por Vicky Peláez, en Sputnik en español
Desde tiempos antiguos, la guerra siempre ha sido un negocio, así como sucede con la invasión de EEUU a Afganistán y que se ha convertido en la campaña militar más larga de la historia norteamericana.
“Lo que es obvio no requiere de explicación” (proverbio afgano)
Iniciada en el 2001 como ‘Operación Libertad Duradera’, lo único que aporta a la sufrida Afganistán, además de caos y destrucción, es la libertad para el tráfico de opio, morfina y heroína. Se repite la historia de los años 50, cuando EEUU se encargaba del tráfico de opio a través del Triángulo de Oro en el sudeste de Asia, cubriendo 350.000 kilómetros cuadrados.
El opio es, en realidad, una de las causas principales de la decisión del Gobierno de Barack Obama de seguir manteniendo las tropas norteamericanas en Afganistán después de anunciar oficialmente en el 2014 que la guerra había concluido. Sin embargo, dos años antes de esta declaración, en 2012, Washington había firmado con Kabul el acuerdo ‘The US/Afghan Strategic Partnership Agreement’ (SPA), que permite a las tropas estadounidenses quedarse en Afganistán hasta el 2024. Actualmente, están estacionados en el país unos 8.400 militares y cerca de 30.000 contratistas. También están presentes no menos de 1.000 soldados de la OTAN. Igualmente, el actual presidente de EEUU, Donald Trump, declaró recientemente que piensa enviar unos 4.000 soldados adicionales a Afganistán para dar “mayor estabilidad al país”.
El repaso breve de las últimas dos décadas de Afganistán nos indica claramente que la invasión de EEUU y de sus aliados hizo revivir el mercado de opio, que fue prácticamente erradicado en vísperas de la guerra por el régimen talibán bajo el liderazgo del mulá Omar. De acuerdo al estudio realizado por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en conjunto con el Ministerio de Lucha Contra el Narcotráfico de Afganistán (MCN) ‘Opium Survey 1994-2016’, la adormidera, de cuyo fruto se extrae el opio, fue un cultivo tradicional en el país. Hasta el año 2000, la amapola se sembraba en una área de 50.000 a 80.000 hectáreas. El régimen talibán, para congraciarse con EEUU y así evitar la invasión, hizo reducir esta extensión a 8.000 hectáreas.
Sin embargo, la decisión de entrar el conflicto, apoyada en el pretexto de ‘Guerra contra el Terrorismo’ y ‘Guerra contra la Droga’, ya estaba tomada por Washington mucho tiempo antes. Bastó un año de permanencia de las tropas estadounidenses y las de sus aliados de la OTAN para que el área de cultivo de adormidera se extienda a unas 75.000 hectáreas. En 2008, la amapola se cultivaba ya en 193.000 hectáreas y, en 2016, esta planta abarcó 201.000 hectáreas. Con esto, la producción de opio creció de 185 toneladas en 2001 a 3.400 toneladas en 2002, y a ente 5.000 y 7.000 toneladas en 2016, aunque se considera extraoficialmente que la producción anual de opio ronda las 9.000 toneladas. Actualmente, Afganistán produce un 95% de opio y de sus derivados, morfina y heroína, a nivel mundial.
Se calcula que, hoy en día, el valor total del mercado de la heroína a nivel mundial es de unos 65.000 millones de dólares; el de opio es de unos 10.000 millones; y el de morfina alcanza los 20.000 millones de dólares. Es decir, el valor total de opio y sus derivados alcanza unos 95.000 millones de dólares, de los cuales 90.000 millones se originan en Afganistán. De esta cantidad, solamente 3.300 millones de dólares (el 3,5%) se quedan en su tierra nativa, lo que aporta un 19% al Producto Bruto Interno (PBI).
El destino del resto del valor total originado en Afganistán —86.700 millones de dólares— constituye una incógnita. En una entrevista con la publicación Drug Forum, la exparlamentaria afgana Malalai Joya declaró que “EEUU y sus aliados están obteniendo el máximo de ganancia en el negocio multimillonario de opio. Sin su ayuda y apoyo, Afganistán nunca habría podido producir 8.500 toneladas de opio al año” (16 de octubre 2009). Según esta luchadora por los derechos humanos, “la narcoeconomía de Afganistán es un proyecto diseñado por la CIA y apoyado por la política exterior de EEUU. Hay informes en Afganistán que indican que incluso el Ejército estadounidense está participando en el tráfico de opio”.
