Carta de Putin al pueblo estadounidense: “no tenemos que olvidar que Dios nos creó iguales”

por Vladímir Putin, en el New York Times, publicado el 11 de septiembre de 2013. Traducción de Leonardo Del Grosso

(nota del Editor) Desde la Comunidad Saker Latinoamérica entendemos necesario refrescar nuestra memoria con las definiciones expresadas por el Presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin, en momentos clave no sólo en lo que respecta a la agresión contra Siria, sino a los esfuerzos por mantener la paz mundial, esa paz violentada constantemente por el “excepcionalismo” anglosionista, por esa manifestación de supremacismo que está sumiendo al mundo en guerras y destrucción.
Han pasado poco más de tres años y aún el mundo no ha podido librarse de esa plaga de estupidez llamada anglosionismo sino que, más aún, la amenaza de una Tercera Guerra Mundial sigue presente debido justamente a, como los llama The Saker, “los locos en el sótano”, de los cuales el loco jefe parece ser B. Netanyahu, que en estos días viajó a Estados Unidos para encuadrar a los pre-candidatos a la presidencia de los Estados Unidos.

Moscú – Los recientes acontecimientos en torno a Siria me han impulsado a hablar directamente al pueblo estadounidense y sus líderes políticos. Es importante hacerlo en un momento de insuficiente comunicación entre nuestras sociedades.

Las relaciones entre nosotros han pasado por diferentes etapas. Estuvimos enfrentados durante la guerra fría pero también fuimos aliados una vez, y derrotamos juntos a los nazis. Luego, la organización internacional universal -las Naciones Unidas- fue establecida para prevenir que tal desvastación nunca más vuelva a ocurrir.

Los fundadores de las Naciones Unidas entendieron que decisiones que afectan a la guerra y la paz deben tomarse sólo por consenso y, con el consentimiento de los Estados Unidos, el derecho de veto de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad está consagrado en la Carta de las Naciones Unidas. La profunda sabiduría de esto ha apuntalado la estabilidad de las relaciones internacionales durante décadas.

Nadie espera que las Naciones Unidas sufran el destino de la Sociedad de Naciones, que se derrumbó porque carecía de influencia real. Esto es posible si los países influyentes eluden las Naciones Unidas y emprenden acciones militares sin autorización del Consejo de Seguridad.

El potencial ataque de los Estados Unidos contra Siria, a pesar de la fuerte oposición de muchos países y de los principales líderes políticos y religiosos, incluyendo el Papa, resultará en más víctimas inocentes y escalamiento, lo que podría propagar el conflicto más allá de las fronteras de Siria. Un ataque aumentaría la violencia y desencadenaría una nueva ola de terrorismo. Podría socavar los esfuerzos multilaterales para resolver el problema nuclear iraní y el conflicto palestino-israelí y además desestabilizar el Oriente Medio y el Norte de África. Podría tirar fuera de equilibrio todo el sistema de la ley y el orden internacional.

Siria no es testigo de una batalla por la democracia sino de un conflicto armado entre el gobierno y la oposición en un país multirreligioso. Hay pocos campeones de la democracia en Siria. Pero hay más que suficientes combatientes y extremistas de Al-Qaeda de todas las tendencias que luchan contra el gobierno. El Departamento de Estado de los Estados Unidos ha designado al Frente Al Nusra y al Estado Islámico de Irak y el Levante, que luchan junto con la oposición, como organizaciones terroristas. Este conflicto interno, alimentado por armas extranjeras suministradas a la oposición, es uno de los más sangrientos en el mundo.

Mercenarios de países árabes luchan allí, y cientos de militantes de países occidentales e incluso Rusia, lo que es un asunto de nuestra profunda preocupación. ¿No podrían ellos regresar a nuestros países con la experiencia adquirida en Siria? Después de todo, después de luchar en Libia, extremistas se movieron hacia Mali. Esto nos amenaza a todos.

