¡Abran paso a los multimillonarios!

por Dmitry Orlov. Publicado originalmente el 6 de enero de 2025. En Club Orlov. Traducción de Comunidad Saker Latinoamérica

Excelente perfil psicológico-cultural de la élite y la sociedad estadounidense en este momento histórico de su profunda descomposición, donde el iceberg de la debacle financiera se le viene encima al Titanic.

El séquito presidencial de Trump (el término “gabinete” parece bastante limitado en su alcance) incluye un conjunto bastante amplio de multimillonarios. La lista incluye a Elon Musk (363.000 millones de dólares), el propio Donald (6.300 millones de dólares), Warren Stephens (3.400 millones de dólares), Linda McMahon (3.000 millones de dólares), Jared Isaacman (1.700 millones de dólares), Howard Lutnick (1.500 millones de dólares), Doug Burgum (1.100 millones de dólares), Vivek Ramaswamy (1.000 millones de dólares), Steven Witkoff (1.000 millones de dólares) y Scott Bessent (fortuna desconocida, se supone enorme). Este conjunto de individuos muy ricos que obtienen nombramientos políticos no tiene precedentes en los anales de las administraciones presidenciales estadounidenses.

“Este conjunto de individuos muy ricos que obtienen nombramientos políticos no tiene precedentes en los anales de las administraciones presidenciales estadounidenses”
Dmitry Orlov

Musk es el caso atípico obvio, ya que es más rico que todos los demás juntos por un amplio margen, pero es notable que todos sean multimillonarios. ¿Por qué las bolsas gigantescas y repletas de dinero se sienten atraídas por Trump como polillas a la llama? ¿Qué podría motivarlos a recoger la bandera caída del servicio gubernamental y dar un paso al frente? ¿Qué esperan ganar? ¿Qué temen perder?

Pero primero debemos responder a una pregunta aún más sencilla: ¿quiénes son estas personas? Respuesta: son unos bastardos inmensamente ricos. ¿Por qué bastardos? Eso también es sencillo: ganaron sus fortunas a lo largo de este siglo, un siglo durante el cual Estados Unidos ha perdido terreno continuamente. Hasta ahora, en el transcurso del siglo XXI, la producción industrial de China se ha multiplicado por diez, junto con la fortuna de la población china en su conjunto, mientras que la producción industrial de Estados Unidos se ha multiplicado por uno, creciendo una fracción de un punto porcentual. Si excluimos de la consideración al 1% superior de los estadounidenses (por riqueza e ingresos) como una aberración poco habitual (son un país dentro de un país, por así decirlo), Estados Unidos se ha empobrecido significativamente.

Esto resulta evidente de inmediato y con creces para cualquiera que llegue a Estados Unidos en avión desde una de las megalópolis modernas y deslumbrantes como Pekín, Moscú o Dubái. El lugar es viejo, simplemente anticuado y pasado de moda, en lugar de antiguo o clásico, ya que se construyó de manera barata y apresurada. Está descuidado y sucio. La gente viste de manera barata y descuidada y es vulgar, desaliñada, a menudo agresiva y grosera, se enoja fácilmente y es violenta y, en general, abusiva. La comida que está ampliamente disponible para ellos es de una calidad demasiado baja incluso para el chiquero de los chanchos. No es de extrañar que muchos de ellos tengan un aspecto enfermo: pálidos o de rostro decrépito, y obesos en un grado asombroso.

En los lugares públicos se escuchan obscenidades, haya o no niños presentes. Los niños son un caso especial. No son como los niños normales: curiosos, llenos de asombro ante el asombroso mundo que los rodea y deseosos de explorarlo y de establecer contacto con cualquiera que conozcan. Más bien, tienen miedo de los extraños, están distanciados incluso de sus propios padres, cuya crianza a menudo parece poco entusiasta y poco sincera, y se hunden en el abismo sin sentido de algún dispositivo digital que se les ha puesto en las manos prácticamente desde que nacieron como una especie de chupete electrónico. Están destinados a permanecer miopes, infantiles y adictos a la tecnología durante el resto de sus tristes y pequeñas vidas.

