por Raúl Castro Ruz. En Granma
Para nosotros, igual que para Venezuela y Nicaragua, está muy claro que se estrecha el cerco y nuestro pueblo debe estar alerta y preparado para responder a cada desafío con unidad, firmeza, optimismo y fe inquebrantable en la victoria.
Nuevamente se ha conformado un escenario adverso y otra vez resurge la euforia en nuestros enemigos y el apuro por hacer realidad los sueños de destruir el ejemplo de Cuba. No será la primera vez, ni tampoco la última, que la Revolución cubana deberá enfrentar retos y amenazas. Hemos corrido todos los riesgos y resistido invictos 60 años.
Para nosotros, igual que para Venezuela y Nicaragua, está muy claro que se estrecha el cerco y nuestro pueblo debe estar alerta y preparado para responder a cada desafío con unidad, firmeza, optimismo y fe inquebrantable en la victoria.
Luego de casi una década de poner en práctica los métodos de guerra no convencional para impedir la continuidad o frenar el regreso de gobiernos progresistas, los círculos del poder en Washington patrocinaron golpes de Estado, primero uno militar para derrocar en Honduras al presidente Zelaya y más adelante acudieron a los golpes parlamentario-judiciales contra Lugo en Paraguay y Dilma Rousseff en Brasil.
Promovieron procesos judiciales amañados y motivados políticamente, así como campañas de manipulación y descrédito contra dirigentes y organizaciones de izquierda, haciendo uso del control monopólico sobre los medios de difusión masiva. De esta forma lograron encarcelar al compañero Lula da Silva y lo privaron del derecho a ser el candidato presidencial del Partido de los Trabajadores para evitar su segura victoria en las pasadas elecciones. Aprovecho la ocasión para hacer un llamamiento a todas las fuerzas políticas honestas del planeta en reclamo de su liberación y que cesen los ataques y la persecución judicial contra las expresidentas Dilma Rousseff y Cristina Fernández de Kirchner.
Quienes se ilusionan con la restauración del dominio imperialista en nuestra región deberían comprender que América Latina y el Caribe han cambiado y el mundo también.
Nunca ha sido más necesario marchar efectivamente por el camino de la unidad, reconociendo que tenemos numerosos intereses en común. Trabajar por la «unidad en la diversidad» es una necesidad impostergable.
Para alcanzarla, se requiere un estricto apego a la Proclama de la América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada por los Jefes de Estado y Gobierno en La Habana en enero de 2014, en la que nos comprometimos «con el estricto cumplimiento de su obligación de no intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos internos de cualquier otro Estado», y a resolver las diferencias de forma pacífica, así como a «respetar plenamente el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural».
Los cubanos estamos conscientes de que sin el esfuerzo sostenido de nuestro pueblo para consolidar la capacidad defensiva del país, hace mucho tiempo que habríamos dejado de existir como nación independiente.
Nuestra seguridad en la victoria se sustenta en la sangre de los compañeros caídos y en los ríos de sudor vertidos por millones de cubanos a lo largo de varios decenios, y particularmente en los últimos años, quienes han trabajado para hacer realidad nuestro principal objetivo de evitar la guerra.
El terrible avispero en que se convertiría cada rincón de nuestro país, repito, el terrible avispero en que se convertiría cada rincón de nuestro país, causaría al enemigo un número de bajas muy superior al que la opinión pública norteamericana estaría dispuesta a admitir.
El incremento de la guerra económica, con el fortalecimiento del bloqueo y la continua aplicación de la Ley Helms-Burton, persiguen el viejo anhelo de derrocar a la Revolución Cubana por medio de la asfixia económica y la penuria. Esta aspiración ya fracasó en el pasado y volverá a fracasar.
El socialismo, sistema que denigra el Gobierno de los Estados Unidos, lo defendemos porque creemos en la justicia social, en el desarrollo equilibrado y sostenible, con una justa distribución de la riqueza y las garantías de servicios de calidad para toda la población; practicamos la solidaridad y rechazamos el egoísmo, compartimos no lo que nos sobra, sino incluso lo que nos falta; repudiamos todas las formas de discriminación social y combatimos el crimen organizado, el narcotráfico, el terrorismo, la trata de personas y todas las formas de esclavitud; defendemos los derechos humanos de todos los ciudadanos, no de segmentos exclusivos y privilegiados; creemos en la democracia del pueblo y no en el poder político y antidemocrático del capital; buscamos promover la prosperidad de la patria, en armonía con la naturaleza y cuidando las fuentes de las que depende la vida en el planeta; y porque estamos convencidos de que un mundo mejor es posible.
En 60 años frente a las agresiones y amenazas los cubanos hemos demostrado la férrea voluntad para resistir y vencer las más difíciles circunstancias. A pesar de su inmenso poder, el imperialismo no posee la capacidad de quebrar la dignidad de un pueblo unido, orgulloso de su historia y de la libertad conquistada a fuerza de tanto sacrificio. Ya Cuba ha demostrado que sí se pudo, sí se puede y siempre se podrá resistir, luchar y alcanzar la victoria. No existe otra alternativa.
Fuentes:
Discurso por el aniversario 45 de la fundación del Ejército Occidental, el 13 de junio de 2016.
Discurso en la V Cumbre de la Celac, el 25 de enero de 2017.
Discurso por el Aniversario 65 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos M. de Céspedes, el 26 de julio de 2018.
Discurso por el aniversario 60 del triunfo de la Revolución Cubana, el 1ro. de enero de 2019.
Discurso con motivo de la proclamación de la Constitución de la República, el 10 de abril de 2019.
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