Por Larry Romanoff, 13 de Octubre, 2019
Traducción: PEC
CHINESE ENGLISH PORTUGUESE SPANISH
La historia reciente de Hong Kong no comienza donde la mayoría de los occidentales imaginan. Comenzó con la Compañía Británica de las Indias Orientales de Rothschild, que existió desde principios de 1700 hasta casi 1900, cuando Rothschild concibió la idea de introducir opio en China. Los planes estaban bien hechos, con la aprobación de las altas esferas. Rothschild tenía la franquicia para cultivar el opio y David Sassoon recibió de la propia reina Victoria la franquicia exclusiva para distribuir la droga en China.
La razón por la que Hong Kong fue tomada por Inglaterra, por orden de la reina Victoria, fue que Sassoon necesitaba una base logística, de almacenamiento y distribución para sus operaciones de opio. Del mismo modo, la fundación del HSBC, un acontecimiento que requirió el permiso de la monarca, fue para el manejo y el blanqueo del dinero de la droga de Sassoon, una experiencia en la que el banco todavía se especializa hoy en día. La versión estándar nos dice que el HSBC fue fundado por el escocés Sir Thomas Sutherland, que quería un banco que operara con “sólidos principios bancarios escoceses”, pero eso es un Photoshop histórico. No sé quién era Sutherland, pero, si es que existió, desapareció rápidamente y su nombre no aparece en ninguna lista de directores, ejecutivos o funcionarios. El HSBC nunca fue un banco británico o escocés, y nunca fue y ciertamente no es ahora un “banco chino”. Siempre fue un banco judío y David Sassoon fue el presidente del consejo de administración desde su fundación. Tengo copias de los documentos originales.
Casi todo lo que existe hoy en Hong Kong tiene su origen en el tráfico de opio, de un modo u otro. Incluso el famoso Hotel Península es propiedad de la familia Kadoorie, una de las cinco famosas familias implicadas en el comercio de opio en China. Y así comenzó el “siglo de la humillación” de China y los orígenes del Hong Kong moderno. Ahora quiero desviarme por un momento para señalar un punto importante.
El primer gran intento de colonización de los americanos fue la invasión de Filipinas, tras la cual impusieron su idioma a esa nación e inmediatamente después les presentaron una selección cuidadosamente elegida de falsa historia, literatura y propaganda americanas. Dedicaron décadas e incontables millones de horas a determinar la mejor manera de hacer propaganda a toda una nación de personas para que olvidaran su propio pasado, veneraran su actual estatus colonial y aprendieran a adorar a los americanos. Los mismos americanos destruyeron y reescribieron todos los libros de historia nacional de Filipinas para borrar de la conciencia de esa nación sus héroes, tradiciones, culturas y esperanzas de liberarse del imperialismo americano. Intentaron colonizar las almas del pueblo filipino, y fracasaron, dejando hoy al país sin apenas cultura ni tradiciones, sin productos nacionales (que son una parte crucial de la cultura de una nación), y habiendo perdido todo el sentido de una civilización.
