Castellano — Sergey Lavrov “Politica Externa de Rusia: Antecedentes Historicos”

Sergey Lavrov “Politica Externa de Rusia: Antecedentes Historicos”

03-03-2016

Incontables investigaciones científicas atestiguan el elevado nivel cultural y espiritual de la Rus´ de esos tiempos, en un nivel que frecuentemente era superior al de muchos países contemporáneos de Europa Occidental. Muchos pensadores occidentales notables reconocieron que Rus’ formaba parte del contexto europeo, al tiempo que el pueblo ruso poseía una matriz cultural muy propia y un tipo de espiritualidad original y nunca se mezcló con el occidente. En este contexto, es útil recordar lo que, en muchos aspectos, fue para mi pueblo, una época crítica y trágica – la Invasión mongol. El gran poeta y escritor ruso, Alexander Pushkin escribió: “Los bárbaros no se atreverán a dejar de lado una Rus’ esclavizada y regresar a las estepas orientales”. El iluminismo cristiano fue salvado por una Rusia devastada y agonizante. También conocemos una visión distinta dada por el ilustre historiador y etnólogo Lev Gumilyov que creía que la invasión mongol había preparado el surgimiento de una nueva etnia rusa y que la Grande Estepa nos había dado un impulso adicional para el desenvolvimiento.

De cualquier modo, es evidente que el período que describimos arriba, fue extremadamente importante para la fundamentación del rol independiente del Estado ruso en Eurasia. Recordemos, en este contexto, la política seguida por el “Gran Príncipe Alexandre Nevsky”, que decidió someterse temporalmente a los gobiernos de la Horda del Oro, que eran tolerantes con el cristianismo, a fin de apoyar el derecho de los rusos a tener una fe de su propia elección y decidir su destino, a pesar de los intentos del Occidente Europeo por colocar los territorios rusos bajo control total y quitarle al pueblo ruso su identidad. Creo que esta política sabia y direccionada hacia el futuro está en nuestros genes.

Rus’ se dobló pero no se rompió bajo el pesado yugo mongol y logró salir de esta prueba terrible como  un solo estado que más tarde fue considerado, tanto por el Occidente, como por el Oriente, como el sucesor del Imperio Bizantino, que dejó de existir en 1453. Era un país imponente que se extendía a lo largo de lo que era casi todo el perímetro oriental de Europa y de este modo Rusia comenzó una expansión natural en dirección a los Montes Urales y Siberia, absorbiendo territorios enormes. Por ese entonces, ya era un poderoso factor de equilibrio para las combinaciones políticas de Europa, incluyendo la bien conocida Guerra de los Treinta Años, que dio a luz el sistema de relaciones internacionales de la Westfalia, cuyos principios, especialmente el respeto por la soberanía del Estado, aún son de suma importancia, actualmente.

En este punto, estamos acercándonos a un dilema que ha sido evidente durante varios siglos. Mientras el estado de Moscú, en franco desarrollo, desempeñaba naturalmente, un rol cada vez más preponderante en los asuntos europeos, estos países estaban inquietos debido al gigante en desenvolvimiento en el oriente e intentaban alejarlo siempre que posible e impedirlo de participar en los asuntos más importantes de Europa.

La contradicción aparente entre el orden social tradicional y un enorme esfuerzo de modernización con base en la experiencia más avanzada, también se remonta a varios siglos. En realidad, un estado en franco desarrollo es obligado a intentar dar un salto adelante, contando con la tecnología moderna, lo que no implica necesariamente tener que renunciar a su “código cultural”. Existen muchos ejemplos de modernización de sociedades orientales sin rupturas radicales con sus tradiciones. Esto es muy típico de Rusia, que es esencialmente una rama de la civilización europea.

La necesidad de modernización con base en proyectos europeos fue nítidamente manifiesta en la sociedad rusa durante la época del Zar Alexandre, aunque el talentoso y ambicioso Pedro, el Grande, le haya dado un fuerte impulso. Fundamentándose en medidas nacionales, duras y firmes y en una política externa bien sucedida, Pedro, el Grande, logró colocar Rusia en la categoría de los países importantes de Europa, en poco más de dos décadas. A partir de entonces la posición de Rusia ya no podía continuar siendo ignorada. Ningún asunto de Europa podía ser resuelto sin la opinión de Rusia.

