El que mucho abarca poco aprieta

Eduardo Jorge Vior para o Blog Saker Latinoamérica e Telam – 16 de março de 2023

Mientras EE.UU. dispersa fuerzas contra Rusia y China, el reacercamiento entre Irán y Arabia Saudita deja a Washington con poco espacio en Asia Occidental
Foto AFP
Foto: AFP

Cuando el pasado viernes 10 Arabia Saudita e Irán anunciaron desde Pekín el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas, los medios occidentales se quedaron estupefactos por el rol mediador que China tuvo en ese acontecimiento histórico. En realidad, lo sorprendente es que Estados Unidos no haya tenido ningún papel en ese acercamiento y cuán aislado ha quedado Israel. La insistencia de Washington en confrontar a todos los actores del bloque euroasiático al mismo tiempo lo ha hecho dispersar fuerzas, descuidar a aliados importantes y a tratar de igual modo realidades sumamente diferentes.

Para demostrar que confían en el diálogo, pero que, en caso de necesidad pueden recurrir a métodos más enérgicos, fuerzas navales de China, Irán y Rusia realizan esta semana ejercicios conjuntos en el Golfo de Omán. “Este ejercicio ayudará a profundizar la cooperación práctica entre las armadas de los países participantes (…) e inyectará energía positiva en la paz y la estabilidad regionales”, declaró el miércoles el Ministerio de Defensa Nacional chino en un comunicado.

Irán, Pakistán, Omán y los Emiratos Árabes Unidos tienen costas a lo largo del Golfo de Omán, situado en la desembocadura del estratégico Golfo Pérsico. Pekín envió el destructor de misiles guiados Nanning para participar en los ejercicios centrados en la búsqueda y rescate en el mar y otras misiones no bélicas. China mantiene su única base militar en el extranjero en Yibuti, país del Cuerno de África con directo acceso al Golfo de Omán.

Las maniobras, previstas desde este miércoles hasta el domingo, se producen inmediatamente después de que China auspiciara en una ceremonia celebrada en Pekín el viernes pasado la reapertura de relaciones diplomáticas entre la República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudita. Significativamente, el acto fue presidido por Wang Yi, excanciller y actual secretario de Relaciones Internacionales en el Buró Político del PCCh. El rango del anfitrión indica la importancia que China adjudicó al evento.

Mientras que Estados Unidos ha enfurecido a sus aliados del Golfo frenando el suministro de armas y enfriando las relaciones con alegaciones morales en las que nadie cree, el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman (conocido como MBS) encontró un espíritu comprensivo en el líder de China, Xi Jinping.

El anuncio del viernes de que Riad y Teherán habían retomado sus lazos diplomáticos fue inesperado, pero es el resultado lógico de la incapacidad norteamericana para moldear el mundo a su imagen y semejanza. Durante décadas Washington compró el petróleo saudita al precio que le convino, calló ante todos los crímenes que cometió la dinastía saudita, mientras apoyaba todas las aventuras de Israel en nombre de la libertad y la democracia. Al mismo tiempo, desde hace más de 40 años buscó destruir la República Islámica en Irán. Hace cinco años pasó a condenar a MbS por el asesinato de un periodista opositor en Estambul, redujo sus compras de petróleo y sus envíos de armas. Tras la pandemia y el comienzo de la guerra en Ucrania, en tanto, Rusia y China se acercaron a Irán y la segunda convino con Arabia Saudita la adquisición de petróleo en yuanes.

La conclusión de todos los actores regionales fue, por lo tanto, lógica: si no sirve para hacer negocios, no brinda seguridad y sólo apoya ciegamente al actor más peligroso de la región, ¿para qué sirven los Estados Unidos?

Mohamed bin Salman
Mohamed bin Salman.

A la inversa, los monarcas árabes del Golfo y los ayatolás iraníes  calculan los réditos que dejarán los venideros negocios con China. En 2021 Pekín y Teherán firmaron un acuerdo que prevé U$S 400.000 millones de inversión china en 25 años a cambio de un suministro constante de petróleo iraní. Y existe la esperanza de que haya más en el futuro, ya que el poder geopolítico se está desplazando hacia el Este. “Asia se convertirá en el centro del conocimiento, el centro de la economía, el centro del poder político y el centro del poder militar”, afirmó el líder iraní Alí Jamenei el año pasado.

Desde la perspectiva saudita, la normalización con Irán reduce los riesgos en su camino de reformas y transformación económica. La audaz visión que el heredero del trono ha presentado sobre el futuro del país tras la era de los combustibles fósiles así como la estabilidad interna dependen de que los cuantiosos ingresos procedentes del petróleo y el gas se inviertan dentro del país y para eso necesita tranquilidad interna y externa.

