Editorial de la web misionverdad.com del día 08/12/2014
No era temprano esa noche cuando apareció el Comandante en esa cadena en la que anunciaba su partida a Cuba a realizarse su tercera operación y su vida cambiaba (y con él la nuestra), dos años atrás. No sabremos si él en su alma, cuando subió esas escaleras hacia el avión que lo trasladaría a su última estancia en La Habana, sintió que era su úlltima visita a Cuba, que ahí comenzaba, a pesar de todo, el nuevo ciclo de la Revolución Bolivariana. Pero definitivamente nosotros en ese momento no nos dimos cuenta, no teníamos cómo saberlo –y tal vez ni queríamos.
La sensación densa los días que precedieron al anuncio sí revelaba algo. La pulsión caribe es irrenunciable: se sabe cuando algo de tal magnitud puede pasar. Se siente. El profundo candelorio del pueblo venezolano por Hugo Chávez comenzó a moverse. La mañana del 9 ya estábamos en la calle. A Chávez le manifestaba apoyo la Venezuela históricamente descalza. Se movía también el continente. Se comenzaba a mover el mundo. Todas las traducciones de la fe de todos los grupos religiosos se movilizaban. Comenzó la vigilia colectiva que terminó ya cerrando la tarde del 5 de marzo. Ese día inició el hoy por hoy.
Comenzaron a cruzarse los miedos y los abrazos, las querencias y las carencias. Comenzó esa incertidumbre inédita que mantuvo en vilo a un pueblo, y a los laboratorios sucios arreciando contra la desazón. Así los enemigos y adversarios del hombre temían tanto o más que nosotros la estrategia basura, la guerra sucia y la guerra económica que ya para ese diciembre comenzaba a apretar las tuercas de su maquinaria de la muerte, tenía que continuar.
Pero ellos también estaban cundidos de miedo. Todavía lo están. El miedo es su prisión de puertas abiertas. Lo que para nosotros ese día era temor por su persona, por su humanidad, para ellos era el temor a su propio destino, a su desnudez crítica, a su producción de nada y para la nada.
Y luego de la brutal sensación de vacío esa noche que cruzó al 9 de diciembre. Y es que, para él, el 9 de diciembre era una fecha sagrada: fue el día en que el tan vilipendiado Cipriano Castro, en 1908, lanzó el “La planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria”, proclama con la que movilizaba a la patria en su conjunto a defenderse de una muy posible invasión europea (inglesa y alemana) que ya para el 7 había bloqueado los puertos venezolanos. Para el Comandante ninguna fecha era gratuita. Pensando en lo peor, sabía cuáles eran las amenazas que comenzaban a apretar contra la patria.
El mismo escenario trágico, la posibilidad de muerte, lo llevó a señalar dónde estaba el centro del directorio que iba a quedar a cargo, nos convocó a votar y apoyar a Nicolás Maduro. Era su decisión plena como la luna llena. En el esfuerzo por no revelar su pesadumbre, quienes ahí compartieron la mesa y las cámaras, en su integridad revelaban eso que ocultaban: la conmoción. También son gente. Estaban sintiendo lo mismo que nosotros.
Dos años después, dos años de una incalculable guerra irregular, el balbuceo de la muerte no ha podido empujar a Venezuela hacia la guerra total. No han faltado intentos: la “arrechera venezolana” de Capriles el 15 de abril de 2013, “La Salida” de Leopoldo López el 12 de febrero de 2014: dos golpes de Estado fallidos. Las dos fechas y los acontecimientos suman más de 60 muertes, más de 900 heridos. Y junto a eso, la sádica e ininterrumpida guerra psicológica, la tensión mediática, la propalación de la mentira obediente a una operación de larguísimo alcance contra la Venezuela Bolivariana. Y la guerra económica rampante.
La guerra de espectro completo contra el nosotros –porque el fascismo sabe tan bien como nosotros que juntos somos Chávez– no sólo se puede decir que ha arreciado, sino que arreciará. Dos años de un gobierno y un pueblo en resistencia. La forma en que se promueve el desencanto tiene de estudiado, de analizado, de puesto en práctica. “Las dificultades venezolanas no son de causa natural (y están diseñadas) para generar irritación social (…) que se desplome la Venezuela independiente del siglo 21”, señaló el Presidente.