No sería correcto pensar que todos estaban felices con esta situación. A lo largo de los siglos posteriores se hicieron repetidos intentos de hacer retroceder este país hacia la época anterior a Pedro, el Grande, pero no lo lograron. A mediados del siglo XVIII, Rusia representó un papel fundamental en un  conflicto que abarcó toda Europa – La Guerra de los Siete Años. En aquel tiempo las tropas rusas hicieron una entrada triunfal en Berlín, capital de Prusia bajo el mando de Federico II, que tenía la reputación de ser invencible. Prusia fue salvada de una derrota inevitable solo porque la Emperatriz Isabel falleció de muerte súbita y fue sucedida por Pedro III, que simpatizaba con Federico II. Este giro en la historia de Alemania aún es referido como el Milagro de la Casa de Bradenburg. El tamaño, el poder y la influencia de Rusia crecieron considerablemente bajo el reinado de Catalina, la Grande, pues como lo declaró el entonces canciller Alexander Bezborodko: “En Europa, ningún cañón podría ser disparado sin nuestro consentimiento”.

Me gustaría mencionar la opinión de una respetable investigadora de la Historia rusa, Helene Carrère d’Encausse, secretaria permanente de la Academia Francesa. Ella dijo que el Imperio Ruso  era el mayor imperio de todos los tiempos, en todos los parámetros – tamaño, capacidad de administrar sus territorios y duración de existencia. Según el filósofo ruso Nikolai Berdyayev, ella insiste en que la Historia impregnó Rusia con la misión de ser la conexión entre el Oriente y el Occidente.

Por lo menos durante los dos últimos siglos, todos los intentos de unir Europa sin Rusia o contra ella, condujeron inevitablemente a lamentables tragedias, cuyas consecuencias fueron siempre superadas con la participación decisiva de nuestro país. Me refiero, en parte a las guerras napoleónicas y después de la conclusión de las mismas, Rusia alteró su sistema de relaciones internacionales que se fundamentaban en los intereses nacionales, por el equilibrio de fuerzas y consideración mutuas e impidió el poder y la influencia de un Estado en Europa. Recordamos que el Emperador Alexander I tuvo un papel muy activo en la realización de las decisiones del Congreso de Viena en 1815, que aseguraron el desarrollo de Europa, sin conflictos armados graves, durante los 40 años siguientes.

Hasta cierto punto las ideas de Alexander I podían ser descritas como un prototipo del concepto de subordinar los intereses nacionales a los objetivos comunes, principalmente la manutención de la paz y de la orden en Europa.  Como dijo el emperador ruso: “No puede haber jamás una política inglesa, francesa, rusa o austriaca. Solo puede haber una política – una política común que debe ser aceptada por todos los pueblos y soberanos para obtener la felicidad común”.

De cualquier forma, el sistema de Viena fue destruido en la secuencia del deseo de marginalizar Rusia de los asuntos de Europa. Paris estaba obsesionado con esta idea durante el reinado del Emperador Napoleón III. En el intento de forjar una alianza contra Rusia, el monarca francés, actuando como un gran maestro de ajedrez infeliz, estaba dispuesto a sacrificar todas las otras piezas del juego. Como sucedió? En realidad Rusia fue derrotada en la Guerra de Crimea (1853-1856), cuyas consecuencias, logró superar rápidamente, debido a una política consistente y clarividente, llevada a cabo por el Canciller Alexander Gorchakov. Cuanto a Napoleón III, terminó su gobierno como prisionero de los alemanes y la pesadilla del enfrentamiento franco alemán flotó sobre Europa Occidental durante décadas.

Aquí tenemos otro episodio relacionado con la guerra de Crimea. Como sabemos, el Emperador austriaco se recusó a ayudar Rusia que algunos años antes, en 1849, había venido en su ayuda durante la revolución húngara. Enseguida el ministro de los negocios extranjeros austriaco, Felix Schwarzenberg, dijo la famosa frase: “Europa quedaría sorprendida por la profundidad de la ingratitud de Austria”. De un modo general el desequilibrio de los mecanismos políticos y económicos europeos provocaron una cadena de acontecimientos que llevaron a la Primera Guerra Mundial.