Por ejemplo, el proyecto de Jizan, parte de la iniciativa china de la Franja y la Ruta, anuncia enormes inversiones en torno al antiguo puerto del Mar Rojo, actualmente el tercero más grande de Arabia Saudita. Jizan se encuentra cerca de la frontera con Yemen, escenario desde 2014 de una sangrienta agresión saudita y emiratí y una batalla por poderes entre Riad y Teherán que ha desencadenado lo que Naciones Unidas ha calificado como la peor crisis humanitaria del mundo. Significativamente, desde la visita de Xi Jinping a Arabia Saudita los ataques episódicos de los rebeldes Huti hacia este puerto han disminuido.

Al mismo tiempo, los planes para ampliar el manejo de contenedores de Jizan ponen a Arabia Saudita en mayor competencia con los puertos de contenedores de EAU y potencialmente tense otra rivalidad regional, ya que MBS se esfuerza por convertir a su país en la potencia regional dominante, desplazando a los EAU como centro regional para las empresas globales. Si bien a Xi le interesa ver prosperar a la vez a Arabia Saudita y a EAU, Arabia Saudita es el socio más importante, con un mayor potencial económico mundial y con una enorme influencia religiosa en el mundo islámico.

En lo que EAU y Arabia Saudita coinciden firmemente es en evitar el conflicto directo con Teherán. El alto el fuego en Yemen, antaño inestable, parece avanzar ahora hacia conversaciones de paz, quizás otro indicio del potencial de la influencia china en la región. La esperanza de que en este país del suroeste de la Península Arábiga se dé una desescalada es ahora más realista. Los riesgos para el transporte marítimo y el suministro de petróleo en la región podrían reducirse y el comercio y la inversión entre los países podrían contribuir al crecimiento de todos los actores.

Riad y Teherán seguirán siendo adversarios con visiones opuestas para la región, pero la mejora de los canales de comunicación puede reducir el riesgo de una confrontación militar directa entre ambos Estados. El único actor regional que desentona y amenaza quedarse solo es Israel.

A finales de enero, cuando el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken visitó Israel preocupado por el creciente número de muertos palestinos en un año, la posible expansión de los asentamientos y la arremetida del gobierno derechista contra el poder judicial israelí, el primer ministro Benjamin Netanyahu le prometió “ampliar el círculo de la paz” y mejorar las relaciones con los vecinos árabes, incluida Arabia Saudita. Sin embargo, a medida que Riad se acerca a Teherán, Israel queda cada vez más aislado. Las continuas provocaciones y acciones subversivas de Tel Aviv en Irán ya no tienen apoyo de los líderes regionales. Sólo Netanyahu parece dispuesto a ir a la guerra contra la República Islámica. “Mi política es hacer todo lo que esté al alcance de Israel para impedir que Irán adquiera armas nucleares”, declaró el dirigente israelí a Blinken.

Por el contrario, Riad es partidario de la diplomacia. La semana pasada, el ministro saudita de Asuntos Exteriores dijo: “Es absolutamente crítico… que encontremos y una vía alternativa para asegurar un programa nuclear civil (iraní)”. Al mejorar los lazos con Teherán, aclaró, “podemos dejar bien claro a los iraníes que no se trata sólo de una preocupación de países lejanos, sino también de sus vecinos”.

La primacía de EE.UU. en Asia Occidental se ha roto. No es un nocaut, pero sí un golpe que ha hecho trastabillar a Washington. Xi Jinping es consciente de cuánto ha logrado, pero también de los límites de su triunfo, y ambas potencias coexisten ahora de un modo diferente.

Biden, por su parte, define la futura relación entre Estados Unidos y China como “competencia, no confrontación” y continúa justificando su política exterior por la “defensa de la democracia” y por la “construcción de un orden mundial basado en reglas”. La primera la desmienten los Estados Unidos constantemente, cuando subvierten todos los gobiernos democráticos que no les placen. Nadie sabe, en tanto, a qué reglas se refieren los norteamericanos, ya que las cambian a cada ocasión.

En Asia Occidental ha perdido tanto el poder de convicción como el de coacción que tuvo durante décadas. Embarcado en una guerra híbrida global e ininterrumpida contra las potencias euroasiáticas, EE.UU. ha excedido sus menguadas fuerzas. Si no reconoce los límites que la nueva realidad le impone, pronto sufrirá golpes muy severos. El que mucho abarca, poco aprieta.


Eduardo J. Vior é um veterano sociólogo e jornalista independente, especialista em política internacional, professor do Departamento de Filosofia da Universidade de Buenos Aires (UBA).

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