Una alternativa transversal sacude la parálisis alemana

Eduardo Jorge Vior para o Blog Saker Latinoamérica e Telam – 23 de junho de 2023

La histrica lideresa de la corriente marxista dentro de La Izquierda Sahra Wagenknecht
La histórica lideresa de la corriente marxista dentro de La Izquierda: Sahra Wagenknecht.

Al expulsar a la histórica lideresa de la corriente marxista dentro de La Izquierda (Die Linke), la dirección partidaria le ha hecho más un favor que un daño. El gran perjuicio, por el contrario, se lo ha infligido a sí misma y, paradójicamente, a su equivalente en el otro extremo del sistema político alemán, la Alternativa por Alemania (Alternative für Deutschland, AfD). Rompiendo todos los diques del esclerótico sistema político germano, Sahra Wagenknecht tiene un discurso pacifista, socialista y popular que le ha granjeado a la vez simpatías entre votantes de izquierda y conservadores. Si ahora construye una fuerza transversal, desatará un torrente que puede destruir el Estado liberal y amenazar la dominación norteamericana sobre Alemania.

El Partido La Izquierda (Die Linke) pidió el pasado sábado 10 a su antigua lideresa, Sahra Wagenknecht, que renuncie a su mandato en el Bundestag (cámara baja del Parlamento alemán). Wagenknecht y otros izquierdistas no citados por su nombre deberían devolver sus mandatos, dice el comunicado de la Presidencia Federal del partido. Según la Ley Fundamental, Sahra Wagenknecht no está obligada a devolver su banca, pero queda desvinculada del partido.

La dirigente de 54 años, hija de un iraní (por eso “Sahra”) y una alemana, militó primero en la Juventud Socialista de Alemania Oriental, para integrarse después de la reunificación al Partido de la Democracia Socialista (PDS), sucesor del antiguo Partido Socialista Unificado (SED, por su nombre en alemán) de la disuelta República Democrática Alemana (DDR). En la nueva estructura presidió durante veinte años la Plataforma Comunista, una corriente interna ortodoxamente marxista. En distintos períodos formó también parte de la Presidencia Federal del partido y desde 2009 es diputada federal. Durante su carrera tuvo muchos choques con la mayoría de los dirigentes del partido a los que considera “demasiado adaptados” a la democracia liberal.

Sin embargo, fue después de la elección parlamentaria general de 2021, en la que La Izquierda perdió la mitad de sus votos, que la convivencia se hizo casi imposible. Mientras que la corriente mayoritaria, siguiendo la deriva identitaria de la izquierda europea, sigue una agenda centrada en la política de género, el ecologismo, el europeísmo, las fronteras abiertas y el antirracismo, la minoría de izquierda acentuó su lucha por los derechos sociales, el pacifismo, la buena vecindad con Rusia y la integración de los inmigrantes. Tras el estallido de la guerra en Ucrania las diferencias se agudizaron, porque la mayoría tomó el curso antirruso de gran  parte del sistema político y la izquierda se manifiesta por la búsqueda inmediata de negociaciones con Rusia, al mismo tiempo que denuncia a EE.UU. como instigador de la conflagración en Europa Oriental.

Si bien Wagenknecht siempre chocó con la línea del partido, la mayoría se contuvo hasta hace poco tiempo, porque la lideresa es muy popular, pero su confluencia de hecho con algunas posiciones defendidas por la derechista Alternativa por Alemania (AfD) han rebalsado el vaso. En marzo pasado la dirigente lanzó junto con la histórica feminista Alice Schwarzer un “Manifiesto por la Paz” que recogió numerosas firmas (también de líderes de AfD) y convocó a un masivo acto pacifista en Berlín. Desde entonces se sucedieron declaraciones suyas y de dirigentes de la Alternativa en las que concordaban en reclamar negociaciones con Rusia y en condenar la política económica y social de la coalición de gobierno.

Ya en marzo pasado una encuesta de la revista Der Spiegel mostró que los votantes conservadores, sobre todo los partidarios de la AfD, apoyarían a un posible partido que fundara Sahra Wagenknecht. En general, el 25% de la población podría “definitivamente” o “más bien” imaginarse votando a un partido liderado por la lideresa. Si salta al ruedo con una fuerza propia, Sahra Wagenknecht podría llegar a ser una peligrosa competencia para la AfD, porque goza de gran popularidad entre los votantes de derecha y con su combinación de crítica a la migración no administrada y su conciencia social les toca la fibra sensible.

Visto en perspectiva, éste es el único desarrollo que podría frenar el crecimiento de la derecha nacionalista. Una encuesta de YouGov publicada el viernes 16, informó que el 20% de los votantes alemanes daría su voto a la AfD, convirtiéndola en el segundo partido más fuerte, por detrás de la centroderechista CDU (28%) y por delante del SPD del canciller Olaf Scholz (19%). No cabe duda de que se trata de un terremoto político.

Tras sólo un año y medio en el poder la actual coalición “semáforo” (por los colores identificatorios de los partidos que la componen) entre el SPD, los Verdes (que obtuvieron un 15%) y los Demócratas Libres o FDP (7%) ya no tiene mandato para gobernar. En las elecciones generales de 2021 el SPD había obtenido el 25,7%, el FDP el 11,5% y el Partido Verde el 14,8% de los votos. Su incapacidad para resolver la crisis económica y bajar la inflación, su insistencia en una transición ecológica impopular, su impericia para administrar el aluvión de solicitantes de asilo que ingresa al país y su seguidismo de la guerra norteamericana contra Rusia le han quitado toda legitimidad. Esta precipitada caída de la coalición deja un vacío que la derechista AfD suponía poder ocupar.

