por María Fernanda Barreto. En Misión Verdad
El premio Nobel de la Paz ama la guerra. Juan Manuel Santos no sólo no quiere la paz para Colombia sino que además ha dispuesto todo su poder para que el Estado colombiano se perpetúe como el lugarteniente de los Estados Unidos en América del Sur.
El presidente que pretende pasar a la historia como constructor de la paz, logró desmovilizar a las FARC con unos acuerdos llevados a la mínima expresión para luego incumplirlos y violarlos, con lo que manda un mensaje negativo a la mesa de negociación con el ELN. Pues nadie en su sano juicio hace un acuerdo con un estafador.
Lo más triste de todo es que si faltaban elementos para darse cuenta de que Colombia no es un país soberano, basta ver cómo los acuerdos de paz se derrumbaron como un castillo de naipes con sólo una solicitud de los Estado Unidos que pasa por encima de la jurisdicción especial de paz (JEP) y que a la vez que va reconfigurando la cámara de representantes de Colombia a su favor, continúa obligando al gobierno colombiano a colocarse en la línea del frente contra Venezuela.
La detención de Santrich: un hito en la historia de los acuerdos de paz en Colombia
La lucha armada en Colombia tiene larga data, pues la oligarquía colombiana es sin duda la más violenta de América Latina. Las víctimas del terrorismo de Estado y sus cuerpos paramilitares en Colombia superan en mucho al número de víctimas de todas las dictaduras del Cono Sur juntas.
Colombia ha llegado a tener al mismo tiempo más de seis organizaciones guerrilleras. En la década de los noventa, se firmaron acuerdos de paz con el M-19, que impulsaron la convocatoria a la Asamblea Constituyente y en el marco de ella se firmaron los acuerdos de paz con el EPL, el grupo guerrillero indígena Quintín Lame y el PRT.
Si bien ninguno de los acuerdos se cumplió a cabalidad, y solo mes y medio después de la firma de éstos el Comandante Pizarro -ya como candidato presidencial del M-19- fue asesinado por los grupos paramilitares, aún así la detención y posible extradición de Santrich es una de las más flagrantes violaciones de parte del Estado a acuerdo de paz alguno en la historia de Colombia.
Los únicos acuerdos de paz cumplidos y favorables para ambos firmantes han sido los que Uribe firmó con los grupos paramilitares, con los que estos legitimaron sus capitales, disminuyeron sus penas, y por supuesto, se vincularon aún más a la política y a la economía para favorecer al establecimiento, sin que esto significara su desaparición ni avance alguno en la construcción real de la paz, sino exactamente lo contrario.
Desde la firma de los acuerdos, EEUU ha venido presionando a Santos para que los rompa. Empezando con la oposición al punto 4, relativo a la sustitución de cultivos ilícitos y la exigencia de la erradicación forzada ante el aumento de la siembra y exportación denunciada por la propia DEA. Pero con el reciente encarcelamiento de Santrich se pone en riesgo todo el acuerdo final, y de darse la extradición será sin duda la estocada final. Hasta ahora no existe ni una sola prueba sólida que incrimine a Santrich.
La detención de este ex guerrillero por orden de los EEUU significa también que las FARC y la izquierda colombiana toda perderían posiciones en el Congreso colombiano. Se suma también un proceso abierto en días recientes contra el senador Alberto Castilla por supuestos vínculos con el ELN, con lo que lograrían quitar ya no uno sino dos curules a la izquierda colombiana con el mismo argumento.
No bastándole al gobierno de los EEUU con empujar al gobierno a destrozar los acuerdos que firmó con las FARC, ahora le cierra las puertas al diálogo con el ELN con la colaboración de Lenín Moreno.
