprensible que Trump aceptara el salvavidas que le ofreció Putin a través de su amigo Steve Witkoff. Después de todo, esta es la oportunidad de Trump de mostrarse presidencial en el escenario mundial, pues hay varios temas de conversación muy importantes que los líderes rusos y estadounidenses deberían haber tratado hace años, impedidos primero por el escándalo de la falsa intromisión rusa, y luego por la falsa presidencia de Biden y su autopen (lapicera que firma automáticamente en reemplazo de quien no puede empuñar una lapicera, instrumento utilizado desde la sombra bajo la fachada de un anciano moribundo y demente puesto en el lugar de la presidencia de Estados Unidos. Nota del traductor). Hay una acumulación de asuntos bilaterales importantes que resolver y solo los dos presidentes, reuniéndose cara a cara, pueden impulsar el proceso.

En beneficio de la exhaustividad, permítanme repasar la lista de puntos, lamentablemente atrasados, de la agenda de esta cumbre:

1. Prevención de la guerra nuclear

Un punto obvio para encabezar la lista son los dos tratados de limitación de armas estratégicas (Nuevo START -Tratado sobre Reducción de Armas Estratégicas. Nota del traductor- y ABM -Tratado sobre Misiles Antibalísticos. Nota del traductor-), que han caducado o están a punto de caducar, pero que deben renegociarse. Estados Unidos y la Federación Rusa acordaron una prórroga de cinco años del Nuevo START para mantenerlo vigente hasta el 4 de febrero de 2026. El tratado INF (Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio. Nota del traductor) prácticamente ya está obsoleto; Trump se retiró unilateralmente en 2019, pero Moscú continuó adhiriendo, hasta el 4 de agosto de 2025, a una prohibición autoimpuesta contra violarlo.

Es fundamental que Rusia y Estados Unidos, por lejos con las mayores fuerzas nucleares del planeta, renegocien estos tratados, dado que Rusia cuenta con un nuevo conjunto de armas que invalida todos los cálculos estratégicos previos. Mientras tanto, Estados Unidos se ha mantenido prácticamente estancado o ha retrocedido, y sus armas más recientes han dado un paso al costado. Por ejemplo, su supuestamente hipersónico Dark Eagle alcanza, en primer lugar, Mach 5, por lo que no es hipersónico sino supersónico y, en segundo lugar, aún está en fase experimental y está muy lejos de la producción en masa.

Como resultado, en caso de una confrontación nuclear entre Rusia y EE. UU., la destrucción completa y total de EE. UU. está ahora garantizada, mientras que las fuerzas estratégicas estadounidenses ya no pueden garantizar la destrucción total de Rusia debido a los enormemente superiores sistemas antibalísticos y de defensa aérea rusos. Además, Rusia ya tiene, o pronto tendrá, la capacidad de disuadir adecuadamente a EE. UU. sin recurrir a armas nucleares.

Por último, tanto EE. UU. como Rusia se enfrentan a amenazas crecientes de actores esencialmente terroristas que utilizan drones nuevos y avanzados, incluyendo aquellos que emplean inteligencia artificial para la localización de objetivos y la evasión de la detección. Durante el conflicto en la antigua Ucrania, Rusia ha aprendido a hacer frente a esta amenaza utilizando diversos sistemas de armas nuevos, como la guerra por radiofrecuencias, sistemas automatizados de defensa aérea de múltiples capas, defensas pasivas para vehículos y rutas, y drones antidrones.

Mientras tanto, los cárteles mexicanos de la droga han comenzado a enviar a sus miembros a la antigua Ucrania para recibir entrenamiento y pronto estarán listos para usar drones para importar drogas a Estados Unidos (el mayor mercado mundial de drogas ilegales) y para asesinar a funcionarios estadounidenses que intenten interferir con estas lucrativas operaciones. Estados Unidos se encuentra actualmente indefenso ante esta nueva amenaza y se beneficiaría de la asistencia rusa en este asunto.

Estos temas deben ser discutidos en secreto por los líderes rusos y estadounidenses, ya que el estamento de defensa estadounidense prefiere revolcarse en la negación mientras gasta grandes sumas en cada vez más inútiles juguetes de alta tecnología muy caros. Los contratistas de defensa estadounidenses son pocos y poderosos, y ellos y sus numerosos aliados en el Congreso estadounidense frustrarán cualquier intento de diálogo productivo. Por lo tanto, sería necesario establecer nuevos canales privados para trabajar en este tema.

