por Carlos Aznárez. En Resumen Latinoamericano
Si faltaba una nueva señal para demostrar que los acuerdos de paz entre las FARC y el gobierno colombiano se han convertido en una gran trampa para los revolucionarios de ese país, ahí está la última puesta en escena que el uribismo, hoy en el poder, ha hecho con la situación dolorosa que atraviesa el ex-comandante fariano Jesús Santrich. Al detenerlo la primera vez de manera ilegal bajo la falsa acusación de “haber delinquido con posterioridad a la firma final del acuerdo de paz”, sus enemigos abrieron así la puerta para que sea la justicia ordinaria la que se haga cargo del proceso judicial y conceder la exigencia del gobierno de Estados Unidos para que sea extraditado.
Posteriormente, tras la presión local e internacional la debilitada Jurisdicción Especial de Paz (JEP) incluyó su caso, y después de muchas idas y vueltas desestimó el pedido de extradición y ordenó su libertad. Pero la Colombia actual está en manos de un gobierno que no solo está lindando con el fascismo, sino que al igual que sus aliados de Israel, se jactan de desconocer los fallos de la Justicia que les son desfavorables y operan en consecuencia. Por eso, el caso Santrich volvió a sufrir un vuelco vergonzoso cuando la presión del propio Uribe, asegurando que no lo dejarían en libertad y que se cumpliría con el pedido de extradición, obligó al prisionero a tomar la actitud digna de intentar sacrificar su propia vida antes de ser trasladado mansamente a prisiones yanquis de exterminio, como la que ya sufre su compatriota Simón Trinidad.
Luego vino lo ya sabido: un hábeas corpus aceptado, los funcionarios de la prisión de La Picota dopando al prisionero para montarlo en una silla de ruedas y hacer la farsa de una liberación que duró apenas dos minutos, y luego, ya recapturado sin orden judicial alguna, conducido de urgencia a un hospital debido a que Santrich sufriera un paro cardiorespiratorio.
Santrich ha debido afrontar todo este último año el escarnio no solo de estar en prisión sino que se lo indentifique con el narcotráfico. Justamente él, que durante toda su militancia en la guerrilla combatió a la putrefacta burguesía colombiana que es una de las sostenedoras principales del millonario negocio narco en sociedad con los traficantes estadounidenses. Así es la impudicia de quienes ahora gobiernan en Colombia y buscan condenar a Santrich, ya que son justamente ellos los que durante todo el andar delincuencial del uribismo, no solo protegieron a los distintos cárteles de la droga sino que conformaron estructuras paramilitares ad hoc. De allí que todos estos años fueron surgiendo las “Convivir” del ex presidente Uribe Vélez, pasando por las Autodefensas Unidas de Colombia (las tristemente célebres AUC de la motosierra) que asesinaron junto al Ejército, a decenas de miles de personas, durante el mandato de Uribe y Santos. Los mismos que ahora regentean, con la anuencia del presidente Iván Duque, las “Águilas Negras” que amenazan y matan a líderes y lideresas sociales.
Santrich es un patriota latinoamericano, un hombre de ideas sólidas, marxista, revolucionario, poeta de la vida que dedicó toda su vida a la lucha por una Colombia con justicia social, que apoyó en la Mesa de La Habana la idea de negociar la paz sin hipotecar los principios, y que al ver que lo que se había firmado era tergiversado y ninguneado por la politiquería burguesa colombiana, hizo oír sus críticas, marcando la traición del ex presidente Santos y la debilidad de la fuerza propia para reconducir el proceso. No fue el único: junto con Iván Márquez, Joaquín Gómez, Hernán Velázquez (“El Paísa”) y otros dirigentes guerrilleros, alzaron sus voces y se autocriticaron, reconociendo que la entrega de armas y otras exigencias del acuerdo no deberían haberse aceptado sin conseguir antes los objetivos rubricados por ambas partes.
Es por todo ello que el régimen uribista presidido por el títere Iván Duque, mantiene a Santrich en prisión, intentando castigar su comportamiento digno, tratando de enviar así un mensaje de sumisión y disciplinamiento a quienes siguen optando por la rebeldía junto al pueblo colombiano. Pero se equivocan Duque, Uribe y sus padrinos de Washington. Santrich está hecho de una pasta especial, la de hombres como Manuel Marulanda o de Camilo Torres, indoblegables ante las injusticias y los atropellos, luchadores siempre. Es por eso que él no cede ante las provocaciones de sus enemigos y sigue batallando allí donde se encuentre, a pesar de las graves circunstancias que hoy atraviesa.
Mientras él sigue poniendo el cuerpo, es necesario redoblar la solidaridad internacional para exigir la libertad inmediata de Jesús Santrich, repudiar los intentos de régimen derechista y uribista colombiano y rechazar de plano cualquier intento de que sea extraditado a EE.UU. Hoy por hoy, Santrich somos todos y todas.
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