por Redacción de Misión Verdad, en Misión Verdad
El plebiscito por la paz efectuado en el país hermano fracasa como intento político de la gestión de Santos y los actores promotores del SÍ para legitimar ante el pueblo colombiano los acuerdos que han suscrito y que, en teoría, pondrían fin a 50 años de guerra fratricida.
El resultado favorable al NO en este plebiscito no tira del todo al suelo las posibilidades de paz para Colombia, pero sí las compromete en el corto plazo, pues esta victoria política de los promotores del NO los hace ahora promotores de borrones y reacomodos que sugieren deben efectuarse en los acuerdos. Lo que colocaría a las partes nuevamente en discusiones, dilatando con ello la oportunidad política de la paz, mientras otros factores abiertamente belicistas abanderados por Álvaro Uribe Vélez toman lugar como actores beligerantes.
El NO se impone en Colombia con 50,23% de los votos frente a un SÍcon 49,76% en un proceso electoral signado por una abstención de 63% de los colombianos habilitados para votar. Este dato es bastante interesante. Sobre algunas de las varias razones que justifican los resultados, hemos elaborado algunas reflexiones.
Las matemáticas electorales y la cuestión política de fondo
-El plebiscito fue decidido por quienes vieron la guerra por televisión. En los lugares donde ocurrió la guerra, en la marginada y asediada Colombia, ganó el SÍ. La clase media colombiana (como toda clase media en cualquier lugar) es profundamente ignorante de su historia y hoy decidió el destino de todo un país. El uribismo como subcultura vive y vota en las ciudades, pero en el campo mata y mutila personas, es paraco y absolutamente cruel. Precisamente quienes vivieron la guerra de cerca entendieron que la paz se construye con el enemigo.
-Para que se entienda lo que es hacer política en Colombia: sólo en 2016, 35 líderes sociales fueron asesinados por sicarios y paracos. Sólo hablamos de líderes, dirigentes, activistas y formadores. La tragedia para el pueblo pobre es incontable e incalculable. Con la sombra a cuestas del fracaso de los Acuerdos de la Uribe en 1984, el asesinato de dos candidatos presidenciales de la Unión Patriótica y más de 3 mil asesinatos de sus seguidores y dirigentes (congresistas, alcaldes y consejales de la UP), el escepticismo impera. Muchos que valientemente votaron por el SÍ lo hicieron bajo amenaza paramilitar en territorios específicos de Colombia.
-Gana el uribismo, el paramilitarismo, incluso contra una élite política formal y rancia que se agota y que hizo campaña por el SÍ. El enfrentamiento entre las élites, cosa común en nuestro tiempo, colocó de frente a dos factores en pugna. En Colombia el poder se fragmenta y un poder emergente signado por factores narcoparacos de reciente data se impone sobre las grandes mayorías nacionales.
La crisis política de Colombia, de la que pocos hablan
-Un desgastado y deslegitimado Santos (por cuestiones económicas, privatizaciones y desgobierno) sale de la mano junto a dos izquierdas (una armada y otra política-pacífica) que han sido satanizadas durante décadas. Salieron juntos a luchar por el SÍ. ¿Qué resultado podría tener eso? 80 años de agotamiento del modelo político colombiano y 40 años de dura satanización a la izquierda no se superaron con seis meses de campañas con globitos y palomitas. Como actores políticos favorables al SÍ, lucieron bastante débiles, sin convocatoria y con una deslegitimación a cuestas. La propaganda bélica sostenida, articulada y profunda se impuso en Colombia.
-La política colombiana toda es moribunda, sus líderes todos están deslegitimados. Ni siquiera combinadas las dos maquinarias del Sí y del NO lograron movilizar voluntades que alcanzaran el 50% del electorado. Para el pueblo, esta fue una elección más. Hay la sensación (no fortuita) de que nada cambiará nada. Sólo 37% de los colombianos habilitados para votar lo hicieron. Las dos maquinarias que se midieron por el Sí o por el NO son, en realidad, dos expresiones minoritarias de la vida colombiana.
-El actor fuerte en la política colombiana es el gran sector apático, escéptico, cautivo, desmovilizado y no beligerante. Se trata de una sociedad sosegada por años de despolitización, se trata de grandes mayorías nacionales para quienes da lo mismo el resultado del plebiscito en sus condiciones elementales de vida, pues no asocian los acuerdos a un cambio sustantivo en la política colombiana, haya paz o haya guerra. Para muchos factores de la vida colombiana lo que rige es la continuidad del modelo y, en consecuencia, de las condiciones elementales de vida en ese país. El desgaste del sistema político de Colombia se hace sentir.
