por Redacción Misión Verdad. En Misión Verdad
La negativa de jugar el amistoso en Jerusalén por parte del equipo de Lionel Messi es, quizás, uno de los mayores daños a la imagen del gobierno de Benjamin Netanyahu, en su política de exterminio contra los palestinos. A tal punto que hasta el diario The Washington Post calificó esta suspensión como la “mayor victoria” del movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel (BDS).
Breve historia de una derrota anunciada
Apenas el equipo argentino se negó a jugar, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu llamó a su par argentino Mauricio Macri, lo que demuestra el claro contenido político de este encuentro deportivo.
Sobre todo porque el partido por la “Copa 70 Aniversario de Israel” se enmarcaba dentro de una serie de eventos deportivos dispuestos para festejar el nacimiento del Estado israelí y así legitimar ante la opinión pública la declaración de Jerusalén como capital de este país, contraviniendo explícitamente, por ejemplo, la resolución 242 de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que establece como capital del Estado palestino a la parte este de la ciudad.
Tanta es la importancia que le dio el gobierno de Netanyahu a este aniversario que, en 2017, su partido logró la aprobación de la búsqueda de financiamiento privado por 26 millones de dólares para su realización. Con este dinero, por ejemplo, fue que se realizaron conciertos, eventos culturales, y la carrera de ciclismo Giro de Italia, por la que Israel pagó 10 millones de dólares. Por esto, además, el gobierno de Netanyahu obtuvo el compromiso de que el próximo festival musical de Eurovisión se realizase en Jerusalén.
En este marco, la ministra de Cultura y Deportes, Miri Regev, pagó cerca de 2 millones de dólares a la Asociación Argentina de Fútbol (AFA) para jugar en el estadio Tedd Kollek, construido hace 70 años sobre las ruinas de la aldea palestina de Malha, una de las 513 localidades de esta población destruida por grupos armados a favor del Estado de Israel.
La visita de la selección argentina, además, incluía una visita al Muro de los Lamentos, lugar sagrado del judaísmo y de alto grado simbólico para el sionismo, movimiento político fundador de Israel.
Tanto así que la ministra de Cultura y Deportes, Regev, declaró que “no había mejor propaganda para Israel que la de Messi besando las piedras del Muro de los Lamentos”. Una sentencia que revela la magnitud de recursos puestos en convertir un simple partido de fútbol en un acto global y cultural de alto impacto a favor de legitimar a Jerusalén como “capital eterna e indivisible de Israel”.
El golpe simbólico fue tan duro que Israel calificó como “un mega atentado terrorista” la negativa del equipo de Argentina de jugar el partido, mientras que su embajada en el país del Río de la Plata argumentó que la decisión se debía a las amenazas contra Messi y el equipo albiceleste.
En cambio, periodistas argentinos afirmaron que, en realidad, las razones se debieron a la incomodidad de los jugadores de involucrarse y ser utilizados en un conflicto político.
Trump, Netanyahu y el fin de algunos mitos
De esta forma, la caída de este evento deportivo viene a ser el “mayor logro diplomático de los palestinos en los últimos años”, según Noah Landau del diario israelí Haaretz. Las especulaciones alrededor de la decisión del equipo de Messi se centran en los peligros de su estadía en Israel.
Paradójicamente, uno de los hechos que refuerzan este rechazo ocurrió hace unas semanas, durante la ceremonia de inauguración de la embajada de Estados Unidos. El ejército israelí masacró a más de 60 personas que participaban en Gaza de la marcha del “Gran Retorno Palestino”, realizada para conmemorar el éxodo palestino producto de la ocupación israelí (conocido como la Nabka).
Esta sádica demostración de fuerza vino a jerarquizar en la opinión pública las pésimas condiciones que viven los palestinos en la Franja de Gaza debido a la ocupación. Tanto así que desde las últimas operaciones militares israelíes, 980 mil de 1,8 millones de gazatíes viven gracias a la ayuda humanitaria, bajo condiciones bastante similares a las de un campo de concentración.
Por lo que el show del horror que Netanyahu constatemente aplica a los palestinos, no muy diferente al aplicado por gobiernos anteriores del país, hace mucho por favorecer estrategias como la del movimiento BDS. Esto explica que, en países como Argentina, donde el sionismo tiene alta influencia, se apoye la suspensión del partido de fútbol sin caer en el chantaje de que si alguien se opone a Israel, se es antisemita, como tantas veces se ha hecho para disciplinar a voces contrarias al sionismo en la opinión pública argentina.
Al contrario, la tesis que a nivel global toma cada vez más relevancia es la que compara el apartheid sudafricano con las políticas que aplica Israel contra los palestinos. Por eso, simbólicamente, la negativa de Messi y compañía termina por ser un acto global y cultural a favor del movimiento BDS a Israel, como si Netanyahu, sin quererlo, se haya hecho uno de los autogoles más grandes de la historia.
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