2. Energía

Estados Unidos es actualmente el mayor productor y consumidor mundial de petróleo, con más de 13 millones de barriles diarios, seguido de cerca por Arabia Saudita y Rusia. Sin embargo, existen un par de problemas importantes con la producción petrolera estadounidense, ya que la mayor parte de la producción de gas natural en el país es concomitante con la producción de petróleo, con una cantidad relativamente pequeña de perforaciones dirigidas específicamente a la extracción de gas.

El primer problema es que la mayor parte del petróleo que produce Estados Unidos no es petróleo, sino gas natural condensado producido de pozos de petróleo de esquisto obtenidos mediante fracturación hidráulica. El condensado es un líquido, más que un gas, pero es mucho más ligero que la mayoría de los tipos de petróleo crudo. Por lo tanto, no es directamente útil para producir combustible diésel, combustible para aviones o combustible búnker (el combustible búnker no es un solo tipo de combustible, sino más bien una categoría que incluye diferentes tipos utilizados en buques. Nota del traductor), destilados del petróleo que impulsan la mayor parte del transporte mundial. En consecuencia, Estados Unidos es a la vez exportador e importador de petróleo, viéndose obligado a importar el petróleo más pesado para que sus refinerías produzcan la mezcla necesaria de combustibles para el transporte.

El segundo problema es que Estados Unidos tiene las reservas más bajas de todos los grandes productores de petróleo. Su ratio de reservas-producción es actualmente inferior a 10 años. Sin embargo, esto no significa que tenga 10 años de producción a 13 millones de barriles diarios y luego, de repente, se reduzca a cero. Más bien, le queda un período incierto, pero posiblemente bastante corto, cercano al nivel de producción actual, seguido de un pronunciado declive. A diferencia de los pozos convencionales, que, al agotarse, se convierten en pozos de extracción que producen quizás una docena de barriles de petróleo al día durante muchos años, atendidos por un simple peón en una camioneta, los pozos fracturados simplemente dejan de funcionar y deben ser refracturados, con un coste elevado e incierto, o simplemente tapados y abandonados. De esto se deduce que, dentro de unos años, gran parte de la producción de petróleo estadounidense (es decir, condensado de gas natural) comenzará a agotarse, y dado que no hay otra fuente de petróleo en el mundo que compense este repentino declive, el pico del petróleo volverá a asomar su fea cara.

Actualmente, dado que el esfuerzo por sustituir los combustibles fósiles y la energía nuclear por las llamadas “renovables” ha fracasado estrepitosamente (no necesariamente son renovables por sus fabricantes chinos), Estados Unidos tiene dos opciones para mitigar la inminente escasez energética: el petróleo y el gas del Ártico, y la energía nuclear. Ambas requerirían una preparación ingente y también la asistencia rusa.

La exploración y producción de hidrocarburos en el Ártico requiere tecnologías que solo Rusia posee, como una flota de rompehielos atómicos numerosa y en crecimiento, una flota cada vez mayor de petroleros diseñados para operar en el Ártico, y mucha experiencia y tecnología relevante para proyectos energéticos en el Ártico. Estados Unidos no cuenta con la tecnología, el tiempo ni las habilidades necesarias para desarrollarla, pero quizás podría iniciar algunos proyectos petroleros en el Ártico con la ayuda de Rusia en el poco tiempo que le queda.

La energía nuclear es, asimismo, el principal dominio de Rusia. Rusia es el único exportador a gran escala de tecnología nuclear. Sus proyectos actuales incluyen centrales nucleares en China (plantas de Tianwan y Xudabao), India (Kudankulam), Turquía (Akkuyu), Egipto (El Dabaa), Bangladés (Rooppur), Hungría (Paks II) e Irán (Bushehr), que representan aproximadamente el 60% de la cartera mundial de reactores nucleares. China construye numerosas centrales nucleares, en China. Las iniciativas de energía nuclear de todos los demás países pueden ser descriptas, con generosidad, como boutique.