De hecho, el resultado de la convocatoria del plebiscito es matemáticamente idéntico a la medición de Santos vs Zuloaga (candidato de Uribe) en la primera vuelta presidencial de Colombia 2014, pues esa vez el 62% del electorado no votó. La abstención en Colombia desde hace años es una señal que se ha eludido, en un sistema político que suele barrer bajo la alfombra con la premisa de que “no pasa nada”.
-Aunque ganan las fuerzas ultraderechistas asociadas a factores narcoparacos, son sólo el 19% del total de colombianos votantes. Gana el uribismo. La consecuencia más trágica del plebiscito en Colombia es que dada la fragmentación de las formas tradicionales de poder y su deslegitimada presencia, sólo un 19% electoral de los colombianos dirigidos por paracos puede regir, puede imponer, sin ser mayoría.
La cuestión de los medios y la campaña por el NO
-El NO hizo una feroz campaña antichavista, antizquierda, antirreconciliación. Caló perfectamente en una realidad sociocultural signada por la propaganda de guerra. Una parte del sistema político colombiano que ayer vendió balas y hoy vende cotillones apoyando la opción del SÍ es insuficiente frente a ese monstruo que ellos ayudaron a crear: un pueblo que enfermó de guerra, uno que no votó y otro que se midió y ganó.
-Es enteramente falso el argumento de que quienes promovieron el NO quieren la paz pero con justicia. Primeramente porque manipularon con su campaña a la sociedad colombiana, haciéndoles creer que el proceso de paz sería un cheque en blanco para el olvido del conflicto. Los acuerdos refrendados por el Gobierno y las FARC-EP no son tal cosa. Se trata de un proceso riguroso de búsqueda de la verdad, perdón y reparación como formas de construcción de una paz sostenible, sin desmembrar los mecanismos de justicia aunque se les permita a las FARC ir a la vida política civil y pacífica.
En segundo lugar, Álvaro Uribe Vélez hizo campaña por el NO señalando que Colombia sería “entregada a las FARC” y que él “sería encarcelado”. Uribe es el sujeto menos dispuesto en Colombia a colocarse en manos de la justicia, no es un baluarte de ella; por el contrario, él sabe que es un criminal de guerra. Para Uribe la única “justicia creíble” es la rendición de las FARC, el encarcelamiento de las fuerzas guerrilleras y la impunidad total para la narcopolítica-paraca que él representa.
La impunidad
-Uribe sabe de impunidad. Fue promotor de la supuesta “desmovilización” de las fuerzas paramilitares que él mismo creó y apoyó. Uribe inició un proceso de amnistía, sometimiento a la justicia y absolución de decenas de miles de paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), quienes luego mutaron a formas camufladas de paramilitarismo criminal, continuando su agenda de muerte en ese país y al servicio de sus amos de siempre. Este antecedente descoloca a Uribe como actor “promotor de la paz sin impunidad”.
No es un asunto exclusivo de los colombianos
-Colombia ingresa en la inefable, inédita y corta lista de ser un país con 50 años en guerra, que electoralmente decide seguir en guerra. Para Venezuela, el problema va mucho más alla de tenerlos al lado. Colombia, otra hija de Bolívar, dilata la posibilidad de una construcción efectiva de la paz. Para Venezuela, con 5 millones de colombianos, con nuestras fronteras vulneradas por incursiones irregulares y por el impacto frecuente e indirecto de la guerra en Colombia, las preocupaciones no están de más.
-La paraeconomía en el eje fronterizo binacional es la principal fuente de ingresos (de la mano con el narcotráfico) de las fuerzas paracas que han asaltado la política colombiana. El contrabando de combustibles, bienes y demás crímenes, aupados por desmanes monetarios y asimetrías inducidas (recordemos los factores Dólar Today y casas de cambio en la frontera) son una fuente de ingresos para los actores mafiosos metidos en el ejercicio de la pseudopolítica en ese país. No ha de extrañarnos que cuantiosos recursos sustraídos a Venezuela por la paraeconomía fronteriza sirvieron para financiar la costosa y agresiva campaña por el NO en el hermano país.
Claro que nos concierne lo que pasa en Colombia: esos factores políticos que nos han desangrado se autoproclaman como mayoría en la política colombiana y podrían retomar espacios que comprometerían la estabilidad binacional y regional.
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