Argentina: el presidente encargado

por Horacio González. En Nuestras Voces

El discurso de Macri (de apertura de la sesiones ordinarias del Congreso. Nota de los editores) fue una garita de sorpresas. Contuvo datos inexactos, ofensas calculadas, sketchs entre lacrimógenos y amenazadores, y provocaciones varias. Hubo también mentiras por sustracción del hecho. Como en el mal periodismo, cree que de lo que no se habla, no existe. Macri es el verdadero “presidente encargado” de la Argentina. Fue encargado de destruir el salario de los trabajadores. Cumplió. Fue encargado de encadenar al país al FMI. Y cumplió. Fue encargado de desmantelar la escuela pública, y cumplió. Está encargado de una destrucción metódica cuyos alcances no percibe.

Como muchos han señalado, el discurso de Macri es una garita de sorpresas. Incluso parece uno de esos cacharros, que cuando se les saca la tapa sale un resorte con un puño que golpea. Fue un discurso que contuvo datos inexactos, ofensas calculadas, sketchs que ya se reiteran de otras opacas materias oratorias –entre las lacrimógenas y amenazadoras–, provocaciones varias, el deneú sobre extinción dominio, concepto que equivale a una metáfora sobre la corrupción, cifras sobre las obras realizadas que no parecen aceptables para el alma más diáfana, construcción de cloacas y desagües que en un año superan todas las que se hicieron durante un cuarto de siglo en las Argentina. Exageraciones. Sin duda, no suelen ausentarse de todo discurso político, y son invitadas consecuentes en todo discurso macrista, que además tiene un alto grado de confección escénica. Se las conoce: viajes en colectivos falsos o visitas sorpresa en casa humildes totalmente guionadas. La creencia en la realidad social es baja en el macrismo.

Pero en este caso hubo más exageraciones, e incluso mucho más que provocaciones, como las menciones a la falta de derechos civiles en Venezuela o las constantes alusiones al año “2015”, y en momentos de exaltación superior, datar los males a veces en 50 años atrás, a veces, en 60 años y luego la mágica cifra de 70. Mesianismo ya muy gastado. Por supuesto, no faltó el recurso a la “señora de El Palomar” –recuerdo de los grandes momentos de Durán Barba– que está contenta con el aeropuerto de su barrio y viaja en avión “por primera vez en la vida”. Lo que hubo, efectivamente, es una articulación deliberada de imprecisiones, lagunas, omisiones y mentiras. Incluso una que ya conocemos: la “sinceridad”. Cuando hizo una breve historia de la esperanza macrista, hubo dos años muy buenos, luego ocurrieron la suba de tasas mundiales y la sequía (o sea, la Naturaleza y el Imperio), y luego ahora la pobreza está igual que en 2015. ¿Qué significa esto? Esta admisión no sería la una defección de menor cuantía. En un discurso donde al mismo tiempo se dijo que bajó la inflación y la pobreza, se reconoce que no fue tan así, al solo efecto de demostrar con una aceptación de un punto defectuoso, que todo lo demás se valida. Entonces, quien está hablando es un hombre sincero, no un mentiroso. Admite su involuntario fallo.

Ahora bien, la mentira en política –tema muy estudiado, aunque dificultoso–, pues implica una actitud deliberada que se decide cometer – en este caso–, desde el Estado para desviar núcleos de conocimiento e información que se deciden mantener ocultos. El mentiroso estatal no es un personaje que ignoremos, en sus procedimientos, en las consecuencias que puede provocar. Una mentira común suele ser la base de la mentira de Estado. Decir que ha ocurrido lo que no ocurrió, supone una mentira que recurre enteramente a la ficción, que puede ser muy precaria o estar muy armada. Tomar algunos hechos laterales o insignificantes verificados realmente, para montar sobre ellos un discurso fraguado. Con ellos hacen que lo no existente adquiera una dimensión importantísima gracias al sostén de unos pocos fragmentos trivialmente ciertos, los menos significativos, que podrían se verosímiles. Pero hay un aspecto más relevante sobre la mentira, que son las suministradas por gabinetes especializados del Estado, que no siempre son los servicios de inteligencia. Tampoco son siempre las agencias publicitarias de todo tipo para las cuales la mentira no es más que un aspecto de la escenificación y antropomorfización de la mercancía. Cuando esto está destinado a construir una ficción literaria, se está en contacto con elementos mágicos o imaginarios aceptables, cuando se trata de actuar en un mercado de consumo, parece otra cuestión, la ficticia “humanización” de la cosa y la pérdida de la libertad del sujeto.

En el caso del discurso de Macri hay un encadenamiento de mentiras que se desdoblan en varios anaqueles: las deliberadamente groseras (los ensayadas sobre el empleo, la inflación u otras inverosimilitudes sobre el plan económico) y las mentiras deliberadamente montadas para producir efectos en un público ya preparado y anestesiado en su capacidad de juzgar. La omisión de los temas más dramáticos de la conversación pública es muy esclarecedora de los aspectos del neoliberalismo. Como en el mal periodismo, cree que de lo que no se habla, no existe. Por ejemplo, el endeudamiento gigantesco que no tiene otro antecedente histórico, la sumisión de la argentina al cuadro geopolítico y geoeconómico que le destinó Trump, o el cierre de establecimientos fabriles, no formaron parte de la idea “de reconocer el error” a fin de aceptar la benevolencia de los esperanzados. Simplemente es la idea matriz del gobierno que no se puede decir directamente en un discurso de inauguración de sesiones. Mentira por sustracción del hecho.

