por Redacción Misión Verdad, en Misión Verdad
La utilización de niños en continuas campañas de propaganda de la oposición y actores externos se ven contempladas bajo la estrategia de operaciones psicológicas, que acompañan al despliegue militar contra un país atacado.
Precisamente, el sostenido empleo de los niños como un símbolo lo que apunta es a sensibilizar a la opinión pública nacional e internacional para que acompañe una intervención en Venezuela, bajo la mampara narrativa de la crisis humanitaria.
Así, esta campaña de propaganda se realiza bajo lo que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) califica como “líneas de persuasión” para inducir a una reacción deseada en la audiencia-objetivo, y conseguir su apoyo en la concreción de los objetivos políticos y militares.
Los niños robados y el asesinato de menores
El primer antecedente de una operación de este tipo ocurre el 24 de marzo de 2015, en pleno momento post-Decreto Obama, cuando a través de redes sociales y cadenas de mensajes de texto y WhatsApp se despliega el rumor sobre el supuesto robo de niños como nuevo método criminal en las calles de Venezuela.
Antecedido por una nota, dos días antes, de El Universal, este rumor, un mecanismo contemplado en las operaciones psicológicas, se desarrolló en sincronía con una protesta de motorizados en Petare por el supuesto robo de un niño, hasta que los organismos de seguridad del Estado lograron dilucidar que el único caso registrado partió de una denuncia falsa realizada por una mujer que posteriormente confesó haber recibido un pago para tal fin. Voceros de Voluntad Popular (VP), como Freddy Guevara, son precisamente quienes se encargaron de “validar” este rumor en las redes sociales.
ONGs como Cofavic, financiada por la Usaid y la fundación Konrad Adenauer, y Cecocap ambientaron también esta información con el dato de que el 68% de los asesinados en ese periodo de 2015 fueron menores de 25. Cecocap fue aún más allá cuando este año emitió un informe en el que dice que en 2015 fueron asesinados más de mil niños, cifra agitada por toda la mediocracia para propagandizar bajo la misma modalidad que con el robo de menores.
Los niños con hambre y las escuelas como objetivo
En un año tan complejo en materia económica y alimentaria, ciertamente la labor infomercenaria para propagandizar la crisis humanitaria se centró en un continuo trabajo de intoxicación en relación a los establecimientos educativos. Desde noticias sobre desmayos hasta la presentación de cifras falsas, la mediocracia asumió esta campaña de propaganda a partir de reportajes realizados por agencias internacionales como Associated Press (AP), quien tiene en su presidencia a Mary Junck de Lee Enterprises, propiedad de grandes capitales financieros como Vanguard Group y Bank of New York Mellon Corp (Nasdaq).
Así se entiende la labor de su barrendera mediática en Caracas, Hannah Dreier, quien en plena agitación de la histeria de Luis Almagro en la OEA, publicó un reportaje sobre la violencia, el hambre y la ausencia escolar en escuelas de Caracas basada en hechos puntuales, difíciles de calificar como generales, y estadísticas de ONGs como Movimiento de Padres Organizados, conducido por Adelba Taflin, presidenta del Colegio de Abogados de Carabobo y cercana a Voluntad Popular.
Este tipo de operaciones psicológicas para sensibilizar a través de los niños y su supuesta hambre fueron incluso más allá, cuando la semana pasada la escuela José María Velaz, de la fundación Fe y Alegría, realizó una convocatoria de prensa a CNN, Radio Caracol y Reuters, entre otros medios, para difundir supuestos dibujos de niños donde mostraban un déficit de alimentación.
CNN llegó al extremo de entrevistar a una niña y manipular una entrevista, según lo denunció una mujer que dio su testimonio a Osmary Hernández. La labor de Fe y Alegría es largamente conocida por oponerse al Gobierno Bolivariano, y este año su descaro fue tal que hizo equivocarse a María Corina Machado con la publicación de una foto de una niña desnutrida en Colombia y presentarla como si fuera de Venezuela.
Como vemos, esta operación psicológica, ordenada a las agencias desde fuera, estuvo dirigida contra el sistema educativo de Venezuela, que en un año de profunda crisis dio alimentos para satisfacer el 70% de sus necesidades calóricas a más de 4 millones de estudiantes de un total de 7 millones 500 mil registrados en el sistema educativo, según el ministro del Poder Popular para la Educación, Rodulfo Pérez.
Una medida que si bien no resuelve completamente el complejo tema alimentario que atraviesa el país, difícilmente permite la escenificación de la mentada crisis humanitaria que agitan estos medios, mientras la misma se da precisamente frente a sus ojos en la Guajira colombiana con 40 niños muertos por desnutrición en lo que va de año.