Particularmente, regresando a esa época de la diplomacia rusa y también a las ideas avanzadas que estaban muy allá de su tiempo. Las conferencias de paz de la Haya de 1899 y 1907, convocadas por iniciativa del Emperador Nicolau II, fueron los primeros intentos de llegar a un acuerdo sobre la contención de la corrida a las armas e impedir los preparativos de una guerra devastadora. Pero muchas personas no saben nada sobre ello.

La Primera Guerra Mundial aniquiló vidas, provocó el sufrimiento de incontables millones de personas y llevó  cuatro imperios al colapso. En este contexto es oportuno recordar aún otro aniversario que se va celebrar el próximo año – el 100º aniversario de la Revolución Rusa. Hoy somos confrontados con la necesidad equilibrada y objetiva de esos hechos, especialmente en un ambiente donde, particularmente en el Occidente, muchos están dispuestos a usar esta fecha para montar aún más ataques de información sobre Rusia, para mostrar la revolución de 1917 como un golpe bárbaro que deshonra toda la Historia de Europa. Peor aún, quieren igualar el régimen soviético al nazismo y lo culpan parcialmente por el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Sin duda, la Revolución de 1917 y la guerra civil que se le siguió, fueron una tragedia terrible para nuestra nación. Sin embargo, todas las otras revoluciones también fueron trágicas. Eso no impide que nuestros amigos franceses exalten su revolución, la cual más allá de los lemas de libertad, igualdad y fraternidad, también está conectada al uso de la guillotina y a ríos de sangre.

La Revolución Rusa fue sin duda, un gran acontecimiento que tuvo impacto en la Historia del mundo, de un modo poco claro. Fue considerada como una especie de experiencia de implementación de las ideas socialistas, que entonces fueron ampliamente divulgadas en toda Europa. Las personas las apoyaron, porque grandes masas de la población fueron atraídas para la organización social, confiando en los principios colectivos y comunitarios.

Los investigadores honestos observan claramente el impacto de las reformas en la Unión Soviética en la formación del llamado estado de bienestar en la Europa Occidental en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los gobiernos europeos decidieron introducir medidas sin precedentes de protección social bajo la influencia del ejemplo de la Unión Soviética, en un esfuerzo para tornar las ideas de las fuerzas políticas de izquierda menos buenas, especialmente habiéndolas colocado en práctica antes de ellos o mejor que ellos.

Se puede decir que los 40 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron una época sorprendentemente buena para la Europa Occidental, que escapó a la necesidad de tomar sus propias decisiones importantes debido al conflicto EUA-URSS y logró oportunidades únicas para conseguir un desarrollo estable.

En estas circunstancias los países de Europa Occidental implementaron varias ideas sobre la conversión de los modelos capitalista e socialista, que Pitirim SoroKin y otros ilustres pensadores del siglo XX, promovieron como siendo la forma preferida de progreso socio-económico. Durante los últimos 20 años hemos estado asistiendo al proceso inverso en Europa y Estados Unidos: la reducción de la clase media, el aumento de la desigualdad social y el desmantelamiento de los controles sobre los grandes negocios/empresas.

El rol que la Unión Soviética desempeñó en la descolonización y en la promoción de los principios de las relaciones internacionales, tales como el desarrollo independiente de las naciones y su derecho a la auto-determinación es inestimable.

No me voy a focalizar en los puntos relacionados con Europa resbalando para la Segunda Guerra Mundial. Claro que las aspiraciones anti-rusas de las elites europeas y su deseo de liberar la máquina de guerra de Hitler contra la Unión Soviética tuvieron un papel preponderante. Corregir la situación después de este terrible desastre envolvió la participación de nuestro país como siendo un asociado clave en la determinación de los parámetros de la orden Europea y mundial.

En este contexto, el concepto de “choque de dos totalitarismos”, que actualmente se inculca activamente en las mentes europeas, incluyendo en las escuelas, es infundado e inmoral. La Unión Soviética, a pesar de todos sus males, nunca tuvo como objetivo el destruir naciones enteras. Winston Churchill, que toda su vida fue un oponente de principios de la Unión Soviética y desempeñó un papel importante, que va desde la alianza de la Segunda Guerra Mundial hasta un nuevo conflicto con la Unión Soviética, dijo que la benevolencia, o sea, la vida de acuerdo con la conciencia, es la forma en que Rusia suele actuar.

