por Anatole Kaletsy
Una vez más, Grecia parece haber corrido la arruga financiera. Recurriendo a sus participaciones en una cuenta de reserva del Fondo Monetario Internacional, fue capaz de pagar € 750 millones (851 millones dólares) -irónicamente al mismo FMI- justo cuando el pago estaba por vencerse.
Esta política suicida no es un accidente. Desde que llegó al poder en enero, el gobierno griego, dirigido por el partido Syriza del primer ministro Alexis Tsipras, ha creído que la amenaza de default -y por tanto de una crisis financiera que podría acabar el euro- le da el poder de negociación para compensar la falta de poder político y económico de Grecia. Luego de meses, Tsipras y su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, un experto académico en la teoría de juegos, aún parecen creer en este punto de vista, a pesar de la falta de evidencia que lo apoye.
Sin embargo, su cálculo está basado en una falsa premisa. Tsipras y Varoufakis asumen que un impago obligaría a Europa a elegir entre sólo dos alternativas: expulsar a Grecia de la zona euro u ofrecerle aligeramiento incondicional de la deuda. Pero las autoridades europeas tienen una tercera opción en el caso de un default griego. En lugar de forzar una salida de Grecia de la zona euro, la UE podría atrapar a Grecia dentro de la eurozona y privarla de dinero, luego simplemente sentarse y observar el colapso del apoyo político interno al gobierno de Tsipras.
Tal estrategia de asedio -esperar que Grecia se quede sin el dinero que necesita para mantener las funciones normales de gobierno- ahora luce como la técnica más prometedora de la UE para romper la resistencia griega. Es probable que funcione, porque al gobierno griego le resulta cada vez más difícil reunir el dinero suficiente para pagar los salarios y las pensiones al final de cada mes.
Para ello, Varoufakis ha estado recurriendo a medidas cada vez más desesperadas, como aprovechándose del dinero en cuentas bancarias municipales y de hospitales. La consecuencia es que la recaudación de impuestos ha sido afectada tan gravemente por el caos económico desde la elección de enero que los ingresos del gobierno ya no son suficientes para cubrir los costos del día a día. Si esto es cierto -nadie puede decirlo con certeza debido a la falta de fiabilidad de las estadísticas financieras griegas (otra de las quejas de las autoridades de la UE)- la estrategia de negociación del gobierno griego está condenada.
La estrategia Tsipras-Varoufakis asumía que Grecia podría amenazar de manera creíble con el default, porque el gobierno, si era forzado a seguir adelante, aún tendría dinero más que suficiente para pagar los salarios, las pensiones y los servicios públicos. Esa era una suposición razonable en enero. El gobierno había presupuestado un gran superávit primario (el cual excluía el pago de intereses), que estaba proyectado en un 4% del PIB.
Si Grecia hubiera declarado el default en enero, este superávit primario podría (en teoría) haber sido reorientado a pagos de intereses para financiar la subida de los salarios, pensiones y el gasto público que Syriza había prometido en su campaña electoral. Teniendo en cuenta esta posibilidad, Varoufakis pudo haber creído que estaba haciéndole a otros ministros de Finanzas de la UE una oferta generosa, proponiéndoles cortar el superávit primario del 4% al 1% del PIB, en lugar de todo a cero. Si la UE se negaba, su amenaza implícita era simplemente dejar de pagar los interés y disponer de todo el superávit primario para el gasto público extra.
Pero ¿y si el superávit primario -la carta ganadora del gobierno griego en su estrategia de negociación- ahora ha desaparecido? En ese caso, la amenaza de incumplimiento ya no es creíble. Con la desaparición del superávit primario, un default ya no le permitiría a Tsipras cumplir las promesas de campaña de Syriza; por el contrario, implicaría recortes aún mayores en los salarios, las pensiones y el gasto público que los que ahora la “troika” -la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI- está exigiendo.
Para las autoridades de la UE, por el contrario, una moratoria griega sería ahora mucho menos problemática de lo que se suponía. Ellos ya no tienen que impedir un default amenazando a Grecia con la expulsión del euro. En lugar de ello, la UE puede confiar en que el propio gobierno griego castigue a su pueblo al no pagar los salarios y las pensiones y honrar las garantías bancarias.
Tsipras y Varoufakis deberían haberlo visto venir, porque lo mismo sucedió hace dos años, cuando Chipre, en medio de una crisis bancaria, intentó desafiar a la UE. La experiencia de Chipre sugiere que, con la credibilidad de la amenaza de default del gobierno por los suelos, es probable que la UE obligue a Grecia a permanecer en el euro y lo declare en una bancarrota municipal al estilo estadounidense, como el de Detroit.
Los mecanismos jurídicos y políticos para tratar a Grecia como en una bancarrota municipal están claros. Los tratados europeos declaran inequívocamente que la adhesión al euro es irreversible a menos que un país decida salir no sólo de la moneda única, sino de toda la UE. Ese es también el mensaje político que los gobiernos de la UE quieren infundir en sus propios ciudadanos e inversores financieros.
Si Grecia se declara en default, la UE estará justificada legalmente y motivada políticamente para insistir en que el euro sigue siendo su única moneda de curso legal. Incluso si el gobierno griego decide pagar los salarios y las pensiones mediante la impresión de sus propios pagarés o “nuevos dracmas,” la Corte Europea de Justicia declarará que todas las deudas nacionales y los depósitos bancarios deben ser pagados en euros. Eso, a su vez, obligará a incumplir con los ciudadanos griegos, así como los acreedores extranjeros, porque el gobierno no podrá honrar el valor en euros de los depósitos asegurados en los bancos griegos.
Así que un default griego dentro del euro, lejos de permitir a Syriza honrar sus promesas electorales, infligiría aún mayor austeridad sobre los votantes griegos de la que soportaron bajo el programa de la troika. En ese momento, el colapso del gobierno se haría inevitable. En lugar de que Grecia salga de la eurozona, Syriza saldría del gobierno griego. Tan pronto como Tsipras se de cuenta de que las reglas del juego entre Grecia y Europa han cambiado, su capitulación será sólo cuestión de tiempo.
Publicado el 14 de mayo de 2015 en www.project-syndicate.org
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