por Redacción Misión Verdad, en Misión Verdad
La primera gira del Vicepresidente estadounidense Mike Pence en América Latina tiene consigo un discurso central: Venezuela, y la alineación de sus recursos en favor de producir un giro en el poder político del país.
Relegadas han quedado las razones habituales que justifican las giras de quienes han ocupado la segunda silla de la Casa Blanca, que normalmente apuntan a las relaciones entre EEUU y los países visitados. La primera línea en la narrativa de Pence y el primer lugar en importancia política, apuntan a Venezuela en medio del más inédito momento de la política entre EEUU y Venezuela, signado por amenazas militares contra la nación caribeña, a cargo del presidente norteamericano Donald Trump.
Los objetivos de la gira
Desde Colombia, Mike Pence se ha estado refiriendo a la situación política que atraviesa Venezuela y dijo que su país seguirá apoyando elecciones libres en el hemisferio occidental “hasta que se restaure la democracia para el pueblo venezolano”.
Sugirió, además, la línea de la estrategia de la Casa Blanca para la región: “Venezuela se desliza hacia una dictadura, y como ha dicho el presidente Trump, Estados Unidos no se quedará parado mientras Venezuela se desmorona”, dijo Pence desde Cartagena, Colombia. “Estados Unidos, Colombia y las naciones libres de América Latina no callarán”, agregó este domingo.
En esa dirección, el gobierno norteamericano al declarar al Estado venezolano como una instancia forajida y dictatorial, infiere el desarrollo de una línea discursiva que apunta argumentos que legitiman una eventual intervención contra Venezuela.
De hecho, parece que Pence -como ya han hecho otros políticos visibles en Norteamérica como Marco Rubio y Bob Menendez-, están manufacturando consensos en la sociedad estadounidense al colocar a Venezuela como un país en total colapso, que significa un riesgo para la sociedad norteamericana: “Un Estado fallido en Venezuela amenaza la seguridad y la prosperidad de todo nuestro hemisferio y del pueblo de los Estados Unidos de América”, señaló Pence en Colombia.
El vicepresidente gringo visita América Latina con el fin de ratificar y darle cuerpo a la Declaración de Lima, una carta de navegación política emanada de EEUU contra Venezuela. Se trata del punto de inflexión en el que un grupo de cancilleres y países alineados a EEUU consagran una conjura, un cerco y asfixia contra Venezuela intentando consolidar espacios de aislamiento, que no fueron posibles mediante sanciones como la aplicación de la Carta Democrática Interamericana en la Organización de Estados Americanos (OEA).
Importantes discrepancias
Las visitas de Pence a Colombia, Argentina y Chile han tenido también una posición clara por parte de los mandatarios de esos países sobre la opción militar contra Venezuela. Desde Santos a Macri, han reconocido que la acción militar no sólo complicaría la situación de Venezuela, sino que además colocaría a la región entera en un ciclo de gran inestabilidad y amenaza bélica. Una verdadera amenaza a la seguridad del hemisferio.
Los distanciamientos a la amenaza militar de Trump no implican un cese del asedio político de esos países contra Venezuela. Más bien, parten del sentido común sobre cómo de evitar ver las barbas del vecino arder, para no poner las de ellos en remojo. El efecto dominó con antecedentes ya vistos en Medio Oriente y el norte de África de los últimos tres lustros.
La gira como acto de desesperación
El apersonamiento de Pence en América Latina es la continuación de una agenda que había estado relegada a actores aspiracionales y de segundo orden, como Marco Rubio. Da cuenta de un sentido de emergencia por parte de EEUU en el propósito de propiciar la caída del chavismo en Venezuela, ante señales evidentes de su reanimación y consolidación.
Los factores políticos del antichavismo, -que hasta hace poco se enmarcaron en una escalada violenta e intento de golpe de Estado- agrupados en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), han dado al traste con la matriz de la “dictadura” al sumarse al proceso de elecciones regionales, desmoronando además la supuesta falta de legitimidad y transparencia del Consejo Nacional Electoral (CNE) en Venezuela y, además, el flojo argumento de la falta de elecciones en el país.
El cese progresivo del ciclo violento infiere una baja en los niveles de inestabilidad y tensión en Venezuela, y esa es una mala noticia para los factores que esperan una caída abrupta del chavismo. El caos es su agenda.
Por otro lado, el ascenso de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) supone un reposicionamiento del chavismo en la política venezolana, luego de que fuera insistentemente declarado inexistente o inhabilitado para regir.
En el frente externo, vale la pena subrayar los sucesivos y fracasados intentos desde la OEA en producir un tambaleo en las estructuras de poder de Venezuela. Mientras que desde otras instancias, los países de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) continúan sumamente cohesionados en una postura francamente antiintervencionista.
Tampoco dejan de ser destacadas las posturas de China y Rusia, que se han colocado en posiciones tajantes frente a las amenazas militares de Trump y han defendido la soberanía de Venezuela.
El gobierno norteamericano también ha estado manejando la posibilidad de sanciones económicas directamente dirigidas contra las exportaciones petroleras venezolanas. Pero han sido instados por parte de grupos empresariales y parlamentarios a contenerlas para evitar males a la economía estadounidense, por el fuerte vínculo industrial, financiero y comercial que todavía une a EEUU con Venezuela.
Dicho de otra manera, la urgencia expresada en la gira de Pence significa la relevancia de Venezuela como un hueso duro de roer, y que los oficios desde EEUU en el marco del asedio político y económico contra el país deben tercerizarse en actores y factores vasallos en la región, demandando por parte de los países alineados en la Declaración de Lima un rol más activo contra Venezuela. Algunos, como buenos cachorros, harán caso.
Pero por otro lado la navegación política del chavismo demandará el empleo de nuevas instancias y otros actores para sortear las eventuales arremetidas que se han apreciado y que se ven anunciadas desde EEUU y otros factores regionales, quedando pendiente la neecesaria restitución de los vínculos en la región que se han fragmentado, luego del avance político de la globalización neoliberal con su determinación de caotizar Venezuela.
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