Si echan una mirada imparcial a los países más pequeños de Europa que anteriormente formaban parte del Pacto de Varsovia e que ahora son miembros de la Unión Europea y de la NATO, es claro que el problema no fue sobre la sujeción de la libertad, que a los intelectuales occidentales les gusta mencionar, pero si a un cambio de liderazgo. El Presidente ruso, Vladimir Putin, habló sobre este asunto hace poco tiempo. Los representantes de esos países admiten a puerta cerrada que no pueden tomar ninguna decisión importante sin la luz verde de Washington o Bruselas.

Parece que en el contexto del 100º aniversario de la Revolución Rusa, comprender la continuidad de la Historia de Rusia, es importante para nosotros y ella debe incluir todos los periodos sin excepción y la importancia de la síntesis de todas las tradiciones positivas y la experiencia histórica como base para hacer progresos dinámicos y defender el papel legítimo de nuestro país, como siendo uno de los principales centros del mundo moderno y un proveedor de los valores del desarrollo sustentable, de seguridad y de estabilidad.

El orden mundial del pos-guerra dependía del enfrentamiento entre los dos sistemas mundiales y estaba lejos de ser ideal, pero fue suficiente para preservar la paz internacional y para evitar la peor tentación posible – el uso de armas de destrucción masiva, principalmente armas nucleares. No existe solidez alguna en la creencia popular de que la disolución de la Unión Soviética significó la victoria occidental en la Guerra Fría. Fue el resultado de la voluntad de nuestro pueblo para el cambio, en comunión con una cadena de infelices ocurrencias.

Estos desenvolvimientos resultaron en un cambio verdaderamente tectónico en el panorama internacional. En verdad, cambiaron la totalidad de la política global, considerando que el fin de la Guerra Fría y el conflicto ideológico relacionado con ella, brindo una oportunidad única para cambiar la arquitectura europea sobre los principios de la seguridad indivisible e igual y de una cooperación duradera, sin líneas divisoras.

Tuvimos una oportunidad práctica para reparar la división de Europa e implementar el sueño de una patria común europea, que fue abrazado por muchos pensadores y políticos europeos, incluyendo el presidente Charles de Gaulle, de Francia. Rusia estaba totalmente abierta a esta opción y promovió varias propuestas e iniciativas para ello. Lógicamente creamos una nueva fundación para la seguridad europea a través del refuerzo de los componentes militares y políticos de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE). Vladimir Putin dijo en una entrevista reciente al Periódico alemán Bild que el político alemán Egon Bahr propuso abordajes idénticos.

Infelizmente nuestros asociados occidentales hicieron una elección distinta. Optaron por expandir la NATO para leste y avanzar el espacio geopolítico que controlaban, para más cerca de la frontera rusa. Esta es la esencia de los continuos  problemas que enfriaron las relaciones de Rusia con los Estados Unidos de América y con la Unión Europea. Es notable que George Kennan, el arquitecto de la política de los EUA de contención de la Unión Soviética, en los últimos años de su vejez, haya dicho que la reafirmación de la expansión de la NATO fue “un error trágico”.

El problema implícito de esta política occidental es que ignoró el contexto global. El mundo actual globalizado, está fundamentado en una interconexión sin precedentes entre los países y por eso es imposible desarrollar las relaciones entre Rusia y la Unión Europea como si ellas permaneciesen en el cierne de la política global como sucedía durante la Guerra Fría. Debemos tomar nota de los procesos poderosos que están en marcha en Asia-Pacifico, en el Medio Oriente, en África y en América Latina.

Los acelerados cambios en todas las áreas de la vida internacional son la principal señal de la fase actual. De manera sintomática, muchas veces ellos toman un giro inesperado. Así, el concepto de “Fin de la Historia” desarrollado por el conocido sociólogo e investigador político norte-americano Francis Fukuyama, que fue popular en la década de 1990,  hoy se volvió notablemente incompatible. De acuerdo con este concepto, la globalización rápida señala la victoria final del modelo capitalista liberal, mientras todos los otros modelos deben adaptarse al mismo, bajo la orientación de sabios profesores occidentales.