A diferencia de las empresas estadounidenses y europeas, la rusa Rosatom tiene la capacidad de construir y operar centrales nucleares a tiempo y dentro del presupuesto, ofreciendo una solución integral que incluye no solo la construcción del reactor, sino también el combustible para sus 100 años de vida útil, el reprocesamiento del combustible gastado y la formación del personal local. Rusia cuenta con el conjunto de centrifugadoras de gas más grande y avanzado del mundo para el enriquecimiento de uranio y el único ciclo cerrado de combustible nuclear del mundo, lo que le permite reprocesar y neutralizar el combustible gastado de los reactores nucleares. Mientras tanto, Estados Unidos permite que el combustible gastado se acumule en piscinas de almacenamiento en centrales nucleares, trasladándolo eventualmente a un almacenamiento cercano de contenedores secos, ya que no hay dónde depositarlos.

Estados Unidos podría compensar parcialmente la inminente caída abrupta de su producción de petróleo ampliando su parque de reactores nucleares, pero no podría hacerlo sin la ayuda de Rusia. Aun así, el éxito de un proyecto de este tipo estaría lejos de ser seguro debido al hostil régimen regulatorio estadounidense y a los exorbitantes costos generales de operar debido a los sobreprecios de la atención médica, la vivienda, los costos legales, el bajo nivel educativo de la fuerza laboral, las dificultades para encontrar trabajadores que no sean bebedores empedernidos ni drogadictos, y otros factores que hacen que Estados Unidos sea cada vez menos competitivo.

3. El fiasco de Ucrania

El fiasco a cámara lenta que actualmente se desarrolla en la ex Ucrania es el resultado de un error de cálculo estratégico masivo, nacido de un nivel igualmente masivo de ignorancia sobre Rusia en el seno del establishment estadounidense, cada vez más degenerado mental y moralmente. El plan original era obligar a Rusia a intervenir militarmente para detener el genocidio de rusoparlantes en la región del Donbás, en el este de Ucrania, y luego imponerle sanciones mientras Occidente apoyaba militarmente a los ucranianos para asestarle una derrota estratégica a Rusia. Tres años después, la economía rusa crece a buen ritmo, aunque no tan rápido como podría de no ser por Ucrania, ni tan rápido como China o India. Mientras tanto, el ejército ucraniano está al borde del colapso y la sociedad ucraniana ha superado su punto álgido y se acerca a una guerra civil. Mientras tanto, los objetivos de Rusia para su Operación Militar Especial en la antigua Ucrania (que no es una guerra, claro está) permanecen inalterados: desmilitarización, desnazificación, neutralidad, estatus de no bloque (¡no más expansión de la OTAN!) y la ausencia total de tropas extranjeras (no rusas).

Los comentaristas y los políticos occidentales están desesperados por negar que Rusia está ganando. Hablan con entusiasmo sobre el posible acuerdo que Trump y Putin podrían alcanzar en Ucrania, pero su entusiasmo parece infundado. En primer lugar, los acontecimientos recientes han demostrado que Trump no tiene impacto sobre Rusia: India y China han rechazado amenazas vacías de imponer sanciones secundarias a los compradores de petróleo ruso, mientras que Brasil ofreció suspender por completo el comercio con Estados Unidos. En segundo lugar, lo que Trump parece estar dispuesto a ofrecer (al menos lo que se afirma, aunque la experiencia demuestra que tales afirmaciones no son en absoluto ciertas, incluso si las hace el propio Trump) es bastante insignificante.

Lo que parece ofrecerse es lo siguiente:

  • Rusia conserva la temporariamente como ucraniana Crimea (ya no es necesario discutirla), la totalidad de los temporariamente ucranianos Donetsk y Lugansk, pero solo las partes de las tierras termporariamente ucranianas de Zaporozhye y Jersón que las fuerzas rusas ocupan actualmente, lo que esencialmente congela el conflicto a lo largo de la línea de contacto.
  • A cambio, Rusia tendría que retirarse de las regiones de Sumy, Járkov y Dnipropetrovsk, que ocupa parcialmente para evitar que las fuerzas ucranianas ataquen sus regiones vecinas de Kursk, Bryansk y Bélgorod.
  • Además, este sería un acuerdo de facto sin reconocimiento oficial de lo que ahora son territorios rusos, y cualquier cambio repentino en el liderazgo estadounidense podría invalidarlo repentinamente, poniendo a Rusia en una situación desventajosa.
  • Por último, después de una larga serie de promesas rotas por parte de Estados Unidos y el resto de la OTAN, un acuerdo de este tipo requeriría un nivel de confianza por parte del lado ruso de la que Rusia carece por completo.

