Entender a Rusia

Autor: Larisa

Seguimos presentando otra contribución que esperamos pueda fortalecer la resistencia en contra de la Ruso-fobia imperante. Esta vez se trata de una entrevista con un investigador italiano, Paolo Borgognone, autor de un libro publicado en 2015: “Capire la Russia” o sea Entender a Rusia, Zambon Editor, 2015.

Como en el caso de Rogozin y de Starikov, la obra de Borgognone no ha sido traducida al castellano. No nos importa!

Lo que nos importa es que al menos el fondo de los argumentos de patriotas rusos y de no rusos admiradores de Rusia sean puestos a disposición de nuestros lectores. En este sentido se debe entender la entrevista que sigue con Paolo Borgognone.

Roberto Scarcia Amoretti

Por qué escribió este libro “Entender a Rusia”?

Paolo Borgognone: Pretendía, con la publicación de este libro, hacer algo en contra de la marea de ruso-fobia que en Occidente ha sido a lo largo de los siglos una especie de ideología estatal oficial en apoyo y legitimación del capitalismo y el imperialismo. Además, creo estar bastante al tanto de las corrientes políticas y espirituales históricas de Rusia que fueron objeto de mis estudios e intereses establecidos a través del tiempo.

¿Qué se debe entender de Rusia y qué entendiste tú?

P.B Creo que de Rusia y de los rusos se debe comprender primero la estructura nacional, eurasiática y por lo tanto peculiar y la característica de una nación multinacional, multilingüe y multireligiosa. El caleidoscopio ruso se mantiene unido desde la idea de formar un polo nacional y continental con sus peculiaridades, en muchos aspectos radicalmente alternativos a los intentos de Occidente de colonizar el mundo entero a imagen y semejanza del capitalismo liberal y la sociedad de mercado. Creo haber entendido que Rusia es, hoy en día, el principal bastión internacional en contra de la globalización unipolar anglo-americana.

¿Qué tienen que entender los rusos sobre Rusia y qué es lo que no entienden?

P.B. Algunos rusos, saben si quieren ser más anti-rusos que los estadounidenses. Los rusos de clase media-alta (profesionales nuevos ricos de Moscú) no entienden nada de Rusia porque, oponiéndose a Putin en nombre de supuestos “valores liberales europeos”, es decir, de la ideología del dinero y del individualismo liberal, demuestran ser indiferentes a la estructura nacional rusa, que por definición es patriótica, comunitaria y colectivista. La Rusia “profunda” y tradicional rechaza el individualismo y los módulos culturales simbólicos de la posmodernidad.

¿Qué tienen que entender los rusos acerca de los pro-rusos como nosotros?

P.B. En primer lugar, nuestra buena fe y el hecho de que nuestra atención a Rusia, su historia, sus tradiciones y su papel en el mundo es desinteresada y se mueve exclusivamente por factores de solidaridad a lo que son las bases políticas y culturales de la estructura nacional rusa.

¿Por qué los rusos no deberían desconfiar de nosotros después de la traición de “Occidente” a las promesas y incluso después haber tratando de ayudar a los revolucionarios de medio mundo durante su encarnación previa de Unión Soviética?

P.B. Creo que Rusia debería hacer más para ayudar a sus seguidores en todo el mundo. Sin embargo titubea y por varias razones: Rusia, a diferencia de los EE.UU. y los sionistas, no tiene ambiciones de dominación mundial, porque teme que esto conllevaría, para el país, un precio demasiado grande, un esfuerzo sustancial que también podría culminar como en 1991, con una nueva derrota histórica.

Recordemos que Rusia es un país que se ha levantado recientemente, y tal vez no del todo, de la catástrofe económica y social de los años noventa y del colapso de identidad de 1991. Rusia se está moviendo, a nivel internacional, con cuidado para evitar errores que podrían traer nuevas derrotas. Sin embargo, los acontecimientos de Siria nos enseñan que Rusia por fin ha superado el “síndrome de Afganistán”, ha comenzado a involucrar a hombres y medios militares en el exterior para defender sus intereses geopolíticos (lo ha hecho en Georgia en agosto de 2008 ) y este es un resultado inequívocamente positivo. Rusia ha roto el monopolio de los EE.UU. como la única potencia militar-política y económica capaz de influir en los destinos del mundo, pero no podemos pedir a Rusia que sea, o llegue a ser, lo que no es, una nueva versión de la URSS. Rusia es un país pragmático, no ideológico.

¿Cómo procediste a escribir este libro?