En realidad, la segunda ola de globalización (la primera ocurrió antes de la primera guerra mundial) llevó a la dispersión del poder económico mundial y por lo tanto de la influencia política y al surgimiento de centros de poder, nuevos y grandes, principalmente en Asia, en la Región del Pacifico. La rápida ascensión de China es el ejemplo más claro. Debido a las tasas de crecimiento económico sin precedentes, en solo tres décadas, se tornó en la segunda y calculada de acuerdo con la paridad del poder adquisitivo, la primera economía del mundo. Este ejemplo ilustra un hecho axiomático – hay muchos modelos de desarrollo – lo que excluye la monotonía de la existencia dentro de un cuadro de referencia occidental.

Consecuentemente, hubo una reducción relativa en la influencia del llamado “Occidente histórico”, que estaba habituado a verse como el maestro del destino de la raza humana, durante casi cinco siglos. La competición en la conformación del orden mundial en el siglo XXI endureció. La transición de la Guerra Fría para un nuevo sistema internacional, demostró ser mucho más larga y dolorosa de lo que parecía hace 20 o 25 años.

En este contexto, una de las cuestiones básicas en asuntos internacionales es la forma como esta competición, habitualmente natural, está siendo adquirida por los poderes más importantes del mundo. Vemos como los Estado Unidos y la alianza occidental liderada por los Estados Unidos, están intentando mantener sus posiciones de dominio a cualquier precio, o para usar una frase americana, para garantizar su “liderazgo global”. Están siendo usadas muchas formas variadas de ejercer presión, sanciones económicas e incluso la intervención armada directa. Se están llevando a cabo guerras de información a grande escala. La tecnología del cambio inconstitucional del gobierno ha sido experimentada y probada, a través de la implementación de “revoluciones coloridas”. Es importante resaltar que las revoluciones democráticas parecen ser destructivas para las naciones que son el blanco de tales acciones. Nuestro país que pasó por un periodo histórico incentivador de transformaciones artificiales en el exterior, sigue prefiriendo firmemente, cambios evolutivos que deban ser realizados de una forma y a una velocidad que esté en conformidad con las tradiciones de esa sociedad y con su nivel de desarrollo.

Habitualmente la publicidad occidental acusa Rusia de “revisionismo” y del supuesto deseo de destruir el sistema internacional establecido, como si hubiésemos sido nosotros los que bombardeamos Yugoslavia  en 1999, violando la Carta de las Naciones Unidas y el Acta Final de Helsinki, como si hubiera sido Rusia la que ignoró el derecho internacional al invadir Irak en 2003 y a distorsionar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, al derrumbar el régimen de Muammar Gaddafi por la fuerza en Libia, en 2011. Existen muchos ejemplos.

Ese discurso sobre el “revisionismo” no sobrevive a un examen rigoroso. Está fundamentado en la simples e incluso primitiva lógica de que solo Washington puede definir el tono de los asuntos mundiales. En línea con esta lógica, a principio formulada por George Orwell, se cambió para el nivel internacional y suena de esta forma: todos los Estados son iguales, pero algunos son más iguales que otros. Sin embargo actualmente las relaciones internacionales son muy sofisticadas – un mecanismo para ser controlado por un centro. Eso es obvio teniendo en cuenta los resultados de la interferencia de los EUA: prácticamente no existe ningún estado en Libia; Irak está tambaleando, al borde de la desintegración, etc., etc.

Una solución confiable para los problemas del mundo moderno, solo puede ser alcanzada a través de una cooperación seria y honesta, entre los estados principales y sus asociaciones, con el fin de enfrentaren los desafíos comunes. Esa interacción debe incluir todos los colores del mundo moderno e fundamentarse en su diversidad cultural y de civilización y reflejar también los intereses de los componentes clave, de la comunidad internacional.