Desde el primer momento, Rusia ha abogado por el diálogo pacífico que permita a los sirios desarrollar un plan de compromiso para su propio futuro. No estamos protegiendo el gobierno sirio sino el derecho internacional. Necesitamos utilizar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y creemos que la preservación de la ley y el orden en el mundo complejo y turbulento de hoy es una de las pocas maneras de mantener las relaciones internacionales sin que se deslicen hacia el caos. La ley sigue siendo la ley, y debemos respetarla, nos guste o no. En virtud del derecho internacional actual, el uso de la fuerza es permitido sólo en defensa propia o por decisión del Consejo de Seguridad. Todo lo demás es inaceptable en virtud de la Carta de las Naciones Unidas y constituiría un acto de agresión.

Nadie duda que se utilizó gas venenoso en Siria. Pero hay muchas razones para creer que no fue utilizado por el Ejército de Siria sino por las fuerzas de oposición para provocar la intervención de sus poderosos patrones extranjeros, quienes estarían del lado de los fundamentalistas. Los informes de que los militantes están preparando otro ataque -esta vez contra Israel- no pueden ser ignorados.

Es alarmante que la intervención militar en los conflictos internos en países extranjeros se ha convertido en un lugar común para los Estados Unidos. ¿Está esto en línea con los intereses de largo plazo de los Estados Unidos? Lo dudo. Millones en todo el mundo ven cada vez más a los Estados Unidos no como un modelo de democracia, sino como algo en donde se confía únicamente en la fuerza bruta, al mismo tiempo que coerciona coaliciones bajo el lema “o estás con nosotros o contra nosotros”.

Pero la fuerza ha demostrado ser ineficaz e inútil. Afganistán está sufriendo, y nadie puede decir lo que sucederá después de que las fuerzas internacionales se retiren. Libia se divide en tribus y clanes. En Irak la guerra civil continúa, con decenas de asesinados cada día. En los Estados Unidos, muchos trazan una analogía entre Irak y Siria y se preguntan por qué su gobierno querría repetir errores recientes.

No importa cómo dirigir los ataques o cuán sofisticadas son las armas, las bajas civiles son inevitables, incluyendo los ancianos y los niños, a quienes los ataques están destinados a proteger.

El mundo reacciona preguntando: si no se puede contar con el derecho internacional entonces se deben encontrar otras vías para garantizar su seguridad. Así, un número creciente de países trata de adquirir armas de destrucción masiva. Esto es lógico: si tienes la bomba, nadie querrá tocarte. Nos quedamos con la retórica de la necesidad de fortalecer la no proliferación, cuando en realidad ésta está siendo erosionada.

Hay que dejar de utilizar el lenguaje de la fuerza y volver a la senda del acuerdo diplomático y político civilizado.

Una nueva oportunidad para evitar la acción militar ha surgido en los últimos días. Los Estados Unidos, Rusia y todos los miembros de la comunidad internacional deben aprovechar la voluntad del gobierno sirio de colocar su arsenal químico bajo control internacional para su posterior destrucción. A juzgar por las declaraciones del presidente Obama, Estados Unidos ve esto como una alternativa a la acción militar.

Yo celebro el interés del presidente en la continuación del diálogo con Rusia sobre Siria. Debemos trabajar juntos para mantener esta esperanza viva, tal como lo acordamos en junio en la reunión del G-8 en el Lago Erne, en Irlanda del Norte, y dirigir la discusión de vuelta hacia las negociaciones.

Si podemos evitar la fuerza contra Siria, esto mejorará la atmósfera en los asuntos internacionales y fortalecerá la confianza mutua. Será nuestro éxito compartido y abrirá la puerta a la cooperación en otras cuestiones fundamentales.

Mi trabajo y relación personal con el presidente Obama están marcados por una creciente confianza. Agradezco esto. Estudié cuidadosamente su discurso a la nación el martes. Y me permitiría estar en desacuerdo con un caso que hizo sobre la excepcionalidad estadounidense, cuando afirmó que la política de Estados Unidos es “lo que hace diferentes a los Estados Unidos. Eso es lo que nos hace excepcionales”. Es extremadamente peligroso incentivar a la gente a considerarse a sí mismos como excepcionales, sea cual sea la motivación. Hay países grandes y los países pequeños, ricos y pobres, los que tienen una larga tradición democrática y los que siguen buscando su camino hacia la democracia. Sus políticas difieren, también. Todos somos diferentes, pero cuando nos preguntamos por las bendiciones del Señor, no tenemos que olvidar que Dios nos creó iguales.

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