Hubo jergas como “economía de la información”, y anuncios peligrosos para el cuerpo docente nacional como la evaluación cualitativa, que para el estilo Cambiemos significa que concibe lo que llama calidad como una tabla de méritos ligada a la estabilidad laboral, no a la vocación pedagógica. Es evidente que así se compone un panorama desolador para los decentes. Se levantará una nueva coacción humillante sobre ellos, una evaluación que será un acto disciplinario y ajustista. En la parte del discurso dedicada al Pecado, recordó a los cuadernos y a Venezuela. Palabras que suscitan la teología de la maldad. Es sabido que para la doctrina oficial, si no hubiera irrumpido el Augur, el dichoso Salvador, seríamos “Venezuela”. Con esa dupla, Cuadernos-Venezuela, intenta proceder a través del pensamiento mágico, invocar una nube negra, una zona donde impera el Prevaricato, para asociar a ella la oposición. Macri piensa mágicamente, los hechos se unen por contaminación.

Cada vez que se producía una de esas alusiones, un muñequito movido a resorte saltaba de su asiento y ya tenía el cuerpo preparado para el apostolado golpista y desaforado. Era el canciller Faurie, la cara visible de la actitud pro-golpista de nuestro país en Venezuela. Estas actuaciones de la Argentina en la política mundial, semejantes al envío de naves de guerra al Golfo en la guerra con Irak, es una de las plataformas elegidas por Estados Unidos para mover los mecanismos persistentes del Golpe en Venezuela. El mismo día de su discurso Macri recibe a Guaidó, llamado presidente encargado por los Estados Unidos, para darle un rostro juvenil al golpe. Pero el golpe no está resultando, cada día que pasa el gobierno legítimo venezolano se fortalece. El presidente encargado deja la lección de que se le encargó, porque a pesar de las condiciones duras que atraviesa el pueblo venezolano, no puede cumplirla por la resistencia patriótica, que nuclea voluntades tanto más valorables, como que son difíciles las circunstancias de vida que debe enfrentar la población, más a causa del bloqueo que de las imprevisiones gubernamentales. Eso que les permite acusar a Maduro de lo mismo que ellos provocaron.

Podemos sacar la conclusión de que el verdadero “Presidente Encargado” de la Argentina es Macri. Fue encargado de destruir el salario de los trabajadores. Cumplió. Fue encargado de encadenar al país, y todo hecho muy vergonzosamente, al FMI. Y cumplió. Fue encargado de desmantelar la escuela pública, y cumplió. Arrasar los polos científicos, y cumplió. Fue encargado de instalar en la justicia el artificio que la desmantela desde su mismo núcleo fundante, destruir la prueba, la argumentación, premiar la delación, extorsionar con ella. Y cumplió. Fue encargado de inventar enemigos diabólicos para crear una línea de seguridad que avalara asesinatos de militantes. Y cumplió. Él no puede explicar, desencajado, por qué fue encargado de rebajar las condiciones y la justicia de la remuneración del trabajo. Pero sí sabe que cumplió. No se puede saber si estas son mentiras, tan sólo, o formaciones pulsionales sumergidas en una oscura conciencia que no puede explicarse a sí misma.

El plan perfecto que explicaba por el déficit fiscal toda la lógica económica, está fracasado ante sus ojos azules ojos fríos. Por eso no cree ser un mentiroso. Cree que si el curso de los acontecimientos no acata su voluntad, se justifica deformarlos, diseñar un pasado descarriado equivalente a una idea demoníaca fácil para combatir –el antiguo jefe de seguridad de las instalaciones de Boca Juniors serviría para eso–, y considerar sus métodos de velar la realidad con un rostro lloroso para exorcizar a los Corruptos con un llanto de mercado y una lágrima de impotencia. No ve a su alrededor, que la misma idea que él promulgó sobre un pasado corrupto, estaba en el centro mismo del sistema que él comanda, entre gritos, susto y sollozos. Por un lado, sabe que tiene que preparar mentiras eficaces. Por otro lado, no se cree mentiroso, se considera elegido. Lo fue, como Presidente Encargado. El título que Guaidó va perdiendo, en la medida que los ojos despiertos de un mundo que no desea más aventureros e impostores se opone al golpe en Venezuela, es Macri el que lo va ganando.

El Presidente Encargado de la Argentina, está encargado de una destrucción metódica cuyos alcances no percibe. Ningún mentiroso goza de conmiseración por sí mismo, sino cuando logra hacer ignorar los desastres que comete. Porque si en su discurso nos dice que los Astros están en su contra, es para desconocer inconscientemente los actos desmesurados que comete. Es el Presidente Encargado de tanta ruina y bancarrota. Las fisuras rústicas de su discurso indica que no podrán durar más que hasta fin de año sus funciones de promotor de escombros. Es posible, por esta rara objetividad de la historia que un desastrado discurso traduce, conjeturar que las fuerzas de oposición ganarán las elecciones. Es preciso entonces preocuparse menos por ganar la confianza de los grandes poderes, hoy desilusionados, que respaldaron el Presidente Encargado, que por facultarse para perfilar con más agudeza sus contornos frentistas, sus épicas y su capacidad de recrear un pueblo, una nación y un mundo laboral que como el obrero que lo interpeló con valiente sencillez, precisa que se haga algo. Y ese algo ya posee el murmullo constante y la voz colectiva de un nuevo signo de emancipación en la vida de todos y en la totalidad de una historia.

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