Neomarxismo (el tercer paradigma)

Tomado de Pagina Tranversal: https://paginatransversal.wordpress.com/2016/06/17/neomarxismo-el-tercer-paradigma/

por Alexander Dugin

El tercer paradigma más popular en las relaciones internacionales (RI) -después del realismo y del liberalismo- es el neo-marxismo. Este modelo se basa en un enfoque anticapitalista y anti-burgués en el análisis de las RI, como es característico del marxismo, y por esta razón se encuentra excluido del discurso político dominante en los Estados capitalistas. Una verdadera disonancia cognitiva divide el axioma liberal-capitalista (ya sea el nacional de los realistas o el transnacional de los liberales) y el marxismo, cuando se trata de enfoques filosóficos fundamentales para la sociedad moderna y la evaluación de sus principales procesos políticos, económicos y sociales. Al mismo tiempo, los enfoques marxistas de las RI, usan conceptos y teorías altamente desarrolladas basadas en el discurso científico y racional, confiriéndoles un grado de relevancia científica, independientemente de si se consideran de acuerdo con la metodología de análisis de los marxistas, o por los partidarios de la ideología burguesa. Por lo tanto, el neomarxismo en las RI teóricamente podría ser utilizado en un contexto ideológicamente neutral, y ser incluido en la comprensión de la estructura de las RI por la clase liberal dominante.

Immanuel Wallerstein: Sistema-mundo

La teoría del “sistema-mundo” de I. Wallerstein se considera que es el ejemplo clásico de este modelo neo-marxista de las RI.

Wallerstein basa su teoría en las siguientes fuentes:

• el marxismo

• las ideas de Fernand Braudel

• La teoría de la dependencia (Singer – Prebisch)

Según Wallerstein, el sistema capitalista se estableció originalmente como un fenómeno global y por lo tanto la globalización existe desde hace aproximadamente 500 años. La división de los países europeos en Estados-nación, en este modelo, fue sólo una etapa de transición. En todos los niveles, la clase burguesa se desplaza hacia la integración en una entidad unificada que trasciende las fronteras nacionales y constituye el núcleo de la burguesía internacional. La lógica del capitalismo, el principio de libre comercio, y la búsqueda de nuevos mercados convierten esto en una realidad. Por lo tanto, el capitalismo era original y esencialmente transnacional, lo que explica por qué la globalización y el debilitamiento de las fronteras de los estados no es algo único, sino más bien la formación de una estructura espacial común del sistema capitalista a escala mundial.

La clase burguesa es en consecuencia la “clase globalista”, que en la actualidad controla la localización espacial y geográfica del “Norte rico” (el “Occidente global” o el “núcleo” del sistema mundial). El centro de la burguesía mundial es Occidente, donde se concentran el capital, la tecnología avanzada, y los beneficiarios de los principales procesos económicos en la economía global y el poder político mundial. El hecho de que todavía existan estados-nación y sus administraciones correspondientes no afecta fundamentalmente las funciones del sistema-mundo, ya que las principales decisiones sobre las relaciones internacionales no son hechas por los gobiernos o el estado, sino por la élite capitalista global, cosmopolita, formada por los representantes de las diferentes naciones – de los fantasiosos clásicos norteamericanos a los empresarios europeos, los jeques del petróleo, los nuevos oligarcas rusos, y los nuevos ricos del Tercer Mundo. Este es el “núcleo” del nuevo marco de gobierno.

El otro lado de este “sistema-mundo” es la zona de la periferia global, el Tercer Mundo, donde se concentra el proletariado mundial. Aquí se encuentran las poblaciones miserables, abyectamente pobres, des-empoderadas, de los países más pobres del mundo. Esta periferia es la ubicación espacial del proletariado mundial, los Misérables. Los pueblos de este ámbito, por otra parte, se mantienen bajo la fuerte influencia de las estructuras políticas nacionales y regionales y, en contraste con la burguesía mundial y sus representantes regionales, todavía no comprenden su naturaleza de clase y necesitan de la solidaridad de clase. Si bien la globalización constituye el modelo legal del orden mundial, cada vez más porciones del proletariado mundial toman parte en los procesos de migración. Bajo la presión de graves circunstancias materiales, se ven obligados a trasladarse a nuevos espacios y a mezclarse con otras secciones y otras naciones y grupos étnicos. Es en el transcurso de esta migración que el proletariado mundial del Tercer Mundo es “internacionalizado” y comienza a darse cuenta de su papel histórico como futura clase revolucionaria. Los países más desarrollados integran a estos representantes de las secciones “inferiores” en la sociedad desarrollada, elevándolos así a un mayor nivel de auto-reflexión histórica y social. Por lo tanto, en una escala global, el sistema mundial crea gradualmente la condición previa para la revolución mundial que será posible en la siguiente etapa, última de la globalización, en la que todo el sistema capitalista, llegando al final de la expansión de sus fronteras naturales y geográficas, se enfrentará a una serie de crisis económicas, financieras y políticas que lo colapsarán.