P.B. El libro “Entender a Rusia” es antes de todo una crítica de las bases ideológicas del concepto occidental, liberal, y de la mal llamada “sociedad abierta” (Soros), que está lista ahora para inyectar en las sociedades verdaderos anti-valores que son los que sustentan al capitalismo político y el individualismo cultural. Una verdadera estafa política y cultural que ha sido preparada durante décadas de incesante propaganda televisiva.

En el libro describí las políticas actuales que, en Rusia, aceptan o se oponen al concepto de “sociedad abierta”. Además, he querido reiteradamente precisar cómo es inútil tratar de analizar y comprender la estructura rusa basada en la perspectiva euro-céntrica, es decir basada en la dicotomía izquierda/derecha. En Rusia, de hecho, esta dicotomía no importa mucho. En Rusia existe un conflicto entre partidarios y opositores de la “sociedad abierta”.

Mientras que en Occidente la izquierda clásica, con algunas valientes excepciones, defiende los fundamentos culturales de la “sociedad abierta”, es decir, se suma entre los partidarios, más o menos consciente, de la globalización imperialista del capitalismo político-cultural, en Rusia el Partido Comunista (KPRF) es un opositor tenaz de la globalización y de la susodicha sociedad abierta. Rusia no es el Occidente, es una Nación Eurasiática Continental. Probablemente, cuando europeos entiendan esta estructura subyacente, les será más fácil sentir empatía con los rusos y, por consiguiente, dejaran las armas de la fobia y los prejuicios anti-rusos. Desafortunadamente, para los liberales y para una parte muy sustancial de la izquierda, es muy difícil renunciar al narcisismo del ambiente cultural y empezar a pensar en términos de valores de fondo y no de abstractos “derechos de libertad” característicos de un individuo-consumidor modelado en torno a los estereotipos narcisistas y hedonistas de la televisión comercial.

Acompáñenos paso a paso en su libro.

P.B. En “Entender a Rusia” he dedicado espacio al “eurasianismo” y a la figura política e intelectual de Aleksandr Dugin, filosofo y geopolítico. Dugin es uno de los pensadores más temidos y difamados en Occidente, pues la cuarta teoría política que ha expuesto, rechaza el liberalismo, es decir, el fundamento político-antropológico del capitalismo contemporáneo. Dugin y el “eurasianismo” son los principales enemigos de los teóricos de la “sociedad abierta” y sus apologistas.

Después el libro analiza con cierto detalle, el pensamiento político y filosófico de Gennadij Zjuganov, presidente del Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) y la figura original, porque integra dentro de la estructura nacional rusa y eurasiática, la tradición marxista-leninista. Ziuganov, de hecho, entre 1992 y 1994 puso en marcha un verdadero cambio de paradigma que ayudó a integrar el comunismo ruso en la tradición de los pueblos, y a desarrollar una crítica del capitalismo liberal que abarca también el nivel cultural y no sólo económico. El libro, a continuación, le confiere un amplio espacio a las corrientes de pensamiento que apoyan al presidente Putin, un líder patriótico y pragmático, cuya popularidad en el país es indiscutible, así como sus méritos de gobierno.

Vale la pena enumerar aquí algunos de los logros, principalmente en términos económicos, de Rusia desde 2000, es decir, el año en que Putin fue elegido presidente tras la catastrófica década de Yeltsin.

En 1999, último año de la desastrosa administración de Yeltsin, el PIB ruso era de 195.000 millones de dólares. En 2015, con Putin, el PIB ruso fue de 2.308 millones de dólares.

En 1999, la inflación en Rusia fue del 36,5 por ciento, en 2015 cayó al 6,5 por ciento. En 1999, el PIB pro-cáspita de Rusia fue de sólo $ 1,320 dólares por año, mientras que en 2015 ascendió a US $ 25.248, alcanzando así, al menos en las grandes ciudades del país, el promedio europeo.

En 1999, Rusia tenía reservas en oro y moneda extranjera por 12.600 millones de dólares, una ineficacia. En 2015, el oro ruso y las reservas en moneda extranjera ascendieron a $ 511 mil millones.

Por último, en 1999, la deuda pública rusa ascendía al 78 por ciento del PIB, en 2015 era la más pequeña del mundo, sólo el 12 por ciento del PIB.

Los resultados obtenidos por el gobierno de Putin en la economía han permitido a Rusia un rendimiento competitivo en el escenario geopolítico, lo que le permite ser capaz de desempeñar un papel destacado en la escena internacional, como contrapeso de Estados Unidos y la construcción de un sistema de relaciones internacionales marcadas por el multipolarismo. Las clases políticas, liberales, están particularmente descontentas con la recuperación económica y social de Rusia.

