GEOPOLÍTICA DE LA SEGURIDAD III: LAS DISPUTAS GEOPOLÍTICAS DEL CIBERESPACIO

GEOPOLÍTICA DE LA SEGURIDAD III: LAS DISPUTAS GEOPOLÍTICAS DEL CIBERESPACIO

La geopolítica de la seguridad afirma que el territorio y la territorialidad son los insumos principales de la seguridad y que la mejora de los indicadores de estatalidad debe ser la preocupación central de toda política de seguridad. Si el territorio es lo importante, el ciberespacio está en el nudo del análisis estratégico de la seguridad.

La emergencia del ciberespacio no debilita la idea de territorialidad como espacio de ejercicio social de soberanía, a pesar de que la idea del “fin de la geografía” haya seducido a muchos que a todo responden automáticamente con la trasnacionalidad y la globalización. Lo cierto es que el Estado nacional enfrenta enormes desafíos, uno de ellos en el plano del ciberespacio.

El ciberespacio no es una entidad neutra, a-histórica y supraestatal que avanza “sobre” los Estados. Muy por el contrario, forma parte constitutiva del Estado y en él se asumen nuevas formas de organización del poder y se reproducen las relaciones jerárquicas, asimétricas y nacionales que son propias del Estado. Las dimensiones tradicionales de la geopolítica (tierra, aire, subsuelo, mar) agregan el ciberespacio, obligando a una geopolítica que abarque la totalidad del escenario, incluyendo no sólo la web sino todo el espacio de la red, sobretodo la Internet profunda. El análisis geopolítico identifica intereses, tensiones y conflictos de poder alojados en los territorios.

Estas disputas se expresan en las llamadas zonas “fisicas”, las estructuras de las redes y los sistemas de información protegida para evitar la filtración de flujos, pero también en la concepción metafórica del ciberespacio como territorio donde múltiples actores disputan poder, sobre todo los Estados. Allí se plantean estrategias, se implementan recursos y se lanzan pretensiones estatales de soberanía, generalmente ilegales. Adicionalmente los ejercicios criminales desarrollan una territorialidad veloz, virtual y despersonalizada. Si en las guerras se asesina con un joystick, en el crimen se alardea con la tecnología. Este análisis de seguridad debe realizarse desde la geopolítica, no desde la infraestructura y el software.

Ignacio Ramonet dice que el nuevo sistema-mundo se caracteriza por una multiplicidad de rupturas estratégicas, cuyo significado es difícil de elaborar. Internet es el vector de los cambios y muchas crisis recientes se vinculan con las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (TICs), con la desmaterialización, la digitalización generalizada y la explosión de las redes sociales. La brecha entre la abundancia de información y la escasez de accesos más la conjunción de diseminación de tecnología y abundancia de reclamos, dinamiza la formación de nuevos agrupamientos sociales instantáneos (fiestas y protestas) y reproduce la radicalización de los procesos de criminalización.

Internet es un factor geopolítico, mucho más que una simple tecnología, como demostró el rol de Wikileaks, Facebook, Twitter y demás redes sociales en la aceleración de la conectividad y en la permeabilidad de la solidez soberana de los Estados. Google, Apple, Microsoft, Amazon y Facebook se anudaron con el aparato del Estado en Washington, puestas al servicio de la política exterior de Estados Unidos y estableciendo jerarquías de centros y periferias geopolíticas en el ciberespacio, cimentando la mayor capacidad de espionaje de masas jamás vista. Esta alianza creó un “imperio de la vigilancia” que busca poner a Internet bajo escucha y etiquetar la privacidad como problema de seguridad nacional.

Simultáneamente las estructuras de poder se difuminan por el acceso universal a la red y la utilización de nuevas herramientas digitales. Ramonet dice que “el ciberespacio se ha convertido en una especie de quinto elemento. El filósofo griego Empédocles sostenía que nuestro mundo estaba formado por una combinación de cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Pero el surgimiento de Internet, con su misterioso ‘interespacio’ superpuesto al nuestro, formado por miles de millones de intercambios digitales de todo tipo, por su roaming, su streaming y su clouding, ha engendrado un nuevo universo, en cierto modo cuántico, que viene a completar la realidad de nuestro mundo contemporáneo como si fuera un auténtico quinto elemento”.

Cada elemento geopolítico fue el escenario histórico de un campo de batalla y los Estados desarrollaron ámbitos armados para cada uno de ellos (Ejército, Armada y Aviación). El desafío actual de los Estados es incorporar un nuevo ejército: el ciber ejército encargado de la ciberdefensa, con sus propias estructuras orgánicas y sus propias armas: los superordenadores capaces de defender las ciberfronteras y llevar a cabo la guerra digital en Internet.

Los dilemas también se presentan en el campo de la seguridad ciudadana. Las agencias de coacción de los Estados centrales avanzan sobre la libertad de los ciudadanos, vulnera derechos y crea inseguridad.