Otro elemento importante de la estructura global de la teoría neomarxista está compuesto por los países de la semi-periferia. Algunas de las “grandes potencias” están incluidas en esta lista y, a pesar de tener mayor potencial que las sociedades del Tercer Mundo, sin embargo, todavía están en una posición de subordinación respecto a la región del “Norte rico”. Los países típicos de este tipo son los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Estos países tienen enormes recursos económicos y militares, y potencial tecnológico, pero a la vez son dependientes de los países occidentales por la tecnología, la logística y la organización de la economía en varios niveles, desde la política a las normas sociales, legales y culturales. Estos países semi-periféricos forman el llamado “segundo mundo” donde la burguesía aún no se ha integrado en la clase burguesa mundial, y donde los proletarios no sufren condiciones tan miserables como en el Tercer Mundo. Según Wallerstein, esta semi-periferia no es una alternativa al capitalismo global, sino que es sólo un fenómeno temporal. En línea con los procesos de globalización, se ven obligados a seguir a los países del “Norte rico”, lo que significa que su élite burguesa se integrará en la clase global y el gobierno mundial tarde o temprano, y la migración mezclará a sus obreros con los del Tercer Mundo, causando la internacionalización del proletariado. Como resultado, los países de la semi-periferia colapsarán y sus restos serán integrados en el sistema mundial sobre una base de clase, la burguesía se integrará en el “Occidente global” y las clases más bajas caerán en medio de la masa cosmopolita de los inmigrantes, y perderán rápidamente sus características nacionales y culturales. De acuerdo con los neomarxistas, el “sistema-mundo” de este modo se completará tras la disolución de los países de la semi-periferia, sólo entonces, para hacer frente a la crisis y el colapso de la mano de la revolución proletaria mundial.

De acuerdo con I. Wallerstein, el sistema mundo está hoy en día llegando a los límites de su desarrollo. Los códigos económicos, sociales, culturales, informativos y tecnológicos de la globalización están penetrando profundamente en la periferia y no tienen más espacio para una mayor expansión. Esto significa que el capitalismo global está cerca de su desaparición histórica, habiendo aparecido bajo determinadas circunstancias históricas sólo para conocer más tarde el apogeo de su modelo realizado. Hoy en día, todo el “sistema-mundo” está en medio de una crisis peligrosa y la ideología liberal que forma su base ha desaparecido junto con otras alternativas ideológicas (representadas en el pasado por el comunismo).

Wallerstein afirma que “las limitaciones estructurales de los procesos de acumulación de capital sin fin que controlan nuestro mundo han llegado a su fin y ahora están actuando como frenos funcionales… Crean ahora una situación caótica… Cincuenta años más tarde, este caos es la creación de un nuevo orden mundial”.

De este modo, la globalización moderna no es el comienzo de un nuevo proceso, sino el final y la terminación de uno viejo, cuyo fin será inaugurar una “era de transición”, que Wallerstein no especifica, admitiendo que nos enfrentamos a la incertidumbre.

Este análisis del “sistema-mundo”, describe e interpreta con precisión ciertos procesos en curso en el mundo moderno. Incluso desde un punto de vista puramente pragmático, los expertos en RI cada vez más a menudo se basan en él o extraen del mismo para analizar ciertos fenómenos individuales. Desde 1960, en el campo de la investigación científica teórica, este enfoque ha demostrado ser una teoría útil junto con el realismo y el liberalismo. Hoy en día, los libros de texto sobre esta disciplina lo describen como el tercer paradigma de las RI, que debe ser estudiado por todos los especialistas. Sin embargo, el debate político y las declaraciones de los políticos y los expertos dirigidas al público en general excluyen casi por completo cualquier reconocimiento de este análisis.