Sabemos por experiencia propia que cuando esos principios son aplicados en la práctica, es posible alcanzar resultados concretos e palpables, como el acuerdo sobre el programa nuclear de Irán, la eliminación de las armas químicas de siria, el acuerdo para terminar con las hostilidades en Siria y el desarrollo de los parámetros básicos del acuerdo climático global. Eso muestra la necesidad de restaurar la cultura del compromiso, la confianza en el trabajo diplomático, que puede ser difícil, incluso agotador, pero que sigue siendo, en esencia, la única forma de garantizar una solución mutuamente aceptable, para resolver los problemas por medios pacíficos.

Nuestros enfoques son compartidos por la mayoría de los países del mundo, incluyendo nuestros asociados chinos, otras naciones del BRICS y de la SCO, nuestros amigos del EAEU, del CSTO y de la CEI. En otras palabras, podemos decir que Rusia está luchando NO contra alguien, pero por la resolución de todos los asuntos en una base de igualdad y de respeto mutuo, que es la única solución que puede ser considerada una base confiable para una mejora de las relaciones internacionales a largo plazo.

Nuestra tarea más importante es unir nuestros esfuerzos, no contra algunos desafíos improbables, pero contra los que son muy reales, entre los cuales están la agresión terrorista, que es el desafío más urgente. Los extremistas del ISIS, del Jabhatan-Nusra y afines, lograron, por primera vez, establecer el control sobre vastos territorios en Siria y en Irak. Ellos están intentando aumentar su influencia en otros países y regiones y están cometiendo actos de terrorismo en todo el mundo. Subestimar ese riesgo es sufrir de miopía criminal.

El Presidente ruso, hizo un llamado a la formación de un frente amplio, con el fin de derrotar los terroristas militarmente. Las Fuerzas Aero-Espaciales rusas, dieron una contribución importante para ese esfuerzo. Al mismo tiempo estamos trabajando denodadamente para establecer acciones colectivas en relación a la solución política de los conflictos en esta región en crisis.

Es importante resaltar que el suceso a largo plazo solo puede ser alcanzado, en base al movimiento para la asociación de las civilizaciones, que se fundamenten en una interacción de respeto hacia las diversas culturas y religiones. Creemos que la solidaridad humana debe tener una base moral constituida por los valores tradicionales que son ampliamente compartidos por las religiones más importantes del mundo. En este contexto, me gustaría llamar la atención para la declaración conjunta del Patriarca Kirill y del Papa Francisco, en la cual, entre otras cosas, manifestaron el apoyo a la familia, como siendo el centro natural de la vida de los individuos y de la sociedad.

Repito, no estamos buscando un enfrentamiento con los Estados Unidos o con la Unión Europea o con la NATO. Al contrario, Rusia está abierta a la más amplia cooperación posible con sus asociados occidentales. Seguimos creyendo que la mejor forma de asegurar los intereses de los pueblos que viven en Europa, es formar un espacio económico y humanitario común, desde el Atlántico al Pacifico, de modo que la recién formada Unión Económica de Eurasia pueda ser un eslabón de integración entre Europa y el Asia del Pacifico. Nos esforzamos por hacer nuestro mejor para sobrepasar los obstáculos de ese camino, incluyendo la resolución de la crisis de Ucrania motivada por el golpe de estado en Kiev, en Febrero de 2014, con base en los **acuerdos de Minsk.

Me gustaría citar a Henry Kissinger, un sabio y políticamente experimentado diplomático, que hablando recientemente en Moscú dijo que “Rusia debe ser encarada como un elemento esencial de cualquier equilibrio global nuevo y no, esencialmente, como una amenaza para los Estados Unidos…Estoy aquí para discutir la posibilidad de un dialogo que busca unir nuestro futuro, en vez de describir detalladamente nuestros conflictos. Esto requiere respeto de ambas partes por los intereses y valores vitales de la otra parte”. Nosotros compartimos ese enfoque. Y vamos seguir defendiendo los principios de la ley y la justicia  en las relaciones  internacionales.

Hablando sobre el rol de Rusia en el mundo, en la calidad de gran potencia, el filósofo ruso Ivan Ilyin dijo que la grandeza de un país no es determinada por el tamaño de su territorio o por el número de habitantes, pero por la capacidad de su pueblo y de su gobierno se responsabilizaren por el peso de los grandes problemas del mundo  y lidiar con los mismos de forma creativa. Una gran potencia es aquella que afirmando su existencia y su interés…introduce una idea creativa, legítima e importante para todo el conjunto de la asamblea de las naciones, para todo el “concierto” de los pueblos y de los Estados. Es difícil no concordar con estas palabras.