El 20% es ya un umbral importante en un sistema político fragmentado como el alemán y hay observadores políticos que sitúan el potencial exterior de la AfD en torno al 30%. Hasta ahora, una coalición con la AfD ha sido un tabú para los dos partidos mayoritarios, la CDU y el SPD. En la situación actual, empero, la CDU se enfrenta a una disyuntiva: volver a la paralizante “gran coalición” con el SPD de la época de Merkel o formar gobierno con la derechista AfD.

La cuestión es que la AfD está en auge y, una vez que supere la barrera del 20% será más difícil excluirla de una coalición de gobierno. La recesión en Alemania se prevé larga y favorecerá las alternativas antisistema. También el crecimiento descontrolado de la inmigración contribuye al crecimiento de la AfD. Según cifras oficiales, el número de solicitudes de asilo en Alemania aumentó un 80% entre enero y marzo de 2023 en comparación con el mismo periodo del año anterior. En un contexto de crisis y guerra, este aumento se debe, sin dudas, a la situación central del país, pero también a la solidez de su estructura de acogida. Sin embargo, como destacó Wagenknecht en una entrevista, el problema no reside tanto en la cantidad de refugiados que el país acepte, sino en la falta de políticas de integración para aceitar la convivencia entre residentes y recién llegados.

Asimismo, el SPD, los Verdes y los liberales han gastado una fortuna para apoyar a Ucrania. La AfD, que es euroescéptica y aboga por mejorar las relaciones con Rusia, está aprovechando en consecuencia el hecho de que alrededor de un tercio de los alemanes no está de acuerdo con la guerra contra Rusia. Por ejemplo, sólo el 28% de los encuestados en el último sondeo apoya la entrega de aviones de combate alemanes a Ucrania y el 55% dice que debería intensificarse la búsqueda de negociaciones para finalizar la guerra. Sólo AfD y la izquierda socialista de Wagenknecht levantan estas reivindicaciones.

Del mismo modo crece el rechazo a la Unión Europea (UE). El 18% de los encuestados está totalmente en desacuerdo con la noción de una identidad europea. A la vez, el número de eurófobos y euroescépticos está aumentando por igual, respectivamente el 41% y el 56%. La mayoría de la población (también en otros países de Europa) se resiste a delegar más facultades soberanas en la UE.

Además, el año pasado los Verdes acabaron con la energía nuclear e impulsaron la transición de hacia las energías renovables a una velocidad vertiginosa, generando una reacción violenta entre los votantes. Los costos de la transición energética son insostenibles para la baja clase media y las familias más pobres. Derecha e izquierda capitalizan también este descontento.

A corto plazo se avecina un estancamiento político por la incapacidad de los cuatro partidos hasta ahora más importantes (CDU/CSU, SPD, FDP y Verdes), para hallar soluciones a la crisis y por su sometimiento a la política norteamericana. A su vez, tras la expulsión de la izquierda socialista, el partido La Izquierda puede quedar por debajo del 5% de los votos y perder status parlamentario. Se han reducido sensiblemente las posibilidades de que los partidos establecidos formen entre ellos coaliciones de gobierno con mayorías suficientes. La AfD aspira, entonces, a ser indispensable en la formación de un gobierno federal en algún momento, pero ahora debe temer la competencia de la izquierda.

Washington aprovechó el pretexto de la guerra en Ucrania, para, mediante las sanciones contra Rusia, cortar los vínculos de Berlín con Moscú y Pekín. El auge del partido derechista sugiere ahora la posibilidad de que la RFA recupere su autonomía. Sin embargo, sus componentes xenófobos y racistas suscitan la reacción de las clases medias liberales y ponen a todos sus vecinos en alerta, mucho más cuanto que el crecimiento de la derecha en Alemania daría aliento a la candidatura de Donald Trump en Estados Unidos. Una alternativa de izquierda reduciría esos recelos, pero suscitaría la reacción norteamericana.

Alemania no parece tener alternativa. Sólo la reanudación de las negociaciones con Rusia y China podría darle aire y por eso el Canciller y los presidentes de las mayores corporaciones industriales del país se reunieron este martes en Berlín con el primer ministro chino, Li Qiang. Allí reafirmaron la necesidad de reavivar los vínculos en ambas direcciones entre las dos potencias, pero pueden llegar tarde. El deterioro de las condiciones de vida y el pánico creciente en una población que se siente insegura harán su trabajo. No es previsible que en el estancado mapa político actual una nueva fuerza socialista confluya con el nacionalismo democrático (que también forma parte de AfD), pero un nuevo partido de izquierda popular y radicalmente democrático podría mover el tablero. El desmoronamiento creciente del sistema político alemán va a obligar a tomar decisiones antes de que termine el año. O el gobierno se mueve o su sociedad lo moverá. Mientras tanto, los nuevos actores van entrando a escena.


Eduardo J. Vior é um veterano sociólogo e jornalista independente, especialista em política internacional, professor do Departamento de Filosofia da Universidade de Buenos Aires (UBA).

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