por Dmitry Orlov. En Club Orlov. Publicado originalmente el 22 de abril de 2025. Traducción de Comunidad Saker Latinoamérica
Aunque el tema de la antigua Ucrania ya no recibe mucha atención en los medios corporativos occidentales (existen preocupaciones más urgentes, como la guerra comercial con China, la rápida desglobalización y el inminente colapso financiero de Estados Unidos), todavía se intenta promover las negociaciones de paz (o de alto el fuego) con la antigua Ucrania, como si fuera una entidad con la que siquiera fuera posible negociar. No obstante, pienso dedicar mucha menos atención a Ucrania, que ha estado acaparando espacio en los medios durante demasiado tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que la victoria rusa se da por sentada desde hace casi dos años. Pero antes de hacerlo, me gustaría explicar a mis lectores por qué la antigua Ucrania no es objeto de negociaciones, sino un mero objeto de abuso, degradación y genocidio.
El aparato estatal ucraniano (tanto federal como regional, ya que todas las autoridades regionales son designadas desde Kiev) está compuesto por unos pocos miles de personas, empezando por Zelenski. Estas personas trabajan bajo contrato con diversos grupos criminales/mafiosos que, a su vez, pertenecen y son operados por diversos grupos globalistas que controlan gran parte de la Unión Europea y la mitad de Estados Unidos. Las familias de estas gentes han sido evacuadas a Occidente, sus ahorros están en cuentas bancarias occidentales y sus demás activos (bienes raíces, inversiones) también están en Occidente. Invariablemente poseen pasaportes occidentales, además de los ucranianos. Están asignados temporalmente a la antigua Ucrania y todos cuentan con planes de evacuación que pueden implementarse con poca antelación.
Tienen dos funciones: facilitar la corrupción y el genocidio. La corrupción adopta múltiples formas, desde la reventa de armas proporcionadas por Occidente en el mercado negro (han estado apareciendo en todas partes, desde Yemen hasta México) hasta proporcionar a funcionarios occidentales de visita maletas llenas de dinero estadounidense para que las lleven a casa en su equipaje diplomático, que la administración Biden, con la mayor consideración, trajo en avión para ese propósito. El genocidio es más simple: consiste en reunir a tantos hombres (y algunas mujeres) como sea posible y enviarlos a morir, en su mayoría por ataques de artillería y aéreos, y sobre todo en las pocas zonas restantes ocupadas por Ucrania de lo que hoy es territorio ruso.
Por debajo de estos miles de sirvientes occidentales hay decenas de miles de funcionarios de bajo rango: jefes municipales, funcionarios de agencias federales, reclutadores del ejército (que secuestran a la gente de la calle y la obligan a unirse al ejército). También han evacuado en gran medida a sus familias a Occidente y planean unirse con ellas en cualquier momento. Lo que hacen en Ucrania es lucrarse de cualquier manera. Una de sus principales fuentes de ingresos es aceptar sobornos para evitar ser reclutado, que se pagan en dólares estadounidenses, cuyos precios ahora alcanzan los 10.000 dólares.
Millones de antiguos residentes ucranianos, sanos y con algo de dinero, ya han huido del país. Quienes se han quedado son, en esencia, una masa desmotivada: marginados, jubilados, pobres, enfermos crónicos, y degenerados. Se les ha lavado el cerebro, mediante una implacable propaganda estatal, para que formen parte de una secta suicida que ahora impregna toda la sociedad ucraniana. Oponerse desde dentro sería un acto inútil de locura.
Quienes controlan el gobierno ucraniano y las pocas decenas de miles de funcionarios ucranianos, y controlan sus finanzas, su capital y la logística de su futura huida de los antiguos territorios ucranianos, son quienes deciden qué hará la antigua Ucrania. Estos dueños no son un grupo jerárquicamente organizado y disciplinado, sino un conjunto de bandas oligárquicas, cada una controlando algún aspecto de la estructura general, desde el propio Zelenski hasta diversas organizaciones terroristas que supuestamente dirige (pero que en realidad no dirige). Zelenski puede “ordenarles” un alto el fuego; algunos pueden obedecer, mientras que otros seguirán luchando, ya que su verdadera cadena de mando lleva a otra parte. Y ninguno de ellos obedecerá las órdenes de ningún funcionario estadounidense, especialmente Trump. ¿Quién es él, en definitiva, sino un residente temporal de la Casa Blanca?
La antigua Ucrania no es un Estado. Es un gólem animado por zombis y controlado por un grupo secreto de oligárquicos. No hay nadie que participe en las conversaciones de alto el fuego, las conversaciones de paz, las negociaciones, los famosos “acuerdos” de Trump, las consultas… Mientras tanto, los medios occidentales se esfuerzan por perpetuar la falsa idea de que la antigua Ucrania es una nación real, sujeta al derecho internacional y con intereses nacionales que deben tenerse en cuenta. Los oligárquicos y globalistas propietarios de la antigua Ucrania tampoco son capaces de ningún tipo de acuerdo negociado. Lo que hacen ahora es buscar que la próxima Ucrania se convierta en una secta suicida controlada externamente que pueda lanzarse contra Rusia. Parecen depositar sus esperanzas en Rumanía y Moldavia. Los rumanos no quieren morir; pero los ucranianos tampoco.
La frase de Dwight Eisenhower: “Si no puedes resolver un problema, amplíalo” es una idea bastante poderosa que puede ayudar a resolver numerosos problemas, incluido este. Dado que la oligarquía globalista es incapaz de negociar, la solución es eliminarla. Y para ello, es necesario destruir el globalismo como fenómeno. A su vez, la mejor manera de destruir el globalismo es destruir la economía global y reemplazarla con estructuras regionales. (Limpiar estas estructuras regionales de las influencias globalistas es una tarea adicional en curso). Que esto parezca estar sucediendo es motivo de esperanza.
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