A tal extremo ha llegado el tráfico de opio afgano que hasta el cuidadoso en sus declaraciones Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, declaró que “durante la guerra de EEUU y la OTAN en Afganistán, el narcotráfico prosperó y hay evidencias de que algunos destacamentos militares de la OTAN cerraron los ojos al tráfico de drogas, si es que no estaban envueltos en los carteles criminales”. En realidad, la CIA y otros servicios de inteligencia, incluyendo a la misma DEA, siempre han estado involucrados en el tráfico de estupefacientes y en Afganistán están llevando a cabo, según el periodista norteamericano Dave Gibson, de NewsMax, “su negocio favorito, como lo hicieron durante la guerra en Vietnam”.
Y no resulta nada extraña la participación de EEUU en el negocio de los narcóticos. De hecho, después de las armas y el petróleo, las drogas son el tercer producto comercial más importante en términos de ingresos. Existe una larga historia de involucramiento de la CIA, la DEA, el FBI y otros servicios de inteligencia y seguridad en el tráfico de droga. El político norteamericano Ron Paul, en referencia al caso Iran-Contra, aseveró: “El tráfico de droga es una mina de oro para la gente que quiere obtener dinero para el gobierno clandestino (Deep State) para financiar los proyectos que no podrían llevar a cabo legítimamente. Sin duda alguna, la CIA estaba envuelta en el negocio de droga. Lo vimos en la televisión”.
El conocido caso del cartel Sinaloa involucra también al FBI, la DEA y el Departamento de Justicia de EEUU, que permitieron al cartel llevar droga a suelo estadounidense a cambio de información sobre otros carteles. El Congreso norteamericano investigó la ‘Operación Rápido y Furioso’, organizada por el Departamento de Justicia, la FBI, la DEA y la AFT (Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos), que pasaron más de 2.000 sofisticadas armas de fuego al cartel de Sinaloa entre 2006 y 2011. Fue la CIA la que convirtió a México en el principal corredor para pasar cocaína desde Perú, Bolivia y Colombia a EEUU. Los periodistas que se atreven a denunciar la participación de la CIA en el narcotráfico son frecuentemente asesinados misteriosamente.
Así pasó con el periodista de investigación Gary Webb, que escribió el libro ‘Alianza Oscura’, en el que evidenció cómo la CIA dirigía la venta de crack en Los Ángeles en los vecindarios afroamericanos para conseguir dinero para la Contra nicaragüense. El periodista fue asesinado con dos balazos en la cara, lo que fue calificado por la investigación como un suicidio. Y estos ejemplos abundan. En el caso de Afganistán, no se descarta también la participación de los contratistas que, supuestamente, gastaron más de 8.000 millones de dólares en los últimos 10 años para erradicar el opio en el país.
Sin embargo, su producción está en aumento y, según la investigación realizada por el programa de TV ruso Vesti, la heroína afgana sale a bordo de aviones militares estadounidenses de carga de la base turca de Incirlik y muchas veces, como lo escribió en The Guardian la periodista afgana Nushin Arbabzadah, la heroína se oculta en los ataúdes que llegan a EEUU repletos de droga. Parece que a nadie de las autoridades norteamericanas le interesa que la heroína sea la causante de la muerte de unas 10.000 personas en EEUU.
Los intereses de Don Dinero se imponen implacablemente sobre la salud incluso de los ciudadanos estadounidenses. Para esto se ha creado desde hace ya mucho tiempo un sistema amparado por el Código de la Regulación Federal, Título 21. Esta regulación determina que los récords de investigaciones de la Food and Drug Administration, los secretos comerciales, la información financiera y comercial obtenida durante la investigación por los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, estarán exentos de divulgación pública. Eso se traduce en que nunca se sabrán los nombres de los responsables reales o padrinos del narcotráfico que involucra a Estados Unidos y a sus aliados de la OTAN.
Pero, como dicen los afganos, “el sol no podrá ser ocultado por dos dedos”. Algún día, según el periodista Eric Margolis, de The Huffington Post, “la participación de EEUU en el tráfico de opio afgano será uno de los capítulos más vergonzosos” en la historia del país.
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