La cobardía es la madre de la injusticia

Quantum Bird – 10 de octubre de 2023

La reacción oficial brasileña a la explosión de violencia entre Hamas e Israel, que comenzó el sábado (07/10/23), no sólo ignora las realidades locales y el entorno geopolítico en esa región, sino que también distancia al país del Sur Global. Brasil confirma una vez más su incapacidad para articular su agenda supuestamente sensible a la justicia histórica y social más allá del nivel retórico. Los hermosos discursos de su presidente en las cumbres del G-(7, 20, 77), de los BRICS y de las Naciones Unidas y otras reuniones de alto nivel simplemente no se traducen en acciones prácticas e iniciativas políticas claras y coherentes cuando el momento histórico lo exige.

Así ha sido en Ucrania, con Lula iniciando su gobierno visitando EE.UU. y aprovechando para criticar al SMO desde el púlpito de la Casa Blanca, con Biden a su lado, y culpando directa e indirectamente a Rusia del conflicto. En los meses siguientes, los oficiales brasileños posaron numerosas veces para fotografías con los notorios nazis del régimen en Kiev, incluido el propio presidente Lula, quien recientemente se había fotografiado con Zelensky, incluso después de haber sido groseramente desairado por él en el G7 en Hiroshima. Hasta la fecha, Lula no ha realizado ni programado una visita oficial a Moscú, alegando que no visitaría Rusia –su socio fundador en los BRICS– mientras estuviera en guerra con Ucrania. Curiosamente, este razonamiento no se aplica cuando se trata de visitar países de la UE y los propios Estados Unidos, agresores globales en serie y los involucrados activamente en innumerables conflictos en el escenario mundial, incluido el conflicto de Ucrania.

El patrón errante y esquizofrénico se repite en el conflicto entre Hamás e Israel. Lula no perdió tiempo en expresar su solidaridad con la población de Israel y calificar indirecta y superficialmente las acciones de Hamas como terrorismo:

Traducción: Me han consternado los ataques terroristas perpetrados hoy contra civiles en Israel, que han causado numerosas víctimas. Al expresar mis condolencias a las familias de las víctimas, reafirmo mi rechazo al terrorismo en cualquiera de sus formas. Brasil no escatimará esfuerzos para impedir la escalada del conflicto, incluso cuando ejerza la Presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU. Hago un llamado a la comunidad internacional a trabajar para reanudar de inmediato las negociaciones que conduzcan a una solución al conflicto que garantice la existencia de un Estado palestino económicamente viable, que coexista pacíficamente con Israel dentro de fronteras seguras para ambas partes.

Las palabras de Lula son motivo de reflexión. El presidente parece ignorar por completo la reciente y remota historia de Palestina, así como las sensibilidades de los palestinos. Su falta de tacto es poco común en un político de su talla. ¿No es Lula consciente de la larga y voluminosa historia de abusos contra civiles por parte del Estado de Israel, que incluye innumerables masacres, limpieza étnica, robo de tierras fértiles y destrucción continua de infraestructura?

Lula y sus funcionarios deberían saber que también hay civiles en Gaza. Y que estos civiles, especialmente mujeres y niños, son las víctimas preferidas del continuo bombardeo de Gaza por parte de las fuerzas armadas israelíes y de los ataques diarios perpetrados por los numerosos escuadrones de la muerte formados por colonos usurpadores de tierras que operan en los territorios ocupados. Nada de esto es un secreto. De hecho, su propio asesor en política exterior, Celso Amorim, que escribió el prefacio del libro “Engajando o Mundo: a Construção da Política Externa do Hamas” – Daud Abdulah (Editora Memo), podría instruirle sobre el tema.

Las declaraciones de Lula también deben evaluarse en el contexto de la política interna brasileña, en la que el bolsonarismo sigue siendo relevante y se renueva continuamente, principalmente debido al apoyo incondicional de las iglesias evangélicas, que a su vez están obsesionadas con Israel. Estas conexiones fueron explotadas corruptamente por Bolsonaro, quien estableció un acercamiento imprudente y artificial entre la política exterior brasileña y la agenda israelí, siempre para su propio beneficio. La mayoría en el congreso brasileño está de una forma o otra relacionada con el bolsonarismo y/o la evangelización, de ahí la bandera israelí proyectada en la fachada del congreso el sábado por la noche.

Lejos de combatir eficazmente estas tendencias, el gobierno actual –no es un gobierno de izquierda– equilibra entre el wokeismo y el antibolsonarismo, al tiempo que intenta no ceder a ser etiquetado como antiisraelí por los bolsonaristas, lo que llevaría a un aumento de las críticas a los evangélicos. En otras palabras, se mantiene el estatus quo de alrededor de 2018.

Finalmente, la historia y las circunstancias de la creación y mantenimiento del Estado de Israel en Palestina constituyen la esencia y su realización más concreta del colonialismo, con todos sus componentes y consecuencias nocivos. Una herida abierta en la conciencia de la humanidad, como escribió mi querido amigo Andrei Raesvky. Dicho de otra manera, es un conflicto que es concreta y simbólicamente representativo de los desafíos que enfrentan muchos países del Sur Global. El liderazgo brasileño no puede simplemente alienar los intereses palestinos fingiendo que la historia comenzó el sábado por la noche y, al mismo tiempo, proclamándose líder del Sur Global.

El texto original se puede encontrar aquí.

Traducción por Lady Bharani.