por José Francisco Fernández Bullón
La agencia de noticias Amaq, portavoz del Estado Islámico, acaba de declarar que Chérif Chekkat era uno de sus soldados o lo que es lo mismo: de la OTAN. Se trata de una revelación que el asesino o la víctima, depende de cómo se mire (y eso si lo fue realmente porque uno no puede fiarse ya de la prensa), nunca podrá confirmar porque fue abatido hace unas horas por la policía francesa armada hasta los dientes tras un despliegue de película; una película de esas que produce Steve Bannon para la macarrería mundial con su productora dedicada a canonizar villanos. No les queda otra, ahora que el Vaticano ha decidido por fin canonizar a los héroes que mueren por el pueblo, como Monseñor Romero.
Ya no sabremos los motivos que le empujaron a realizar aquel ataque suicida en Estrasburgo, tan oportuno para la élite financiera francesa respaldada por los servicios de seguridad del estado y que ha encontrado en él la escusa perfecta para estrangular con su aparato el movimiento de los chalecos amarillos. No sabremos si fue marginado en el colegio, si sus padres lo maltrataban, si los gendarmes lo importunaban por ser de origen magrebí o se trataba simplemente de un asesino nato. Los psicópatas se multiplican en el mundo al calor, o mejor dicho al frío, de una sociedad enloquecida sin el menor asomo de altruismo ahora que la caridad se fue de nuevo al cielo y en la tierra sólo impera la avaricia de los ricos sin conciencia, el egoísmo de una clase media decreciente y el fatalismo de los pobres sin espíritu.
Vivimos un momento decisivo. La ola de protestas que han sacudido a Francia a muchos nos parecía una aurora que iba a traer la luz por fin a la maltrecha Europa que se muere de silencio y de miedo. Por un momento las justas reclamaciones de los ciudadanos franceses parecía que iban a acallar la propaganda emitida las 24 horas del día por todas las televisiones y periódicos del mundo en favor de la élite fascista que gobierna Europa y el mundo. Yo, el televisor hace tiempo que lo tengo apagado. Me aburren sus consignas y las mentiras emitidas por la Unión Fascista Transatlántica y su quinta columna, es decir, el Estado Islámico. Estado que se mueve de un estado a otro conforme lo expulsan del mismo las resistencias populares de los países donde se incrusta como un parásito. Un parásito creado en el laboratorio de la CIA y otras instituciones dedicados a la ingeniería genética y bancaria y especializadas en la creación de organismos mutantes como ISIS. Ahora se encuentra arrinconado en un pequeño pedazo de Siria gracias al infatigable apoyo del Pentágono que se niega a que lo expulsen definitivamente de unas tierras ensangrentadas por su culpa.
Cuando han surgido voces en los foros donde se ventila la ira de los chalecos amarillos que apuntan a una conspiración por parte del gobierno en lo tocante al atentado, algunos miembros del mismo intentaban acallarlas invocando a las víctimas del mismo cuyo dolor merece todo nuestro respeto, pero ¿quiénes son las víctimas? ¿Acaso no los somos todos menos ellos y la gente como ellos? ¿No son los ciudadanos franceses las víctimas de las políticas neo liberales del estado francés que se aplican en favor de las grandes fortunas? Los ciudadanos europeos de a pie somos las autenticas víctimas de las políticas de la Comisión Europea o de la Unión Europea de banqueros empeñada en multiplicar ad nausean el número de los sin techo y los mendigos.
Las víctimas de Chérif Chekatt han muerto abatidas mientras compraban en un mercado navideño. Alguien podría decir que han muerto por culpa del Mercado, o de los Mercados, esa entidad abstracta que los economistas comprados invocan para explicar la crisis que nos aflige como si fuera una especie de deidad omnipotente a cuyas leyes no puede sustraerse nadie. Pero el mercado no existe; existen los mercaderes, y los mercaderes de armas como las grandes corporaciones al estilo de Lookheed Martin (y no los de artículos navideños) son los autores concretos de las grandes convulsiones financieras y las olas migratorias que padecemos. Arrancan a muchos jóvenes de sus países destrozados como Libia, que se ven obligados a buscar refugio en Europa. Pero no suelen ser ellos los que atentan contra los viandantes, sino los mercenarios de Isis adoctrinados por los agentes dobles de la CIA y otros servicios secretos. París ya no es la meca de los artistas bohemios que buscan hacerse un nombre, sino la de inmigrantes sin nombre que intentan remediar su miseria o salvar un pellejo amenazado por ese fundamentalismo islámico que curiosamente se especializa en matar a musulmanes en las plazas y en los mercados. Los parisinos que mueren son las víctimas colaterales de ese gran proyecto aristocrático de devolver el mundo al feudalismo. Pero los nuevos señores feudales no arriesgan el pellejo en el combate cuerpo a cuerpo como hacían en la Edad Media, conspiran en sus palacios mientras producen películas donde los villanos son los héroes. El Parlamento Europeo ha decidido por cierto otorgar 13 billones de euros de subsidios a compañías armamentísticas a través del foro de defensa europeo que debería llamarse foro de ataque a los derechos de los ciudadanos, y eso en plena crisis. ¿Será el Estado Islámico uno de los favorecidos con los subsidios de la UE?
Antes de que el Estado Islámico decidiese incorporar al joven Chérif Chekatt póstumamente a sus filas de verdugos o de mártires, algunos comentaristas apuntaron a la posibilidad de que al joven delincuente hubiera sido presa de un ataque de locura ¿y por qué no? Vivimos o sobrevivimos en medio de una distopía neo liberal triunfante y todos podemos volvernos locos de desesperación o de ira. Pero la locura no suele ser tan oportuna y estallar cuando a los gobernantes tiránicos les parece oportuno, ¿o sí? La CIA ya estuvo experimentando un tiempo con las delicadas mentes de incautos ciudadanos como si fueran cobayas por medio de diverso psicofármacos buscando la mejor manera de controlar al posible disidente y programar de alguna forma sus estallidos de locura hasta que descubrió que el medio más efectivo de programar a la gente es la televisión y la prensa comprada con petrodólares. Nadie puede programar la ira que es el último resquicio de libertad del oprimido. La única locura que puede programarse es la locura fascista que vivimos, que es un guion escrito por los guionistas de Bannon.
Pero aún no sabemos cómo acabará la película o la última superproducción que estamos viendo o malviviendo. Ignoramos si los trabajadores franceses empobrecidos se quedarán en casa tragándose el rollo que le suelten por la tele (los que la tengan) o saldrán de nuevo a la calle decididos a tomar de nuevo las riendas de su vida.
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