por Fundación para la Cultura Estratégica. Editorial publicada originalmente el 18 de abril de 2025. Traducción de Comunidad Saker Latinoamérica
La Unión Europea advierte a los líderes europeos que no asistan al 80º aniversario del Día de la Victoria en Moscú el 9 de mayo.
En apariencia, la justificación de dicha prohibición es que Rusia supuestamente libra una guerra contra Ucrania y amenaza al resto de Europa, según la UE. Esa es una forma de verlo.
Otra forma de ver el asunto es que el conflicto en Ucrania es una guerra indirecta patrocinada por la UE y la OTAN para derrotar a Rusia, ocho décadas después de que la Alemania nazi fracasara en su intento. Las élites europeas, que han llegado a dominar la formulación de políticas, comparten la misma mentalidad fascista. No es de extrañar, entonces, que se opongan a asistir al evento del 80.º aniversario en Moscú el mes que viene. Necesitan mancillar ese evento encubriendo sus despreciables políticas.
El acontecimiento que marcó la derrota de la Alemania nazi y el fascismo en Europa es una fecha histórica de enorme importancia para el mundo entero. Hace ochenta años, el 9 de mayo de 1945, el Ejército Rojo Soviético aplastó al régimen nazi en Berlín, poniendo fin así a la guerra más terrible de la historia de la humanidad.
Hasta 27 millones de ciudadanos soviéticos –quizás más– dieron su vida en la lucha épica para derrotar a la Alemania nazi y a sus aliados fascistas europeos, entre ellos la Francia de Vichy, Italia, Hungría, Finlandia y los estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania.
Rusia tiene el honor de liberar a Europa del mal del fascismo. En comparación, los demás aliados antifascistas de Estados Unidos y Gran Bretaña sufrieron menos del 5% de las bajas que sufrieron los ciudadanos soviéticos.
Es apropiado que muchos líderes internacionales asistan al desfile del Día de la Victoria en Moscú este año. Entre ellos, Xi Jinping de China y Narendra Modi de India.
Sin embargo, muchos otros no estarán en Moscú, lo cual es lamentable. El presidente estadounidense Donald Trump y el primer ministro británico Keir Starmer deberían estar presentes para rendir homenaje a los soldados y civiles que sacrificaron sus vidas. Lamentablemente, la política tóxica que ha envenenado las relaciones entre los Estados occidentales y Rusia ha imposibilitado dicha participación.
Pero lo que es aún más terrible es la prohibición explícita de que los líderes europeos asistan a las celebraciones en Moscú.
Esta semana, Kaja Kallas, comisaria de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, advirtió que cualquier político que viajara a Moscú se enfrentaría a graves consecuencias. Kallas, ex primera ministra del pequeño estado báltico de Estonia, fue nombrada el año pasado la máxima responsable de política exterior de la UE.
Uno de los que desafían las órdenes es el primer ministro eslovaco, Robert Fico. Reprendió a Kallas por atreverse a decirle, como líder de una nación soberana, adónde ir y adónde no. Añadió: «Iré a Moscú a rendir homenaje a los miles de soldados del Ejército Rojo que murieron liberando Eslovaquia».
“Iré a Moscú a rendir homenaje a los miles de soldados del Ejército Rojo que murieron liberando Eslovaquia”
Robert Fico
Fico fue elegido con una plataforma que abogaba por relaciones amistosas con Rusia y el fin de la guerra indirecta de la OTAN en Ucrania. Se ha opuesto sistemáticamente a enviar más ayuda militar al régimen de Kiev. El año pasado, Fico sobrevivió a un intento de asesinato en el que fue baleado por un hombre armado motivado por políticas proucranianas.
Cabe destacar que las sanciones impuestas por la Unión Europea a los políticos que asisten a la conmemoración del Día de la Victoria en Moscú se dirigen a los países candidatos a unirse al bloque de 27 miembros. Kallas amenazó con cancelar su candidatura. Entre ellos se encuentran Albania, Montenegro, Macedonia del Norte, Bosnia y Herzegovina y Serbia, así como Moldavia y Georgia, países balcánicos.
Sin embargo, el presidente serbio, Aleksander Vučić, declaró que viajaría a Moscú a pesar de la intensa presión de Bruselas. «Estamos orgullosos de nuestra lucha contra el fascismo, y esa fue la razón principal por la que acepté la invitación», declaró Vučić. No obstante, habló de la siniestra influencia que se ejerce sobre su gobierno.
“Estamos orgullosos de nuestra lucha contra el fascismo, y esa fue la razón principal por la que acepté la invitación”
Aleksander Vučić
“Me parece que el cielo está a punto de caerse sobre mi cabeza debido a la presión que rodea el viaje a Moscú”, dijo el presidente serbio, quien agregó que su país estaba siendo desestabilizado por agitadores externos.
La indecorosa polémica en torno al desfile del Día de la Victoria en Moscú sirve para poner de relieve las crecientes tendencias malévolas de la UE.
La centralización del poder político en el bloque se vuelve cada vez más autoritaria y hostil hacia Rusia. Cualquier disidencia entre los miembros de la UE que cuestione el apoyo del bloque a la guerra indirecta en Ucrania es reprimida sin piedad con amenazas de sanciones políticas y económicas.
Los líderes de la UE, bajo autócratas rusófobos como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y Kaja Kallas, están implicados en la supresión de elecciones en Rumania, Moldavia y Georgia para impedir que los partidos pidan el fin de la guerra en Ucrania y mejores relaciones con Rusia.
El reciente y dudoso procesamiento en Francia de la política nacionalista Marine Le Pen, que ha sido crítica de la guerra por poderes de la OTAN, es otro ejemplo funesto de las medidas de la UE para aplastar el disenso.
Es alarmante cómo la UE ha llegado a operar como un bloque fascista. Las decisiones políticas sobre la financiación de un régimen neonazi en Ucrania para librar una guerra indirecta contra Rusia las toman élites rusófobas sin ninguna rendición de cuentas democrática.
Irónicamente, la Unión Europea, galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 2012, se ha transformado en un eje militarista en el que la economía civil está siendo subordinada a un impulso desmesurado hacia la guerra, supuestamente para enfrentar la agresión rusa.
Durante varios años, la UE ha estado derivando hacia esta nefasta manifestación. El bloque está dirigido por personas como Von der Leyen, cuyo padre, un político alemán, tenía afiliaciones nazis. Los Estados bálticos que erigen monumentos a los colaboradores nazis están ahora sobrerrepresentados en las oficinas de formulación de políticas de la UE.
Es coherente –aunque aborrecible– que el bloque esté hoy aliado con un régimen neonazi en Kiev que honra a fascistas ucranianos como Stepan Bandera y Roman Shukhevych y muchos otros que colaboraron con el Tercer Reich en el exterminio de millones de personas hace ocho décadas.
Un hito vergonzoso fue la aprobación de una resolución del Parlamento Europeo en 2019 que equiparaba a la Unión Soviética con la Alemania nazi por el supuesto inicio de la Segunda Guerra Mundial. Rusia condenó ese revisionismo político.
Ahora, la degeneración ha alcanzado un nuevo mínimo. La UE prohíbe los homenajes a quienes derrotaron al nazismo.
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