De hecho los liberales occidentales interpretaron a Rusia como un gran bazar para poder despojar, siguiendo el ejemplo de lo que ocurrió después del colapso de la URSS y el lanzamiento de la privatización y el gobierno indirecto de los oligarcas pro-americanos (Jodorkovski, Berezovsky, etc.). Estos liberales occidentales sólo tienen simpatía hacia los rusos que pretenden hacer negocios con multinacionales occidentales en contra de los intereses nacionales de Rusia, su propio país.

El libro “Entender a Rusia” también habla de estos sectores de la clase media acomodada urbana moscovita tan queridos por los medios de comunicación liberales occidentales, estos mal llamados “demócratas” en  lucha contra el supuesto “autoritarismo” de Putin. En el libro se revela el papel de quinta columna americana y liberal, de esta “joven burguesía” moscovita occidentalizada y en realidad constituida por un puñado de oportunistas codiciosos y con ganas de llegar a tener acceso indiscriminado a la industria estadounidense del entretenimiento. Gente de clase media profesional, totalmente occidentalizada en sus capas superiores, y estudiantes nihilistas, individualistas y “gadgetizados” pero carentes de valores y valor. Creo que los partidarios de Occidente en Rusia son residuales, la mayoría concentrados en los barrios ricos de Moscú y San Petersburgo.

Los oligarcas rusos, que salieron a la luz después de 1991, eran en su mayoría sionistas, pero este hecho fue completamente ignorado por los medios de comunicación. El sionismo y el capital oligárquico formaron una alianza de hierro en Rusia después de 1991. Uno de los más polémicos y discutidos entre los oligarcas de la época, Boris Berezovskij, un gran partidario de Yeltsin y después, enemigo jurado de Putin, incluso tenía doble pasaporte ruso-israelí. Y Berezovsky no era un oligarca cualquiera, sino el amo de una porción sustancial de la economía y la política rusa. Era un hombre influyente y poderoso, uno de los más ricos y temidos en Rusia. El papel del sionismo en la transición al capitalismo oligárquico-especulativo en Rusia es reconocido por el presidente del Partido Comunista de la Federación de Rusia (KPRF), Gennadij A. Zjuganov, quien desde la década de los noventa del siglo XX dijo:

“[…] nuestro pueblo no está ciego. No puede dejar de ver que la propagación del sionismo en el gobierno del estado ruso es una de las razones de la actual situación catastrófica del país, el empobrecimiento en masa y el proceso de extinción de su pueblo. Zjuganov reconoció abiertamente el “papel destructivo del capital sionista en el colapso de la economía rusa y el robo de los bienes nacionales”.

Las palabras de Zyuganov le costaron al presidente del KPRF una acusación completamente inmerecida de “antisemitismo” y Boris Berezovsky incluso pidió en 1998 la disolución del Partido Comunista de la Federación de Rusia porque en su opinión se estaba “convirtiendo en un partido nazi”. Equipar la crítica del sionismo como una ideología, al anti-judaísmo como una forma de racismo es la coartada preferida de aquellos que no tienen argumentos para defender lo indefendible.

¿Qué espacio operativo debe emerger de su libro? Dicho brutalmente, qué es lo que tenemos que hacer?

P.B. Tenemos que empezar, mirando a Rusia por lo que es y no por lo que nos gustaría que fuera. Rusia no es la Unión Soviética, no es un Estado ideológico, es un país pluralista y, sobre todo, un sistema económico capitalista. Rusia es, sin embargo, en algunos de sus procedimientos internos sociales, un país profundamente unido a su memoria histórica y la tradición, y esto hace que sea menos permeable que en los países de la UE, a los estilos de vida, de consumo y el pensamiento liberal occidental de importación norteamericana. Una manera interesante de acercarse a Rusia sin prejuicios es estudiar la historia de la cultura, la literatura y la religión. Rusia es, de hecho, un país donde la Iglesia ortodoxa, y también la tradicional sufí del Islam (en Rusia, de hecho, viven al menos 15 millones de musulmanes, que no son inmigrantes, sino ciudadanos rusos étnicos que viven allí desde hace siglos), puede jugar, entre las masas, el papel de cemento social y sustituto ideológico del marxismo-leninismo después del desmantelamiento de la URSS.