¿Está Trump dispuesto a admitir que todo el fiasco de Ucrania es un fiasco y culpa de Estados Unidos? Quizás no; admitirlo haría que las ya estridentes negaciones de Kiev, la Unión Europea, la OTAN y gran parte de la clase dirigente estadounidense se volvieran ensordecedoras. Después de todo ¿está Trump dispuesto a enmendarse? Para empezar, podría:

  • Ordenar a EE. UU. que restaure los gasoductos Nord Stream, que son propiedad rusa y que EE. UU. destruyó.
  • Descongelar los 300.000 millones de dólares de activos estatales rusos que han sido congelados, cuyos intereses se han canalizado a los ucranianos.
  • Levantar todas las sanciones a Rusia (ya que ahora es evidente que se impusieron por error).

Esto es lo que se necesitaría para, al menos, iniciar el largo proceso de restaurar la confianza rusa hacia Estados Unidos. Pero, dado que nada de esto parece probable, ¿qué están dispuestos a aceptar los rusos? Un indicio de ello se dio durante el reciente viaje de Steve Witkoff a Moscú, a raíz del cual se acordó repentinamente la cumbre de Alaska. Le dieron un paseo por el parque Zaryadye de Moscú, que es bastante bonito, pero eso es solo un paseo por el parque. Y luego lo llevaron a un restaurante de comida rápida y le ofrecieron un cheburek, una empanada frita rellena de carne picada y cebolla, una popular comida rápida rusa que cuesta la exorbitante suma de 500 rublos (6,24 dólares). Estos detalles se presentaron con bastante precisión como parte de la cobertura mediática rusa de su visita, para crear expectativas no solo bajas, sino muy, muy bajas. La continuación adecuada de semejante preludio sería que Putin y Trump compartieran una Coca-Cola Light y charlaran sobre deportes, sus hijos y el tiempo.

Otra pista la dio el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, durante una entrevista con un periodista estadounidense: «[Trump] debería tener siempre presente que podrían mandarle al diablo». Es decir, si Trump intenta usar algún truco de su libro «El arte de la negociación», o intenta presionar a Rusia, o lanza ultimátums o empieza a comportarse como un imbécil, Putin podría fácilmente negarse a negociar con él. Hay que entender que hay un bando que está ganando, y no es el de Trump. Los rusos son muy conscientes de ello, mientras que los estadounidenses están enfrascados en sus asuntos y se muestran histéricos al respecto.

En vista de todo esto, lo mejor que se puede esperar de la cumbre de Alaska es un intercambio de ideas que abarque muchos temas importantes para las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, como la energía, las armas estratégicas y los conflictos geopolíticos (que sin duda seguirán como hasta ahora). Sería entonces un excelente preámbulo para la próxima cumbre ruso-estadounidense, que se celebrará al otro lado del estrecho de Bering, en el Lejano Oriente ruso, si todo sale bien; y si no, como preámbulo a más balbuceos incoherentes de Trump ante un coro de histéricos comentaristas occidentales. Pero quizás Putin y Trump hagan algunos anuncios, como la formación de grupos de trabajo para trabajar en proyectos energéticos conjuntos, encargarse de los preliminares para negociar nuevos tratados de limitación de armas estratégicas y proponer el levantamiento de ciertas sanciones a Rusia para facilitar el comercio entre ambos países.

Les convendría evitar por completo hablar de la antigua Ucrania, ya que el tema es controvertido y relativamente poco importante. Dado que el régimen de Kiev se opone rotundamente a la oferta provisional de Trump y parece desesperado por prolongar la guerra el mayor tiempo posible, ¿para qué mencionarlo? Al fin y al cabo, Estados Unidos ya no paga esa guerra; la Unión Europea sí, pero el complejo militar-industrial estadounidense recibirá el dinero de la venta de armas de todos modos. Como empresario inflexible, Trump debería estar contento con este acuerdo, y la única razón que tiene para intentar resolver la situación en la antigua Ucrania es que se considera un gran pacificador y anhela el Premio Nobel de la Paz. Habrá que esperar para ver qué tan fuerte es esa motivación para él. A su vez, la paz en Ucrania llegará una vez que Occidente deje de alimentarla con dinero y armas.

La pregunta es simple: ¿está Trump dispuesto a renunciar a los ingresos por la venta de armas para intentar ganar el Premio Nobel de la Paz?

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