por Andrey Fursov. Traducción de la Asociación Cultural Rusófila “Vesta”, por Larisa Vasenina. En sitio web Vesta
(especial agradecimiento a Larisa Vasenina, Roberto y todo el equipo de Esukalrus Vesta)
Capítulo 2. “Vivir bien es disponer de la información correcta”
La historia se ha convertido desde hace mucho tiempo en un campo de batalla no sólo de las teorías científicas, sino de los esquemas informativos, las construcciones ideológicas y los virus conceptuales (memes), en el campo de la guerra psicohistórica en todos sus aspectos: informativos, conceptual y metafísico. Los ataques psicoinformativos por la identidad, por la memoria histórica están presentes ya durante mucho tiempo en el arsenal de varias fuerzas distintas del mundo moderno y se aplican activamente contra la Rusia actual, como una vez se aplicaban contra la URSS, y antes -contra el Imperio Ruso. Nos han intentado y tratan de imponer una visión ajena, una imagen extraña de nuestra historia, la cual se presenta como defectuosa, carente de algunos estándares universales de la civilización completa, por la cual el Occidente (y su quinta columna) se refieren a sí mismo. Lo que es sorprendente es que muchos todavía se dejen a engañar a esta impostora universalidad occidental y comienzan a mirar su historia (en este caso, nuestra, rusa) con los ojos de otros. Como escribió M. Voloshin: “todavía estamos soñando con el sueño ruso bajo nombres extraños”. Al final aquellos que miren su país y su historia con los ojos de otros, tarde o temprano comenzarán a mirarlos en interés de los imponedores. Pushkin (famoso escritor ruso) tenía razón, señalando que la historia rusa requiere su fórmula, es decir, su propia teoría, en lugar de otra, extraña vestimenta conceptual, principalmente y predominantemente anglosajona, que se pone en la historia rusa. La conceptualización de nuestra historia de acuerdo con nuestra naturaleza y medida es una tarea no solo científica, sino también psicohistórica.
La oposición a las teorías, las interpretaciones y las evaluaciones de la historia rusa impuestas desde fuera es una de las direcciones de la guerra psicohistórica, nuestras acciones no deben ser de naturaleza defensiva; debemos escribir la historia no sólo de nuestro país, sino también de Occidente como es en realidad – el depredador capitalista, detrás de la fachada democrática de la cual se esconden los verdaderos dueños, unidos en logias, clubes y otras estructuras cerradas. La dirección igualmente importante -la oposición a los intentos del enemigo geohistórico (de clase, sistémico, de civilización, etc.) de destruir o sustituir nuestra memoria histórica, distorsionar la identidad e inculcar un complejo de inferioridad histórico, cultural–psicológico, como lo hicieron después de 1945 con los alemanes, especulando sobre la “culpa constante del pueblo alemán” ante todos – principalmente ante los judíos, “olvidando” que fueron los rusos quienes sufrieron las mayores pérdidas, incluyendo los civiles destruidos deliberadamente.
En Rusia, en las últimas dos décadas, los intentos de inculcar un complejo de la inferioridad histórico fue emprendida por los propagandistas occidentales y su “quinta columna” tratando de lograr que se arrepintiera de los “crímenes de estalinismo”. El meme del “crimen de estalinismo” no solo tenía un aspecto interno, sino también externo, de política exterior. Se implementó como un intento de echar la misma culpa a la Unión Soviética de Stalin por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que anteriormente solo se atribuía a Hitler. La base de esta acusación fue la identificación del estalinismo y el hitlerismo, la URSS y el Tercer Reich como dos formas de totalitarismo de izquierda y de derecha y el “Pacto Ribbentrop-Molotov” se usó como evidencia histórica concreta, supuestamente, que abrió el camino a la Segunda Guerra Mundial e incluso, supuestamente, que se convirtió en su comienzo real. De hecho, el tratado soviético-alemán fue el último de una serie de tratados de las potencias europeas (Italia, Francia, Gran Bretaña) con Alemania, que se suponía debían crear las condiciones para la agresión del Tercer Reich contra la URSS, que no tenía tal acuerdo con Alemania hasta agosto de 1939. El tratado de agosto rompió la agresión en 1939 y la atrasó en dos años muy importantes para nosotros. Pero realmente el camino a la guerra la abrió la conspiración de Munich en septiembre de 1938, pero este es un tema aparte.