Y luego están los verdaderos adictos, tirados en tiendas de campaña que se extienden por muchos kilómetros a lo largo de las carreteras principales, tropezando como zombis por las aceras en busca de su próxima dosis de fentanilo o de pie, encorvados, tirados en la acera o tropezando un poco más una vez que la encuentran. Son los muertos vivientes de la sociedad estadounidense: gente para la que la sociedad ya no encuentra un propósito excepto como forraje para la corrupción gubernamental. El gobierno mantiene las fronteras abiertas, dando a los cárteles de la droga vía libre. El gobierno también imprime y reparte dinero a los adictos que se filtra de vuelta a los cárteles de la droga. Los cárteles de la droga luego sobornan a los funcionarios del gobierno para mantener el plan en funcionamiento. Las víctimas de este plan no son ignoradas: según las estadísticas del gobierno, apenas existen. Ni siquiera están desempleados, ¿sabe?; son una categoría completamente diferente llamada “fuera de la fuerza laboral” y hay más de 100 millones de ellos, ¡un tercio entero de la población de Estados Unidos!

El panorama mental es igualmente lamentable. Las pantallas de televisión están por todas partes (en aeropuertos, vestíbulos, bares, restaurantes, salas de espera) y emiten cantidades iguales de publicidad, datos curiosos sobre famosos, y mentiras. Los datos curiosos sobre famosos están siendo reemplazados gradualmente por contenido generado por inteligencia artificial. Las mentiras son bastante curiosas; la mayor parte de la información sobre el mundo exterior parece estar organizada en tropos muy específicos inventados por la CIA y repetidos hasta la saciedad. Algunos de ellos son tan absurdos que son materia de comedia. “Los rusos construyen sus cohetes usando chips rescatados de las lavadoras ucranianas” es uno de esos tropos. Los rusos los usan para reírse de los estadounidenses, pero es todo lo que la gran mayoría de los estadounidenses sabe sobre el resto del mundo.

En cuanto a la información sobre los propios Estados Unidos, se ha ordenado mantener una sensación de normalidad sin importar lo que esté sucediendo. Las malas noticias siempre se tratan como una “crisis”, que por su naturaleza es temporal y se olvida rápidamente, ya sea que se haya mitigado de alguna manera o simplemente se haya ignorado. Las enormes y crecientes pilas de crisis sin resolver se tratan como “noticias viejas” y nunca se vuelven a mencionar para mantener una presentación optimista y positiva, porque de lo contrario los anunciantes comenzarían a quejarse.

Puede parecer una digresión, pero es esencial establecer el contexto con el que medir el éxito del pequeño grupo de multimillonarios de Trump. A muchos estadounidenses puede que no les importe demasiado nada de lo anterior porque, como verán, las personas que describí son perdedores y los perdedores no importan porque Estados Unidos es la tierra de las oportunidades y si algunas personas no aprovechan esa oportunidad, entonces es culpa suya. Tal vez tengan mala suerte o sean perezosos o simplemente estúpidos; Estados Unidos, para los “hombres y mujeres trabajadores de esta gran nación” a los que se menciona a menudo en los discursos políticos, está a disposición de todos con todas las bendiciones de Dios, y los multimillonarios trumpianos mencionados anteriormente resultaron ser particularmente bendecidos. Musk, en particular, está tan enormemente bendecido que es prácticamente un semidiós.

¿Y qué estadounidense no querría ser un semidiós como Musk? Incluso un estadounidense que vive en un camping de caravanas y come en contenedores de basura detrás de locales de comida rápida quiere tener la oportunidad de soñar con ser rico como Musk. El culto a Mammon está tan profundamente arraigado en la cultura estadounidense que ni siquiera se lo percibe como tal a pesar de toda su descaro: “en Dios confiamos”, dice el dinero estadounidense, escrito en mayúsculas, por lo que es lo más probable es que se trate de un dios en minúscula cuyo nombre es Mammon (ממון), que en hebreo significa “dinero” y, en sentido figurado, “riqueza”.