“Responde a una estrategia de sectores imperiales que creen que pueden hacernos lo mismo que a Allende”, declaró Nicolás en Telesur. Pero que también se ensayó, y por un momento funcionó, en la Nicaragua sandinista. El fascismo siempre combina todas las formas de lucha. La acción táctica del tutelado (por los gringos) fascismo criollo pasa ahora por consolidar el desencanto, el malestar en el pueblo, por distorsionar la atmósfera de fin de año sentenciándolo como el peor de nuestras vidas. Pero ahí estamos, gastando y comprando, y olvidando que ahí también medra la guerra hoy en día: en la hipertrofia del consumismo. No estamos como quieren hacernos creer.
Si alguien ha calibrado verdaderamente el peso específico de la Revolución Bolivariana y el lugar determinante de las últimas leyes habilitantes es el 1% criollo. Y como ya lo hemos dicho, en la Venezuela Bolivariana una Ley Habilitante es una declaración de guerra. Y la guerra ahora pasa por exacerbar la irracionalidad económica contra el saneamiento estructural que ha venido desarrollando el Presidente. La mejor vía para eso es la conmoción social, los amagues de violencia en la calle o los asesinatos selectivos. Subir el volumen a las armas cuanto se pueda. La estrategia de expandir y sobreexplotar los puntos débiles, la estrategia de Brzezinski, el principal asesor geopolítico de Obama. Otra muñeca inflable del gobierno mundial.
Ahora que hace poco conmemoramos los 12 años del paro petrolero, algo podemos comprobar: no hay tal cosa como una falta de proyecto en los sectores más agresivos de la ultra, el descalabro integral es su proyecto. Cualquier otro espich político que de ahí provenga es una falacia. Ni siquiera el ala “constitucional” de la oposición tiene problema si esto tributa a que el chavismo salga por la misma vía por la que llegó al poder: por la electoral. Y en el contexto de las elecciones legislativas, el expediente paraguayo, el golpe senatorial brilla descaradamente como opción. Su esencia antipatria la han demostrado. Y también la ha demostrado la quinta columna dentro del aparato del Estado.
Y para colmo de males, el imperio y el 1% global aceleran su propia fase demencial. Estas son las capas de la guerra, estos son los rostros de la crisis civilizatoria que azota a la humanidad. De este lado estamos nosotros y nuestra conciencia dinámica: la lealtad en su ejercicio, nuestra apuesta por nosotros mismos, con Nicolás, con el Gobierno Bolivariano, por la Revolución.
Si usted decide dejarse llevar por toda la mecánica del desencanto, bien. Pero no estorbe, porque el chavismo de las dificultades se ha puesto a prueba este año y sencillamente usted decidió que no era lo suyo. Y eso no define al chavismo. No nos define a nosotros. No define a nuestro proyecto, el único capaz de contraponerse al excepcionalismo globalizado, al apriete de tuercas del turbocapitalismo, a la paila que raspa el capital para poder sobrevivir, en donde los estados-nación son un estorbo.
Y es aquí donde brilla nuestro lugar en el mundo. Y el liderazgo que hoy sintetiza Nicolás Maduro en la hora de las grandes definiciones. En la hora en que nosotros tenemos que dar ese salto de conciencia, vadear al monstruo y darle en las rodillas. Ahora nos toca, además de hacer que retroceda la propuesta del nacionalicidio, presionar para que lo que se ha dispuesto por la ley se ejecute como está dispuesto. Y además ser mejores con nosotros mismos y cambiar los modos con los que la antipatria pretende darnos una estocada técnica y artificial.
Todo eso siempre lo supimos una vez que se asomó la posibilidad cierta y dura de que el Comandante nos dejaba la tarea de avanzar por su camino. De seguir haciéndolo nuestro. De seguir con Maduro en este nuevo ciclo de la Revolución Bolivariana. De ser leales, como nos lo dijimos todas y cada una de las personas que ese 8 de diciembre juramos que la patria no moriría por la misma mano podrida, más nunca.
Chávez vive, vivimos; la lucha sigue, seguimos. Con Chávez en el alma.
Con Maduro.
Y contra la muerte.
No pasarán.
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