El Sueño Americano
Por Larry Romanoff, 26 de Julio, 2022
Traducción: PEC
Estados Unidos tiene una de las ideologías nacionalistas más arraigadas de cualquier nación. Junto con las grandes histerias de masas del patriotismo y la libertad, uno de los eslabones más penetrantes de la cadena ideológica que crea el sentido de identidad estadounidense es la creencia en el “sueño americano”, un ideal imaginario que ofrece un camino de prosperidad que va de los harapos a la riqueza. En este universo mítico, todas las oportunidades están disponibles por igual para todos los ciudadanos, en una tierra en la que incluso los que no tienen credenciales, educación o experiencia pueden acumular riquezas incalculables e incluso llegar a ser presidente del país. En este contexto, Estados Unidos es un mito utópico fantástico promovido por la maquinaria de propaganda como un concepto idealista de Shangri-la de oportunidades y esperanza, donde incluso los más desfavorecidos tienen una oportunidad justa de riqueza y de fama.
Los estadounidenses creen casi universalmente que son únicos en este sentido, ya que Estados Unidos se define virtualmente como la tierra de las oportunidades, pero esto siempre ha sido una ilusión. Si bien es cierto que EE.UU. ha acumulado comparativamente más individuos ricos que otras naciones, y este estatus se ha transmitido al mundo como una prueba de virtud, esto es mucho más una acusación de la naturaleza depredadora y antisocial del capitalismo de estilo americano que de la equidad y la oportunidad. Es cierto que la forma exclusivamente depredadora del capitalismo estadounidense creará algunos tipos de oportunidades que no existen en otros países, pero podemos desarrollar un argumento muy sólido de que no debería permitirse la existencia de esos tipos. No borremos 2008 de nuestra memoria demasiado pronto. Además, ha habido muy pocas grandes fortunas personales creadas en EE.UU. que no hayan ido acompañadas de la comisión de crímenes aún mayores, y los ejecutivos de un gran número de multinacionales estadounidenses, desde la United Fruit Company y la Standard Oil de los Rockefeller hasta Coca-Cola y Wal-Mart, deberían haber sido juzgados y ejecutados por crímenes contra la humanidad.
En efecto, Estados Unidos tiene un gran número de multimillonarios, pero esto se ve directamente compensado por el gran declive de la clase media y el enorme y creciente número de empobrecidos. La élite del 1%, los banqueros e industriales que controlan el gobierno, forzaron la legislación que les liberó de impuestos y regulaciones para permitir esa libre acumulación de riqueza. El hecho de que en otras naciones occidentales haya menos ricos extremos se ve directamente compensado por su correspondiente falta de pobreza. Basta con examinar los datos sobre la desigualdad de ingresos para darse cuenta de que las oportunidades en Estados Unidos están cada vez más reservadas a unos pocos privilegiados y que las masas no sólo están excluidas por diseño, sino que están siendo saqueadas por esos mismos pocos privilegiados.
Como ocurre con casi todas las demás reivindicaciones estadounidenses de supremacía, los pocos ejemplos que se ofrecen de algo son prácticamente los únicos que existen. Los estadounidenses señalarán con orgullo a un Bill Gates o a un Warren Buffett como prueba de la veracidad de su convicción, pero Gates (William H. Gates III) era la tercera generación de la vieja guardia cuya familia estaba conectada al más alto nivel y no, como dice el mito, un desconocido friki de la informática que abandonó Harvard y se hizo de oro con una buena idea. En cualquier caso, Gates y Buffett son dos individuos entre 300 millones, y la brutal verdad que parece escapar a la conciencia de los estadounidenses es que estos dos acumularon su riqueza mientras decenas de millones de personas perdían sus hogares y sus empleos. Los estadounidenses señalan con orgullo a Apple, con sus beneficios acumulados en el extranjero de 300.000 millones de dólares, como prueba de las posibilidades ilimitadas de Estados Unidos, pero aparentemente son incapaces de ver a los millones que viven en ciudades en tiendas de campaña y duermen en las alcantarillas de Las Vegas como un resultado inevitable de la acumulación de esos mismos 300.000 millones de dólares. Y también son incapaces de ver la criminalidad de empresas como Foxconn en China, que producen esos productos de Apple en lo que son esencialmente campos de concentración de trabajos forzados. Los ricos de todas las naciones no se hacen ricos porque sean más inteligentes, sino aprovechándose y casi siempre embruteciendo a los menos afortunados.