Todo el mundo está hablando de guerra de información. Me parece que la información es como la comida, demasiado poco, eres demasiado débil para luchar, demasiado (mucho) eres demasiado gordo. En un caso como en el otro no te puedes mover. ¿Pero todo el esfuerzo de Russia Today está dando resultados que valen la pena para invertir en tiempo, energía y dinero?

P.B. Creo que RT ha sido capaz de romper el monopolio americano sobre las noticias de última hora, y que hace reportajes de alta calidad. A Rusia le cuesta liberarse de la hegemonía de la agenda político-cultural dictada por los profesionales de los medios de comunicación de formación anglo-americana porque no es un estado ideológico y no tiene como Estados Unidos una ideología de teología-estado que desee exportar. Rusia es un país normal, mientras que Estados Unidos representa, con su mesianismo liberal, una peligrosa anomalía imperialista.

Por supuesto, los estadounidenses, o mejor dicho, los liberales, todavía tienen la primacía de la producción inmaterial, de la producción flexible. Por otra parte, son los liberales (algunos dirían “neo-liberales”) que inventaron el concepto de producción inmaterial, virtual y, por consiguiente, el capitalismo de consumo y de deseos.

Por qué los patriotas rusos no están unidos.

P.B. En Rusia hay patriotas de diferentes orígenes políticos e ideológicos de los patriotas eurasianistas pasando por los comunistas del PCFR y el Zhirinovsky nacional-populista. Estas fuerzas políticas no pueden unirse porque son la expresión de diferentes plataformas políticas y programáticas. Por ejemplo, creo que Putin es un nacionalista-globalista bastante coherente, mientras que Zyuganov es partidario del Estado comunista. No hay posibilidad de entendimiento, en la política económica, entre-globalistas nacionales de Rusia Unida y los comunistas (que son la principal fuerza de la oposición parlamentaria con 13 por ciento de los votos), pero todas las fuerzas políticas representadas en la proporción Duma apoya la idea de que Rusia debe mantener una política exterior basada en la salvaguardia de su independencia nacional y multipolarismo.

Si queremos entrar en detalles, hay un ejemplo doloroso. Hasta los patriotas del Donbass están fragmentados por diversas razones, entre ellas la dificultad objetiva de construir un estado funcional con estructuras e infraestructuras públicas, políticas, económicas y militares en tiempo y en presencia de una guerra interna espantosa, que surgió en 2014.

¿Podemos/debemos o no deberíamos formar “quintas columnas” pro-rusas por todas partes en Europa?

Absolutamente no. El término quinta columna es un término polémico que describe a aquellos que, por intereses económicos, o incluso estúpidamente, desempeñan el papel de agentes del colonialismo y la doctrina de la exportación de la “sociedad abierta” en el extranjero, en Rusia o en China o en Irán.

Lo que tenemos que hacer, en la medida de lo posible, es respetar la historia, el lenguaje, las tradiciones religiosas y espirituales, la cultura y la evolución social de los pueblos como Rusia, que sentimos, de alguna manera, más similar a nuestra forma de pensar y de ser. Por otro lado, es nuestra tarea organizarnos, salvaguardando las especificidades ideológicas de cada uno, pero compartiendo lo que nos unen para romper el monopolio político en Europa, de las fuerzas ruso-fóbicas liberales.

¿Escenarios actuales y escenarios futuros tanto en Rusia como entre nosotros de esta “galaxia” pro-rusa?

P.B. Es imposible esbozar ciertos escenarios. En cuanto a la propia Rusia, creo que la expansión de una clase media urbana interna orientada culturalmente hacia normas occidentales de consumismo  pueden ser un factor de riesgo para la estabilidad del país. Los problemas para Putin y sus sucesores vendrán cuando la gente comienza a olvidar el recuerdo de los problemas y la miseria de los noventa del siglo pasado. Cuando las clases medias urbanas rusas querrán más y más y más extravagantes bienes de consumo efímeros para satisfacer su propio narcisismo, y a continuación, comenzar a invocar el liberalismo y una nueva ola de estadounidensización, poniendo en crisis el liderazgo pragmático y no ideológico de la Federación Rusa. Mi esperanza es que el patriotismo de la Rusia profunda, de las capas populares y de la burguesía nacional urbana (y provincial) acabe por prevalecer, desarmando a los liberales. Es la tarea de todos los que se declaran admiradores de Rusia, incluso a nivel internacional, trabajar para mantener el árbol del patriotismo de modo que Rusia pueda todavía, durante mucho tiempo, preservar su independencia y la riqueza de su historia y cultura.

 

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