Las paradojas del Alter-globalismo (el trotskismo y el anarquismo en las RI)

Cabe añadir que, así como el capitalismo era, según Marx, un mal que había que combatir, pero sin embargo un fenómeno progresista en comparación con la sociedad de castas del feudalismo, así es la globalización según la perspectiva de Wallerstein, un mal necesario. Los partidarios del neo-marxismo se llaman a sí mismos “anti-globalización” en la medida en la que apuntan a la naturaleza burguesa de este proceso y derivan sus posiciones ideológicas en oposición a la burguesía mundial. Sin embargo, creen que la globalización es inevitable y un desarrollo tecnológico histórica y materialmente predeterminado que es incluso “mejor”, o “progresista”, en comparación con los estado-nación de los países de la “semi-periferia”. Los neo-marxistas modernos entienden que la revolución proletaria mundial sólo es posible después de la victoria de la globalización, y no antes. Para enfatizar esto, se hacen llamar “alter-globalistas”, es decir, “globalistas alternativos.” Ellos no actúan contra la globalización en sí, sino contra la élite burguesa mundial, ya que asumen que la internacionalización del proletariado mundial que acompaña a la globalización es un positivo e inevitable proceso de correlación. Esto explica la reticencia de los alter-globalistas a aceptar en sus filas fuerzas que, a pesar de ser radicalmente anti-globalización y anti-globalistas, actúan como tales desde el punto de vista de la preservación de la soberanía nacional o de la identidad religiosa. Los alter-globalistas consideran que los estados-nación deben ser abolidos en las tres zonas del sistema-mundo, y por lo tanto repiten las críticas de Marx de los movimientos anti-burgueses que tienen una orientación feudal o clerical. La distinción de los factores y actores que siendo anti-burgueses todavía no son comunistas se discute en parte del Manifiesto del Partido Comunista. A su vez, los alter-globalistas históricamente están de acuerdo con su enemigo, la burguesía mundial, contra las fuerzas “anti-globalización” consideradas por los neo-marxistas como “reaccionarias”.

Sin la globalización, la internacionalización de las clases planetarias y el gobierno mundial, la revolución proletaria es imposible. Esta comprensión determina el enfoque de este paradigma de las RI sobre la globalización como un proceso históricamente inevitable e incluso necesario. Hasta que la internacionalización de la burguesía se haya completado a una escala mundial, el proletariado mundial, a su vez como una fuerza internacional y global, no será capaz de darse cuenta de su destino histórico real en el mundo. Esta formación de la conciencia proletaria mundial se considera imposible sin una intensa migración global, una mezcla racial y cultural de masas empobrecidas del mundo, y la pérdida paralela de las identidades étnicas, culturales, religiosas y nacionales de la humanidad. La burguesía cosmopolita global sólo puede ser enfrentada por un proletariado cosmopolita mundial – esta es la única manera de realizar una verdadera revolución proletaria de acuerdo con los neo-marxistas.

Es fácil distinguir en todo esto la continuidad de la versión trotskista del marxismo a la que los neomarxistas a veces apelan abiertamente. Trotsky criticó la teoría del régimen de Stalin acerca de la posibilidad de construir el socialismo en un solo país, como fue formulada por Stalin en 1924. Junto con Lenin, Trotsky creía que la victoria de la revolución proletaria en un país es posible sólo como un preludio a la puesta en marcha de la revolución mundial. Si esto no se realiza, entonces el socialismo degenera necesariamente en la burocracia y sólo dificulta la revolución mundial en lugar de contribuir a ella. Esta es la esencia de la crítica trotskista del sistema estalinista. Los neomarxistas en las RI basan sus teorías en esta lógica e insisten en que la revolución proletaria sólo puede ser radicalmente internacional y global, es decir, en todo el mundo. Cualquier intento de construir el socialismo en un solo país (o en unos pocos) es visto como una restricción de la contradicción de clase a un contexto nacional y que ralentiza los procesos en lugar de acelerar el momento histórico deseado. De ahí la actitud de los neomarxistas hacia ciertos países de la semi-periferia. El hecho de que la internacionalización de las clases sea desacelerada artificialmente y parcialmente bloqueada por las políticas nacionales en estos países ,es visto como la inhibición de los diseños implícitos y explícitos del sistema-mundo. En consecuencia, estos países contribuyen a la desaceleración del proceso histórico y a retrasos inútiles.

Este concepto se explora con gran detalle en los libros de los principales teóricos de la alter-globalización, A. Negri y M. Hardt. En su terminología, comprenden el sistema-mundo como el “Imperio”, con los EE.UU. y la clase burguesa mundial en su centro. Estos últimos se oponen a la “multitud”, los individuos fragmentados y atomizados privados de su estatus social y de las características sociales de la élite mundial. Estos “multitudes” se conciben como la clase revolucionaria del futuro capaz de sabotear el “Imperio” mundial. Pero esto es viable sólo después de que el “imperio” haya ganado. Por lo tanto, de acuerdo a la lógica neomarxista y alter-mundialista de esta escuela de RI, se debe permitir al “Imperio” ganar lo más pronto posible con el fin de completar la creación del “sistema-mundo” con un único gobierno mundial a su cabeza. Sólo entonces llegará el momento de la insurrección de las multitudes.

Fuente: Katehon.

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