“El culto a Mammon está tan profundamente arraigado en la cultura estadounidense que ni siquiera se lo percibe como tal a pesar de toda su descaro: ‘en Dios confiamos’, dice el dinero estadounidense, escrito en mayúsculas, por lo que es lo más probable es que se trate de un dios en minúscula cuyo nombre es Mammon (ממון), que en hebreo significa ‘dinero’ y, en sentido figurado, ‘riqueza'”
Dmitry Orlov

Pero esto plantea una pregunta importante: ¿puede alguien tener éxito si su país está fracasando? En un mundo ideal, es posible imaginar a alguien que reciba una compensación justa y generosa por servir fiel y muy eficazmente al bien público; por desgracia, no hay suficiente bien público para todos y la causa pública fracasa en su conjunto, pero aun así… Pero, ¿es realmente este el caso de la alegre banda de multimillonarios de Trump, o es más probable que sean del ethos propugnado por Nassim Nicholas Taleb, según el cual el objetivo es ganar tu “dinero para que no te jodan”, después de lo cual ya no eres esclavo asalariado de nadie y puedes hacer o no hacer lo que quieras? Y lo que los multimillonarios de Trump quieren hacer es… ¡espera!… ¡trabajar para el gobierno! ¿¡Qué!?

Si crees que a estos tipos súper ricos les ha dominado un repentino deseo de servir al bien público, entonces tengo unos pantanos de Florida muy bonitos para vender. Incluso te regalaré algunas anacondas gigantes y caimanes hambrientos, totalmente gratis. ¡Ven y deja que los insectos voladores chupadores de sangre te chupen hasta secarte! Estoy seguro de que te encantará. Volviendo a nuestra historia: los tipos súper ricos generalmente solo responden a tres tipos de estímulos emocionales: vanidad, codicia y miedo, en este orden exacto. La vanidad está en primer plano una vez que la codicia está suficientemente satisfecha. Lo que es suficiente difiere de persona a persona, pero estoy seguro de que más allá de los primeros mil millones, el impulso de hacer alarde de la propia riqueza supera el impulso de amasar aún más. Tampoco está en primer plano el miedo a perderlo todo si todo es tan color de rosa como los economistas estadounidenses convencionales nos quieren hacer creer. Sí, la inflación es un poco alta y la deuda gubernamental está creciendo más rápido que la economía, pero el desempleo es bajo y los mercados financieros son estables.

“Los tipos súper ricos generalmente solo responden a tres tipos de estímulos emocionales: vanidad, codicia y miedo, en este orden exacto”
Dmitry Orlov

¿Es la vanidad, entonces, lo que ha motivado a la alegre banda de multimillonarios de Trump a buscar nombramientos políticos dentro de la burocracia federal? Parece muy poco probable. El trabajo de un burócrata gubernamental designado por un cargo político no es precisamente un trabajo de vanidad. Hay muchas reuniones aburridas a las que asistir y mucho papeleo aburrido. No sólo eso, sino que se espera que un burócrata gubernamental sea un jugador de equipo, algo que normalmente un oligarca fabulosamente rico se muestra reacio a hacer. Trump es tan vanidoso como lo son los demás, pero se ha ganado la fabulosa posición de “líder del mundo libre” (lo que sea que eso signifique) y esa es una posición lo suficientemente glamorosa como para hacer cosquillas a cualquiera. Los multimillonarios de su equipo, por otra parte, estarían desempeñando un papel secundario frente a otro multimillonario y, en el caso de Elon Musk, frente a uno que es inferior a él.