Además de ser una violación a la soberanía, fortaleciendo la incumbencia de la geopolítica de la seguridad, el ciberespionaje viola el espacio íntimo de las personas y criminaliza el derecho a la información. En ambos casos el espacio virtual posee indicadores de estatalidad que pueden determinarse para el área de la ciberdefensa. Lo mismo sucede en la cibercriminalidad. La invasión de la privacidad, el abuso de información, el acoso a la intimidad personal o el robo informático son generalmente estrategias organizacionales. No son asuntos de índole informática o de resolución técnica, son problemáticas estratégicas, territoriales, geopolíticas. Allí también hay indicadores de estatalidad que deben determinarse y medirse.

Las fuerzas de seguridad de otros países, conducidas por otros Estados, pueden violar la soberanía territorial del ciberespacio, al combatir la pedofilia por ejemplo. Aunque la tecnología puede vulnerar la seguridad, tiene dificultades en construir una territorialidad alterna, con lo cual es relativamente fácil de ser rebatida si se tiene conciencia sobre qué tipo de problemática se trata. La habilidad de un país para llevar adelante su defensa y su seguridad, en términos de combatir al crimen organizado en la red, dependerá en cierta medida de su desarrollo tecnológico, su infraestructura, su tecnología, su industria y su modelo de gestión de la tecnología. Pero sobre todo dependerá de su capacidad de elaborar política soberana en términos de geopolítica de seguridad que incluya al ciberespacio. Si el binomio delito/delincuente adquiere carácter prioritario, se cede la soberanía del ciberespacio en favor de la resolución criminalística del caso. Si en cambio se concibe al espacio virtual como territorio y se entiende que la política soberana incluye las 5 dimensiones territoriales, se evita el sobredimensionamiento del espacio virtual y se ejerce soberanía territorial conjunta, dando importancia geoestratégica unificada a todos los elementos. Es lo que llamamos en su conjunto territorialidad.

Internet facilita al crimen organizado el mejoramiento de sus indicadores territorialistas y estatalistas, como afirmamos desde el punto de vista de la geopolítica de la seguridad. Crímenes cibernéticos como el fraude bancario, la piratería audiovisual o la distribución de imágenes de abuso sexual a menores de edad, encuentran en la red un vector rápido aparentemente despersonalizado. Internet también facilita el tráfico de drogas sintéticas, la trata de personas, el comercio ilegal de armas, el fraude con tarjetas de crédito y múltiples variantes del cibercrimen.

La medición de los indicadores de estatalidad del ciberespionaje y del cibercrimen permite desentrañar el carácter geopolítico de la problemática de seguridad que se expresa en las disputas estratégicas propias del ciberespacio, donde los ámbitos de seguridad nacional, de seguridad privada y de seguridad ciudadana se solapan y conjugan.

Este quinto plano geopolítico exige la reformulación de un pensamiento estratégico sudamericano regional completo para la defensa de los intereses soberanos de nuestros Estados y de nuestros ciudadanos.

 

Miguel Angel Barrios

Profesor en Historia y Magister en Sociología. Doctor en Educación. Doctor en Ciencia Política.

Ha escrito obras de investigación entre las que se destacan “Diccionario Latinoamericano de Seguridad y Geopolítica” (Director), “Consejo Suramericano de Defensa: desafíos geopolíticos y perspectivas continentales” y “Seguridad Ciudadana: de lo municipal a lo continental”

Profesor de Geoestrategia en la Licenciatura en Seguridad de la Universidad de Morón y creador de la Cátedra en Seguridad Ciudadana en la Universidad del Salvador, Buenos Aires. Dicta seminarios y cursos en Academias Policiales de América Latina y es Consultor en Políticas Públicas de Seguridad.

Coautor con Norberto Emmerich de “Geopolítica de la Seguridad en América Latina”, que publicará la Editorial Biblos de Buenos Aires próximamente.

 

Norberto Emmerich

Doctor en Ciencia Política y Licenciado en Relaciones Internacionales.

Ha escrito “Una teoría política para el narcotráfico”, “Geopolítica del Narcotráfico en América Latina” y “Narcos en Buenos Aires: el caso de la Villa 31”.

Profesor de “Seguridad Ciudadana” y “Política Criminal” en la Licenciatura en Seguridad y Políticas Públicas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México.

Fue Decano del Centro de Seguridad y Defensa del Instituto de Altos Estudios Nacionales, Quito, Ecuador y Coordinador General de Investigaciones de la misma Universidad.

Coautor de “Geopolítica de la Seguridad en América Latina” junto a Miguel Angel Barrios, que publicará la Editorial Biblos de Buenos Aires próximamente.

 Fuente: http://katehon.com/es/article/geopolitica-de-la-seguridad-iii-las-disputas-geopoliticas-del-ciberespacio

Be First to Comment

Leave a Reply

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.