Podemos crear fácilmente una analogía casi perfecta con el sueño americano: “Todos los estadounidenses tienen la oportunidad de aprender a volar. No en un avión, sino como Superman, surcando el aire con superpoderes místicos”. Por supuesto, si examinamos el panorama, encontramos muy pocos individuos que parezcan haber aprovechado esta gran oportunidad, pero esta falta de pruebas no invalida en absoluto nuestra premisa. Del mismo modo, podemos afirmar que todos los estadounidenses tienen la oportunidad de hacerse ricos y tener éxito. De nuevo, cuando examinamos el panorama, encontramos muy pocos individuos que lo hayan conseguido, pero de nuevo la falta de pruebas no sirve para invalidar nuestra premisa. Por supuesto, todo el argumento es una tontería. El éxito de Warren Buffett no indica más que un individuo afortunado y con talento que estuvo en los lugares adecuados en los momentos adecuados y que es notable sólo por su rareza. Tenemos unos cuantos Elon Musks y otros como él, pero de nuevo esto no es indicativo de nada. Si el sueño americano, tal y como se plantea, es real, necesitamos al menos muchas decenas de millones de individuos que hayan alcanzado alguna medida razonable de este sueño. Pero no existen, y la razón por la que no existen es que toda la narrativa del sueño americano es un fraude.
Mientras, el gobierno estadounidense, controlado por sus banqueros y financieros, su élite corporativa multinacional y la FED, ha estado trabajando durante décadas para destripar a las clases media y baja y para efectuar una transferencia continua y masiva de riqueza al 1% superior, y el 99% inferior ha estado cantando las alabanzas del sistema capitalista “democrático” del que se ha abusado progresivamente para facilitar esta transferencia. En realidad, están alabando los mismos componentes de su sistema que los están arrastrando más a la pobreza cada año que pasa. No se me ocurre mayor tributo al poder de la propaganda que el hecho de que una nación cada vez más empobrecida, sin educación y sin empleo, no sólo esté ciega ante la fabricación deliberada de su propia desgracia, sino que adore el sistema que la permitió y venere a los individuos que la causaron.
Cabe destacar que la religión desempeña un importante papel de apoyo en la propagación de este fraude. Las versiones simplistas y simplonas del cristianismo estadounidense, con su visión bidimensional y fuertemente moralista del mundo, fomentan la creencia en el eventual triunfo de la virtud, siendo el trabajo duro, por supuesto, una característica de la virtud y el éxito una medida de su práctica. En este contexto y bajo este adoctrinamiento es perfectamente plausible que la culpa del fracaso de uno para “tener éxito” se atribuya a las propias deficiencias, y de hecho se considera como un lloriqueo el culpar al sistema en lugar de a nosotros mismos por nuestra falta de progreso. Todo el mito, la base del Sueño Americano, es que el capitalismo al estilo de Estados Unidos enriquecerá automáticamente a cualquiera que trabaje duro, llenando a los individuos con una esperanza ilusoria que rara vez se hace realidad, al tiempo que se les anima a culparse a sí mismos cuando fracasan.
Un autor escribió que, como casi todo en Estados Unidos, el Sueño Americano es una mentira, pero este mito es “tan psicológicamente seductor para quienes son ambiciosos y albergan esperanzas de un futuro mejor que la propia propaganda crea devotos seguidores incluso en ausencia de toda evidencia”. Esta es realmente una de las grandes tragedias de la vida humana en Estados Unidos, que tantos millones de personas crean fervientemente en lo que es simplemente un cuento de hadas, diciéndose a sí mismos que “siempre hay posibilidades”, cuando una mirada lúcida a su alrededor debería hacer que la mayoría saliera corriendo hacia la puerta. Y siempre son los más inocentes y crédulos, los ignorantes y desinformados, los más vulnerables y los más susceptibles a esta viciosa propaganda, como demuestran empresas como Amway.
A veces parece que la mitad del contenido de las librerías estadounidenses consiste en lo que llamamos libros de “autoayuda”, destinados a darnos “el verdadero secreto” del éxito y la riqueza. Por supuesto, si un libro lograra eso no habría necesidad de un segundo (libro). El secreto que contienen estos libros se limita en su mayoría a alguna variación de “Tienes que creer”. Y cuando no consigues encontrar oro, como inevitablemente ocurrirá, es que tu creencia no era lo suficientemente fuerte.
