Por Eduardo J. Vior, para o Saker Latinoamérica e Telam – 30 de outubro de 2022
La irritación que EE.UU. manifiesta después del chasco que los asesores de Biden se llevaron con Arabia Saudita demuestra la pérdida de sentido de realidad del Imperio en decadencia
El secretario de Estado estadounidense Antony Blinken dijo el miércoles que Estados Unidos reevaluaría su relación con Arabia Saudita por la decisión del reino de poner en práctica el acuerdo adoptado por la OPEP+ (la asociación de la OPEP con otros países exportadores de petróleo) para recortar la producción de petróleo a partir del próximo mes, una medida sobre la que la Casa Blanca afirma que ayuda al esfuerzo bélico de Moscú contra Ucrania. Ofendida por el fracaso de sus gestiones, para que Riyad no se sumara al parcial boicot petrolero, la diplomacia norteamericana impulsa ahora que el Congreso suspenda la ayuda militar a Arabia Saudita. Con la iniciativa Washington se malquista con un viejo aliado en Medio Oriente, sin un provecho visible.
Los líderes sauditas decidieron a principios de este mes unirse a Rusia para liderar un cártel de productores de petróleo y anunciar el recorte de la producción en dos millones de barriles diarios, lo que podría elevar los precios y, secundariamente, ayudar a Rusia que está gastando mucho en su guerra en Ucrania.
Este miércoles el secretario de Estado Antony J. Blinken reiteró que considera “equivocada” la decisión anunciada el 5 de octubre en Viena por la OPEP+, un grupo de 23 países productores de petróleo que incluye a Rusia. También dijo que la reevaluación de la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita se haría “en consulta con los miembros del Congreso, para asegurarnos de que la relación refleje mejor nuestros propios intereses”.
Los funcionarios sauditas responden que la OPEP+ toma sus decisiones exclusivamente en base a un análisis económico del mercado del petróleo y no por motivos políticos. También niegan estar cooperando con Rusia en materia de política petrolera.
En la entrevista con Bloomberg, Blinken dijo que el gobierno de EE.UU. reconocía que desde el anuncio de la OPEP+ Arabia Saudita había hecho algunos gestos “para ayudar a Ucrania”, incluyendo el apoyo a una reciente resolución de la Asamblea General de la ONU que condena la incorporación a Rusia de cuatro provincias del sur y del este y un anuncio de Riad de que dará a Ucrania 400 millones de dólares en ayuda humanitaria adicional. “Ambos son avances positivos”, dijo el secretario, pero “no compensan la decisión que tomó la OPEP+ sobre la producción”.
Estados Unidos y sus aliados han impuesto amplias sanciones económicas a Rusia desde que ésta emprendió las hostilidades contra Ucrania en febrero, pero Rusia ha seguido obteniendo importantes ingresos de las exportaciones de petróleo debido a los altos precios mundiales del crudo. Entre tanto, éstos dan señales de descender, porque el aumento de las tasas de interés en EE.UU. revalorizó el dólar y está bajando los precios relativos de los productos transables (commodities). Ciertamente, el anuncio de la OPEP+ no ha provocado todavía un aumento de los precios del petróleo, pero los funcionarios estadounidenses están pendientes de lo que ocurra, cuando la disminución de la producción entre en vigor en noviembre.
Estados Unidos y sus aliados europeos también están tratando de elaborar un complejo mecanismo para imponer un tope de precios al petróleo ruso, en tanto a principios de diciembre entra en vigor un embargo parcial de Europa sobre el producto. Sin embargo, el anuncio de la OPEP+ en octubre complicó estas iniciativas.
A finales de septiembre los funcionarios estadounidenses trataron de persuadir a Arabia Saudita de que no se adelantara a la decisión del cártel petrolero anunciando por su cuenta el recorte de la producción. Entonces pensaron que los sauditas respetarían el acuerdo confidencial que habían alcanzado en mayo, para que el reino presionara a la OPEP+ para que anunciara aumentos graduales de la producción de petróleo a lo largo del otoño y así ayudara a bajar los altos precios del hidrocarburo. Sin embargo, los sauditas niegan haber hecho tal acuerdo y afirman que ellos actúan exclusivamente en función de las condiciones del mercado.