Los estadounidenses carecen de títulos nobiliarios, por lo que determinan su rango social por el número de dígitos del patrimonio neto de alguien: alguien con un salario (anual. Nota de traductor) de siete dígitos se considera propiamente de clase media, mientras que un salario de seis dígitos es mucho más humilde y alguien que sólo gana cinco dígitos es prácticamente un peón. Y el hecho es que Musk supera en rango a Trump, con dos dígitos más en su patrimonio neto. Trump se siente seguro porque, como él mismo dijo, “Elon no puede ser presidente porque no nació en este país, ¡ja, ja!”. Ese “ja, ja” tiene un tono inseguro y defensivo; si no fuera por esa trampa legalista, no estaría claro “quién estaría al mando de quién”, parafraseando a Virginia Woolf. Pero el propio Elon debe sentirse irritado por ser superado en rango por alguien cuya riqueza es inferior a la suya. Por lo tanto, descartemos la idea de que lo que llevó a estos multimillonarios a buscar nombramientos políticos fue la vanidad.

El siguiente en la lista es la avaricia. Si bien es cierto que es la principal fuerza motriz que impulsó a estos acaudalados a amasar una enorme riqueza mientras gran parte de su país se degeneraba en un infierno del tercer mundo, sin duda perdió importancia después de que amasaron los primeros mil millones, porque el segundo o el tercer mil de millones requieren hacer el mismo trabajo y asumir el mismo riesgo, pero producen una liberación de endorfinas mucho menor. Tal vez sea por eso que el patrimonio neto de cinco de los multimillonarios de Trump parece haberse estancado en gran medida justo después de la marca de los mil millones de dólares.

Pero lo más importante es que el trabajo gubernamental no es una buena manera de amasar miles de millones. Basta con ver todo el esfuerzo que Joe Biden y su hijo Hunter pusieron en actividades corruptas, convirtiendo a Ucrania primero en un feudo personal y luego en un estado fallido desmembrado, canalizando hacia allí miles de millones de dólares de fondos del gobierno estadounidense (la mayoría de ellos robados posteriormente), todo con el fin de amasar quizás cien millones, quizás doscientos en sobornos, una miseria para un multimillonario. Y Joe Biden podía darse el lujo de correr el riesgo, escudándose en la inmunidad presidencial y teniendo la autoridad para indultar a su hijo. Alguien que estuviera más abajo en la jerarquía política y ya fuera multimillonario difícilmente consideraría correr tales riesgos.

Y así llegamos al tema del miedo. ¿Qué tienen que temer los multimillonarios? Ciertamente no es el sistema judicial de los Estados Unidos, porque ofrece la mejor justicia que el dinero puede comprar y ellos tienen suficiente dinero para pagarla. Y no tienen motivos para temer al establishment político de los Estados Unidos, ya que tanto los funcionarios electos como los designados tienen precios bastante asequibles. Por proceso de eliminatoria, lo que tienen que temer es el fracaso del propio sistema financiero de los Estados Unidos. Su patrimonio neto está denominado en dólares estadounidenses y si el dólar se arruina, también se arruinará su patrimonio neto. Pero esto sigue sin responder a la siguiente pregunta: ¿por qué estos multimillonarios buscarían nombramientos políticos ellos mismos en lugar de simplemente encontrar a alguien que haga sus órdenes por un honorario razonable? Después de todo, no son ajenos a contratar a personas para que hagan cosas por ellos, desde empleadas domésticas hasta representantes legales. ¿Qué es diferente en este caso? ¡Esta pregunta es de lo más desconcertante!

“¿Qué tienen que temer los multimillonarios? Ciertamente no es el sistema judicial de los Estados Unidos, porque ofrece la mejor justicia que el dinero puede comprar y ellos tienen suficiente dinero para pagarla. Y no tienen motivos para temer al establishment político de los Estados Unidos, ya que tanto los funcionarios electos como los designados tienen precios bastante asequibles. Por proceso de eliminatoria, lo que tienen que temer es el fracaso del propio sistema financiero de los Estados Unidos”
Dmitry Orlov

¿Por qué un multimillonario se dedicaría a conducir su propia limusina, pilotear su propio avión o capitanear su propio megayate? ¿Qué clase de situación haría que los habitantes de la cubierta superior del Titanic abandonaran sus puros y sus copas de whisky de malta y asaltaran el puente, despidieran al capitán y a sus compañeros y tomaran el timón? ¿Es la situación tan grave que estos multimillonarios ya no pueden confiar en nadie para evitar el desastre?