La captura de Santrich en el entramado geopolítico contra Venezuela
Pero esta captura también es un movimiento dentro de la estrategia geopolítica que pretende acabar con el proceso venezolano. Tan sólo unos días después salió a la luz que el presunto “informante clave” en el caso Santrich dice estar dispuesto a declarar los supuestos vínculos entre Santrich, el cartel de Sinaloa y Venezuela. Como era de esperarse, nada podrá saber directamente de esta denuncia la justicia colombiana o venezolana, porque este “testigo protegido” ya fue trasladado a EEUU y será allí donde finalmente rinda declaración.
Antes del interrogatorio formal, y el falso positivo judicial, se inició la batalla mediática. Según la prensa, “Marín dijo estar dispuesto a dar nombres de los poderosos contactos que tienen en Venezuela para mover cargamentos de cocaína”. Estas declaraciones auguran ya el inicio de una nueva operación contra Venezuela en la que “un solo hombre, pariente de un jefe de las FARC, testificará contra Santrich y, de paso, contra el capo mexicano al que acaban de montar en la lista de los más buscados y contra otros objetivos afincados en Venezuela“.
Continuarán alimentando así la narrativa del “narcoestado” venezolano y tratando de endilgar a la revolución bolivariana el fracaso inminente de los “acuerdos de paz”. Una estrategia que busca unificar en una sola maniobra una supuesta “amenaza” (ligada absurdamente con el narcotráfico) a la seguridad nacional colombiana desde Venezuela para escalar en las agresiones, impedir el avance de Gustavo Petro en el contexto electoral local y elevar el perfil del Estado colombiano como ariete geopolítico de EEUU para acorralar a Venezuela desde el frente diplomático y financiero.
Más “casualidades”. Del 9 de abril de 1948 al 9 de abril de 2018
Como si el fantasma de los asesinos de Gaitán siguiera rondando, o tal vez como evidencia de que sus descendientes siguen manteniendo el poder, se detiene a Santrich el mismo día en que se cumplieron setenta años de su asesinato en Bogotá y ese mismo día -también desde Bogotá- una parodia del TSJ venezolano, que se hace llamar “TSJ en el exilio”, dándose el lujo desmedido de sesionar en el propio Congreso colombiano, realizaba un supuesto antejuicio contra el presidente Maduro para que se gire una orden de captura de Interpol. Este esperpento jurídico tiene además del escenario privilegiado concedido por Santos, todo el apoyo de Marco Rubio y la mediática afín, como el Nuevo Herald.
Habrá que elegir entre creer en los fantasmas, maravillarse de las casualidades o asumir que los hechos aparentemente aislados forman parte del mismo plan de quien domina la geopolítica regional.
El ojo del huracán
La apelación a la amenaza externa desde Venezuela está siendo utilizada en un intento desesperado por cohesionar los votos contra Petro, pues este ex guerrillero del M-19 que también se acogió a los “acuerdos de paz” de 1990, amenaza ciertamente con romper la hegemonía de las familias colombianas que durante años se han repartido el poder. El terror de que un candidato de centro izquierda irrumpa en la reconfiguración del panorama suramericano que ha logrado la derecha en la región, ya retumba hasta en los titulares de CNN.
Petro logró sacar del debate el descalificativo de ser “castrochavista”. Ahora, de sobrevivir a la larga tradición de asesinatos de candidatos presidenciales disidentes que inició con Jorge Eliécer Gaitán, y que se llevó a su ex compañero de lucha Carlos Pizarro, Petro deberá también superar el dudoso sistema electoral colombiano.
Un presidente Maduro reelecto o un Petro presidente son una complicación para los intereses geopolíticos de EEUU en la región. No parecen dispuestos a permitir un partido como las FARC en la política colombiana, ni quieren del ELN más que una rendición incondicional.
No les interesa el diálogo como política. Tratan de cortar de raíz todas estas posibilidades. Los perros continúan ladrando, y si ladran es porque ven algo, aunque sólo sean fantasmas. Lo definitivamente cierto es que, cuando se trata de geopolítica, las casualidades no existen.
Be First to Comment