Evidentemente, la diplomacia norteamericana hizo sus cálculos en base a un esbozo de promesa saudita que nunca se concretó. Ahora el Departamento de Estado está ofendido por la supuesta deslealtad saudita y reacciona irritado.
Tras el anuncio de que la OPEP+ recortará drásticamente la producción de petróleo, el presidente Biden pidió que se “reevaluara” la relación de Washington con Arabia Saudita y varios miembros del Congreso han propuesto leyes para castigar a su más antiguo aliado en Oriente Medio. Sin embargo, sólo un instrumento legislativo -la Resolución de Poderes de Guerra de Yemen (WPR, por sus siglas en inglés)- tiene perspectivas realistas de ser adoptada y transformar la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita.
La Resolución de Poderes de Guerra fue adoptada en 1973 para sacar a Estados Unidos de Vietnam. La ley daba al Congreso el control sobre el uso que el ejecutivo puede hacer de la fuerza militar. De acuerdo con sus normas, los proyectos de ley que invocan la WPR reciben un estatus especial acelerado que requiere que el Congreso los vote en los 15 días legislativos siguientes a su presentación.
La promulgación de una WPR sobre Yemen cambiaría fundamentalmente la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita, al poner fin al apoyo de Washington a la agresión de Riyad contra Yemen. También pretende demostrar al príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman el enojo de Estados Unidos, si lleva a cabo políticas contrarias a los intereses norteamericanos.
El proyecto de ley ya cuenta con un importante apoyo en el Congreso, con 118 miembros de la Cámara y 12 senadores y está a la espera de ser presentado. En medio del enfado por la decisión de la OPEP+, los congresistas han propuesto también otras respuestas. El senador Bob Menéndez (demócrata de Nueva Jersey), por ejemplo, declaró recientemente que “como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado no daré luz verde a ninguna cooperación con Riad hasta que el reino reevalúe su posición respecto a la guerra en Ucrania”.
Otros representantes fueron aún más lejos, pidiendo la retirada completa de los sistemas de defensa antimisiles y de las tropas estadounidenses tanto de Arabia Saudita como de los Emiratos Árabes Unidos. Asimismo se presentaron en la Cámara y en el Senado proyectos para prohibir durante un año la transferencia de armas, piezas de repuesto y apoyo logístico al ejército saudita.
Si bien es saludable que, después de ocho años de agresión saudita y emiratí contra Yemen, EE.UU. decida cortar su ayuda militar a los invasores, es sintomático que suceda en momentos en que Saudiarabia da claras señales de autonomía, al acompañar la decisión de la OPEP+. Desde que los norteamericanos comenzaron hace cinco años a exportar hidrocarburos, se convirtieron en competidores de los sauditas. Por otra parte, después de que el apoyo ruso a Siria frustrara allí la intervención saudita, luego de que Israel llegara a una convivencia respetuosa con Rusia y de que el estrechamiento de los lazos entre Moscú y Teherán desbalanceara peligrosamente la relación de fuerzas en Oriente Medio, Riyad entendió que Estados Unidos ya no podía ni quería apoyarlo. El príncipe heredero Mohamed bin Salman salió entonces a transitar nuevos caminos. Uno de ellos lo llevó a Moscú.
Si el Congreso norteamericano suspende la ayuda militar a Arabia Saudita, pero no reencauza su vínculo con la sufriente Yemen, no habrá hecho otra cosa que deteriorar aún más sus relaciones con los sauditas, sin obtener a cambio ninguna ventaja ni producir ningún efecto positivo. Es el típico caso de un Imperio que se durmió en las glorias pasadas: cree que sigue controlando los procesos globales, cuando en realidad ha roto él mismo los hilos con los que antes los conducía. El Imperio ya no comprende lo que sucede a su alrededor y choca cada vez más frecuentemente con la nueva realidad de un mundo multipolar. Cazador cazado.
Eduardo J. Vior é sociólogo veterano e jornalista independente, especialista em política internacional, professor do Departamento de Filosofia da Universidad de Buenos Aires (UBA).
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