En el momento de la firma del Acuerdo de Munich (30 de septiembre de 1938) (De izquierda a derecha: Chamberlain, Daladier, Hitler, Mussolini y Ciano)
A menudo, en respuesta a las acusaciones de que la URSS es culpable de incitar la Segunda Guerra Mundial, no menos que Hitler, nuestra parte va por el camino de la reacción simple, es decir, la refutación de las tesis groseras de nuestros oponentes. Claramente no es suficiente. Deberíamos fijarnos sobre otra cosa, en el hecho (gracias a la abundante existencia de evidencias, además escritos por honestos y serios científicos occidentales), que, en primer lugar, fueron los británicos y los estadounidenses quienes llevaron a Hitler al poder, creando “Hitler Incorporated”, fueron los anglosajones quienes bombearon al Führer con dinero y le suministraron el potencial militar tras los acuerdos de Munich, sin el cual Hitler no podría iniciar una guerra contra la URSS; en segundo lugar, que fue Gran Bretaña tras “Munich-38” quien frustró la trama de los generales alemanes, listos para derrocar a Hitler, los británicos no podían permitirlo; en tercer lugar, que fue precisamente la posición de Gran Bretaña en mayo-junio de 1941 (negociaciones secretas con Hess y otros) lo que le dio a Hitler la impresión de que los británicos harían las paces con él en caso de su ataque a la URSS, o al menos permanecerian, de facto, neutrales, continuando con la “Guerra Extraña”: la guerra relámpago contra la URSS solo fue posible con la garantía de que los británicos no atacarían en el oeste.
En otras palabras, en mayo y junio de 1941, los británicos realizaron una operación secreta especial y diplomática similar a la que habían organizado en julio de 1914, provocando a Guillermo II a la guerra, de modo que él y, naturalmente, Alemania y los alemanes, fueran encontrados culpables. Por supuesto, formalmente se culpa a él como quien inició la guerra, es decir, aquel quien dejó caer la última gota en el recipiente ya lleno hasta el borde. Pero, lo que escribió sobre la Primera Guerra Mundial el francés Gustav Lebon, fue que, por supuesto, era Guillermo II el “autor” de la última gota, pero es importante para el historiador, entender quién llenó el tazón está el borde, haciéndolo desbordar. Esto se aplica no sólo a la Primera Guerra Mundial, sino también a la Segunda, y en general a todas las guerras.
Molotov firma el Pacto de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética
(detrás de él Ribbentrop, a la derecha Stalin) (23 de agosto de 1939)
A continuación, en el orden de la lucha psicohistórica, la ofensiva contra la falsificación de la historia, discutiremos de un mecanismo de ocurrencia, o más bien la organización de las dos guerras mundiales del siglo XX. Las Guerras no fueron en absoluto accidentales, que es lo que algunos historiadores occidentales y formalmente rusos, que trabajan para sus propietarios por treinta monedas, nos están tratando de convencer. Por supuesto, sería ventajoso para los anfitriones presentar las guerras al azar, supuestamente no podrían serlo si no fueron Alemania y/o Rusia: en 1914 – dos regímenes autoritarios; en 1939/41 – dos totalitarios. Este Esquema se derrumba de un golpe informativo elemental, por lo tanto a continuación se ofrecerá un breve análisis factográfico de la aparición de ambas guerras mundiales, un recorrido en el ámbito de la información histórica. Como dijo el padre de cibernética N.Wiener: “vivir bien es disponer de la información correcta”. También se tratará del sujeto o los sujetos de la organización de las guerras mundiales, que a la vez son enemigos históricos de Rusia. De hecho, se ofrecerá la versión rusa del mundo, es decir, no solo la historia rusa, sino también la historia occidental, una visión rusa de los acontecimientos del último siglo y medio. No voy a refutar a los propagandistas occidentales de la ciencia y sus subvoces en la Federación de Rusia, la mejor respuesta es una interpretación alternativa integral, que se basa en la pregunta: “¿Cui bono? – ¿A quién beneficia?”.
La distorsión, la falsificación de la historia es una poderosa arma en el campo de la guerra psicohistórica en general y la guerra informativa en particular. Materializado en forma de instituciones, estructuras educativas, sistemas de subvenciones, etc., la falsificación de la historia es uno de los elementos del gobierno global, que, como hecho y proceso, generalmente se niega por la ciencia convencional, que califica los intentos de estudiar seriamente las estructuras supranacionales de la coordinación y la gestión mundial como “la conspirologia”, “la teoría de la conspiración”, etc. Está claro que la ciencia que sirve al sujeto de la administración mundial debe negar el hecho de su existencia. Por lo tanto, el análisis en sí mismo de la gobernanza supranacional, sus estructuras, formas, etapas de desarrollo, métodos, etc. como realidad POLÍTICO-ECONÓMICA significa luchar contra la falsificación de la historia. Además, significa estudiar el verdadero enemigo principal de Rusia y los rusos, que se escondía y se esconde detrás de los escaparates: “Reino Unido” y “Estados Unidos”. Por último, el análisis de estas estructuras permite comprender los mecanismos reales de la historia y debilita el potencial del arma organizativa, que es utilizada por aquellos a quienes B. Dizraeli llamó “los maestros de la historia” y O. Markeev: “Dueños del juego mundial”. Por lo tanto, actúa como un orgarma en las “guerras invisibles” en curso: información, redes, memoria, armas de resistencia a la gobernanza global. Este conocimiento es muy necesario para nosotros hoy, cuando comienza una nueva remodelación global, una nueva reedición de las cartas de la Historia que determinará el futuro del mundo para los próximos siglos.
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