Sin embargo, si al lector no le parece lo suficientemente contundente los hechos antes presentados, realizados con especial interés, bien podría preguntarse por qué un actor hollywodense como Matt Boner, que difícilmente sepa dónde esté Venezuela, emitió un tuit, de esos patrocinados, pidiendo una colecta para los “niños pobres de Venezuela” y la fundación Chamos, con sede en Gran Bretaña, que afirma que en el país hay un 90% de menores en extrema pobreza.
Sólo una casualidad le puede llegar a parecer si no fuera que este mismo modus operandi con actores hollywoodenses fuera utilizado durante la guarimba de 2014, con una campaña similar.
Necrología con niños y falsificación de estadísticas públicas
n los últimos tres años ha habido un ininterrumpido modus operandi en la continua denuncia del fallecimiento de neonatos en hospitales públicos y privados. Este tipo de denuncias realizadas, en su mayoría, por vocerías de médicos y federaciones con intereses manifiestos en contra del Gobierno Bolivariano, pocas veces son confirmadas y apuntan a establecer esta matriz permanente, replicado en los medios con titulares como “En el hospital de Cumaná muere un niño por día”. Evidentemente, este tipo de acciones apuntan a engrosar el expediente “crisis humanitaria” y es utilizado por infomercenarios como el bobopila de The New York Times, Nicholas Casey.
Casey fue el encargado de realizar un reportaje centrado en la muerte de tres niños en el hospital de Barcelona, estado Anzoátegui, y la falsificación de la estadística sobre mortalidad infantil en el país con el fin de no sólo ser sumado al informe de Almagro sobre la activación de la Carta Democrática, sino para extremar la “sensibilización” a la opinión pública nacional e internacional. Esa interesada audiencia-objetivo que se debe persuadir para que apoye los objetivos militares y políticos detrás de la crisis humanitaria.
Sin embargo, la operación psicológica más cínica fue protagonizada por la MUD en pleno cuando, en sincronía con la presentación del informe Almagro, dos niños enfermos de cáncer murieron a causa de esta patología.
Chúo Torrealba utilizó especialmente el caso de Óliver Sánchez, el primero de los dos niños fallecidos, como muestra de la “urgente crisis humanitaria” que atraviesa el país, que por falta de medicamentos e insumos se “lleva la vida de niños indefensos”. Sin embargo, días después, el padre de Sánchez desmintió que su hijo hubiese fallecido por falta de medicamentos e insumos.
La utilización de los niños con cáncer fue tan burda y despiadada que tiempo después de estos dos fallecimientos, tanto la MUD como el resto de sus satélites abandonaron rápidamente esta campaña sin dejar ningún rastro de decoro alrededor. La farsa es tan grande que. ante tamaño cinismo y falta de sensibilidad, lo que da es un somero e intenso escalofrío por la espalda debido a las oscuras modalidades del 1% cuando comienza a agotar sus mecanismos de poder blandos.
Breves conclusiones y casos previos
Que desde Nacho hasta Juan Manuel Olivares, pasando por Chúo Torrealba y Almagro, se cartelicen con la línea de persuasión de esta campaña psicológica, intensificada durante 2016, sólo muestra una sola parte de la operación, ya que el dato fuerte está en la participación de grandes agencias como Reuters y AP, y medios corporativos como The New York Times y CNN.
Es desde ahí, desde los medios corporativos de grandes bancos, de donde sale la línea maestra de la crisis humanitaria y su gemela de persuasión en relación al uso de niños. Porque no es que Almagro abra la boca por sí solo, sino que lo hace después del reportaje de Casey para afirmar que el presidente Maduro “nunca podrá devolverle la vida a los niños muertos por la falta de medicinas”.
Y como lo muestra la historia, no es la primera vez que Estados Unidos y sus financistas utilizan niños para justificar una intervención. Basta con recordar cómo en la primera Guerra del Golfo (1991), el presidente George Bush padre logró dar vuelta la opinión pública estadounidense a favor de la invasión a Irak, gracias al falso testimonio de la hija del embajador de Kuwait en Washington, escenificando la denuncia del presunto asesinato de bebés recién nacidos por parte de soldados iraquíes, que según el “testimonio” los arrojaban de las incubadoras. Una imagen del shock.
Como vemos, la utilización de algo tan sensible para una comunidad y una población como un niño sólo es para ellos un obstáculo a derribar en su continua y crónica carrera para hacerse del poder en Venezuela, a costa de quienes sean.
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