**Texto del protocolo de los Acuerdos de Minsk

El texto del protocolo consiste en doce puntos:

  1. Garantizar el cese al fuego inmediato por ambas partes en conflicto.
  2. Garantizar la supervisión y verificación del cese al fuego por la OSCE.
  3. Descentralizar el poder, incluso a través de la aprobación de una ley ucraniana sobre la descentralización del poder, principalmente a través de una ley sobre el “régimen provisorio de gobernación local en ciertas zonas de los Oblasts (regiones) de Donetsk y Lugansk” (“ley sobre el estatuto especial”).
  4. Garantizar la monitorización permanente de la frontera Ruso-Ucraniana y su verificación por la OSCE, a través de la creación de zonas de seguridad en las regiones fronterizas entre Ucrania y la Federación Rusa.
  5. La liberación inmediata de todos los prisioneros y de todas las personas detenidas ilegalmente.
  1. Una ley previniendo el juicio y el castigo de personas implicadas en los eventos que ocurrieron en algunas áreas de los Oblasts de Donetsk y de Lugansk, excepto en casos de crímenes considerados graves.
  2. La continuación de un dialogo nacional inclusivo.
  3. La toma de medidas para mejorar la situación humanitaria en la región de Donbass, en el Este de Ucrania.
  4. Garantizar la realización anticipada de elecciones locales, de conformidad con la ley ucraniana (acordada en este protocolo) sobre el “régimen provisorio de gobernación local en ciertas zonas de los Oblasts de Donetsk y de Lugansk” (“ley sobre el estatuto especial”).
  5. RRetirada de los grupos armados ilegales, del equipamiento militar, así como el de los combatientes y de los mercenarios pro-gobierno.
  6. AAprobación del programa de recuperación económica y de reconstrucción de la región de Donbass, en el Este de Ucrania.
  7. GGarantizar la seguridad personal de los participantes en las negociaciones.

Memorandum complementar

Durante las dos semanas siguientes a la firma del Protocolo de Minsk, hubo violaciones al cese al fuego por ambas partes envueltas en el conflicto. Las conversaciones siguieron en Minsk. Fue acordado un seguimiento a este protocolo en 19 de Septiembre de 2014. El memorándum resultante clarificó la aplicación del protocolo. Entre las medidas de pacificación acordadas, fueron incluidas las siguientes:

  • Remoción de todo el armamento pesado, 15 kms hacia atrás de la línea del frente de combate, por parte de ambos lados implicados en el conflicto, de modo a crear una zona desmilitarizada de 30 kms.
  • Prohibición de las operaciones ofensivas.
  • Prohibición de los vuelos de aviones de combate sobre la zona de seguridad.
  • Retirada de todos los mercenarios extranjeros de la zona de conflicto.
  • Configuración de una misión de la OSCE para supervisar la aplicación del protocolo de Minsk.

En 26 de Septiembre, los miembros del Grupo de Contacto Trilateral sobre la Ucrania se reunieron nuevamente para discutir la delimitación de la zona-tampón (eventualmente equivalente a las “líneas verdes” existentes entre Israel y la Palestina o en Chipre) donde el armamiento pesado seria eliminado por las partes implicadas en el conflicto. (12) La línea de demarcación entre la República Popular de Donetsk (DNR) y Ucrania fue acordada entre los representantes de la DNR y los negociadores ucranianos de acuerdo con el Vice-Primer-ministro de Ucrania, Vitalí Yarema. (13) En 2 de Diciembre de 2014, el parlamento ucraniano modificó unilateralmente la “ley sobre el estatuto especial”, propuesta en el protocolo de Minsk, aunque el mismo parlamento haya aprobado ciertos aspectos de la ley que fue acordada en Minsk, como parte del acuerdo de cese al fuego. (14)

Más información en:

https://dninews.com/

Traducción: Lúcia

Be First to Comment

Leave a Reply

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.