La realidad es que las oportunidades y el camino hacia la riqueza sólo existen hoy en día para los bien conectados, y que pocos de los brillantes, laboriosos y bien educados llegan a alcanzar la riqueza o la fama, aunque la mayoría de los estadounidenses siguen engañados creyendo que estos objetivos son realmente alcanzables. Antes era un axioma que una marea creciente levanta todos los barcos, pero en los últimos 50 años sólo han levantado los yates de lujo, con el 1% superior acumulando la mayor parte de los ingresos y activos para sí mismos, mientras que la clase media ha perdido terreno constantemente y ha sido prácticamente destruida. Con la creciente financiarización y desindustrialización de la economía estadounidense, con la FED diseñando repetidamente auges y caídas, cada una con su correspondiente transferencia masiva de riqueza, la montaña hacia la riqueza se ha convertido en una subida muy empinada para el ciudadano medio. Muchos autores han señalado que un rasgo distintivo de la sociedad estadounidense es la estratificación social cada vez mayor, según la cual los miembros de la clase baja casi no tienen posibilidades de ascender ni siquiera a la clase media, y mucho menos de aspirar a la riqueza o a la alta sociedad. Entre todas las naciones desarrolladas, EE.UU. se ha convertido en el país en el que es más probable que el estatus económico y social se herede y que el esfuerzo individual o incluso el genio sean poco probables de lograr algo notable.
También hay que señalar que los pueblos de todas las naciones albergan esperanzas de progreso, de mejora de sus vidas, de aumento de la prosperidad, de liberación de la miseria y la necesidad, y los estadounidenses no son los únicos en este sentido. Y también hay que tener en cuenta que las oportunidades para ese progreso nunca se han limitado a los Estados Unidos, y de hecho los Estados Unidos nunca han sido únicos en este sentido. De hecho, muchas naciones tienen niveles de vida más altos y sociedades mucho más compasivas que las de Estados Unidos, y siempre ha sido tan fácil “triunfar” en Canadá, Alemania o Italia como en Estados Unidos. A pesar del excepcionalismo y el patrioterismo estadounidenses, el camino hacia el éxito o la cima nunca ha sido más fácil en Estados Unidos que en muchas otras naciones.
Y por último, de todas las naciones del mundo actual, es China la que ofrece más oportunidades de progreso y prosperidad creciente, y lo que es más importante, la que proporciona esta oferta a prácticamente toda la población de la nación. Si bien es cierto que en China, al igual que en todas las naciones, sólo las buenas conexiones y la buena crianza le conseguirán a uno una invitación a una cena en la embajada, también es cierto que en China, como en ninguna otra nación del mundo hoy en día, una proporción tan alta de la población puede albergar esperanzas para el futuro con una probabilidad tan alta de que se hagan realidad. Es China, y no Estados Unidos, la que ha creado un entorno con un potencial de progreso verdadero y casi universal para todos. Y aunque muchos estadounidenses se nieguen a creerlo, es la calidad de los líderes chinos, el hecho del sistema de gobierno de partido único de China y la versión única de capitalismo socialista de China lo que lo han hecho posible. Los mismos factores a los que los estadounidenses han atribuido el presunto éxito de su nación son en realidad los mismos elementos que están destruyendo su sueño americano. Los signos de ambas afirmaciones son obvios dondequiera que uno se preocupe por mirar, pero para cuando los estadounidenses despejen sus mentes de las nubes de la propaganda será demasiado tarde. No estoy tan preocupado por los estadounidenses, pero me preocupa enormemente que demasiados chinos tampoco despejen sus mentes de la propaganda y la falsa marca hasta que sea demasiado tarde.
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Los escritos del Sr. Romanoff se han traducido a 32 idiomas y sus artículos se han publicado en más de 150 sitios web de noticias y política en idiomas extranjeros en más de 30 países, así como en más de 100 plataformas en inglés. Larry Romanoff es consultor de gestión y empresario jubilado. Ha ocupado altos cargos ejecutivos en empresas de consultoría internacional y ha sido propietario de un negocio internacional de importación y exportación. Ha sido profesor visitante en la Universidad Fudan de Shanghai, presentando casos prácticos de asuntos internacionales a las clases del último año del EMBA. El Sr. Romanoff vive en Shanghai y actualmente está escribiendo una serie de diez libros relacionados generalmente con China y Occidente. Es uno de los autores que contribuyen a la nueva antología de Cynthia McKinney “When China Sneezes” (Cuando China estornuda), Cap. 2 “Tratar con Demonios”.
Puede verse su archivo completo en
http://www.bluemoonofshanghai.com/ + https://www.moonofshanghai.com/
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Copyright © Larry Romanoff, Blue Moon of Shanghai, Moon of Shanghai, 2022
Lo del “sueño americano” data al menos desde finales del siglo 19 a principios del siglo 20. El mito de Tomás Edison que alegadamente inventó muchas cosas fue el más prominente. Otros como Henry Ford, Rockefeller y Carnegie, también con sus supuestos ” comienzos humildes” como parte de la propaganda individualista del “sueño americano”.