“¿Es la situación tan grave que estos multimillonarios ya no pueden confiar en nadie para evitar el desastre?”
Dmitry Orlov

Es fácil señalar un escenario de lo más funesto. La deuda del gobierno de Estados Unidos es tan grande que, si se la pusiera en contenedores apilados llenos de billetes de 100 dólares, sería visible a simple vista desde la órbita de los satélites. Una tercera parte de esa cantidad tiene que renovarse en el transcurso del próximo año. Una tercera parte del presupuesto federal tiene que financiarse mediante déficit con más préstamos. Los extranjeros ya no están ansiosos por adquirir nuevas emisiones de deuda estadounidense, por lo que la Reserva Federal y varios idiotas financieros nacionales (fondos de pensiones, aseguradoras, fondos del mercado monetario) quedan como acreedores de última instancia. Cerca de la mitad de la economía estadounidense se sostiene mediante el gasto federal.

Nadie sabe exactamente cuándo “va a caer este imbécil” (© George W. Bush), pero caerá. Los mercados financieros se paralizarán y el patrimonio neto de nuestros ilustres multimillonarios se reducirá, dejándolos desnudos en una brisa incómodamente fría. Tal vez sean lo suficientemente inteligentes como para saber que esto está destinado a suceder en los próximos cuatro años, los años del segundo y último mandato presidencial de Trump. Y tal vez se den cuenta de que seguir los procedimientos habituales, tanto en el poder legislativo como en el ejecutivo, no va a ser eficaz para evitar el abismo fiscal.

Ésta es, entonces, mi conclusión. Los multimillonarios de Trump están locos de miedo de que el abismo fiscal se produzca pronto, durante el mandato de Trump. Para evitar perderlo todo, quieren estar en posición de tomar medidas desesperadas, completamente ilegales, descaradamente egoístas y, en última instancia, autodestructivas. Puede implicar obstaculizar las obras de manera que simplemente impidan que el gobierno estadounidense gaste dinero. Puede implicar otras medidas tremendamente impopulares, con la seguridad de que nunca más habrá elecciones en las que los ciudadanos puedan manifestar su descontento. Puede implicar crear crisis en un esfuerzo por provocar contraataques que puedan limitar el alcance de la próxima conflagración financiera. Tal vez ya tengan algún tipo de plan de emergencia, o tal vez sólo quieran estar en posición de ejecutarlo una vez que lo hayan formulado.

“Los multimillonarios de Trump están locos de miedo de que el abismo fiscal se produzca pronto, durante el mandato de Trump. Para evitar perderlo todo, quieren estar en posición de tomar medidas desesperadas, completamente ilegales, descaradamente egoístas y, en última instancia, autodestructivas. Puede implicar obstaculizar las obras de manera que simplemente impidan que el gobierno estadounidense gaste dinero. Puede implicar otras medidas tremendamente impopulares, con la seguridad de que nunca más habrá elecciones en las que los ciudadanos puedan manifestar su descontento. Puede implicar crear crisis en un esfuerzo por provocar contraataques que puedan limitar el alcance de la próxima conflagración financiera. Tal vez ya tengan algún tipo de plan de emergencia, o tal vez sólo quieran estar en posición de ejecutarlo una vez que lo hayan formulado”
Dmitry Orlov

Estos multimillonarios son poderosos y están a punto de volverse mucho más poderosos. Y tienen miedo, mucho miedo. Y si ellos tienen miedo, ¿tú también deberías tenerlo?

One Comment

  1. Fabio said:

    Dinheiro, não deves ter medo! Teu dilúvio está chegando!

    26 January, 2025
    Reply

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