Resulta doloroso leer los comentarios americanos sobre Filipinas en la actualidad, en los que prácticamente se califica a esta nación como un Estado fallido, identificando la falta de progreso y la aparente ausencia de cohesión social, y culpando a la cultura de la nación de estos fallos. Seguramente debe ser obvio para la gente pensante de algún lugar que la cultura de una nación no puede ser sobrescrita sin dañar permanentemente la psique nacional de manera que quizás nunca pueda ser reparada. Como muestra de las profundas raíces y los sutiles valores arraigados en la cultura de una nación, es un axioma que los ingleses afirman que sólo empiezan a entender a sus esposas francesas después de 25 años de matrimonio. Intentar sobrescribir a la fuerza una cultura italiana con una alemana, o la china con la americana, dejaría una psique nacional en un lío social esquizofrénico que quizá nunca se arregle. La gente sobreviviría, pero nada sería natural o normal para ellos. En términos sencillos, no sabrían qué camino es el de arriba, y finalmente la sociedad dejaría de funcionar con normalidad. Y, sin embargo, esto es lo que los americanos hacen de forma tan deliberada y desmedida a otras naciones, impulsados por la codicia y por la infernal superioridad moral que alimenta su ansia de dominación. Aún peor, la verdadera tragedia es que los americanos no tienen cultura. Intentan sustituir por la fuerza el patrimonio cultural real de una nación real por un brebaje utópico ficticio que es totalmente falso, superficial e hipócrita, con supuestos “valores” que los propios americanos ignoran totalmente en la práctica. Los británicos hicieron lo mismo con la India, y por eso tenemos el lío esquizofrénico en ese país, los indios no saben ahora si son occidentales u orientales. Japón lo evitó porque seguía siendo japonés y no “americano”, como ocurrió con Corea y ocurre hoy con China.
De una reseña del libro de Ethan Watters, “Crazy like us: the globalisation of the American psyche” (Locos como nosotros: la globalización de la psique americana)
“La consecuencia más devastadora de la propagación de la cultura americana por todo el mundo no han sido nuestros arcos dorados o nuestros cráteres de bombas, sino nuestro arrasamiento de la propia psique humana… Al enseñar al resto del mundo a pensar como nosotros, hemos estado homogeneizando la forma en la que el mundo se vuelve loco”.
Y en su largo tomo Tragedia y esperanza, Carroll Quigley escribió:
“El impacto destructivo de la civilización occidental sobre tantas otras sociedades se basa tanto en su capacidad para desmoralizar su cultura ideológica y espiritual como en su capacidad para destruirlas en sentido material con armas de fuego. Los americanos son especialistas en hacer ambas cosas. Cuando una sociedad es destruida por el impacto de otra sociedad, la gente se queda en un despojo de elementos culturales derivados de su propia cultura destrozada así como de la cultura invasora. Estos elementos suelen proporcionar los instrumentos para satisfacer las necesidades materiales de estas personas, pero no pueden organizarse en una sociedad que funcione debido a la falta de una ideología y una cohesión espiritual. Estos pueblos perecen o se incorporan como individuos y pequeños grupos a alguna otra cultura, cuya ideología adoptan…”.
Quigley debería haber afirmado más claramente que, en este proceso, la propia sociedad se destruye sin posibilidad de resurrección.
Los británicos hicieron con los chinos de Hong Kong exactamente lo mismo que los americanos hicieron con los filipinos: intentaron colonizar las almas de la gente, y fracasaron. El principal factor subyacente a muchos de los problemas y síntomas actuales de Hong Kong, sobre todo los elementos sociales y políticos, fue este programa de genocidio cultural de un siglo de duración que dejó tras de sí una angustia emocional esquizofrénica, que el gobierno americano está aprovechando hoy en día. Los británicos siguieron el camino de los americanos, forzando primero el cambio de lengua nacional, y luego haciendo todo lo posible para obligar a la población de Hong Kong a olvidar su propio pasado, venerar su estatus colonial y aprender a adorar al Imperio Británico. Pocas personas, y ninguna joven, en Hong Kong conocen hoy esta parte de su historia, porque los británicos hicieron lo mismo que los americanos: quemaron todos los libros de historia y reescribieron la historia de Hong Kong en un intento de borrar su propio y sórdido pasado de la conciencia de la gente de Hong Kong.
Es desgarrador mirar a Hong Kong hoy en día, ver tanto la causa como los efectos, y el pavor existencialista que infecta a esa ciudad, la incertidumbre, la ansiedad y el miedo que se muestra en manifestaciones políticas pueriles, incitadas y financiadas por los americanos, el racismo e incluso el odio a los chinos del continente, el odio a su propio pueblo, a sí mismos, el desbordamiento esquizofrénico de un siglo de reprogramación psíquica, en su mayoría fallida. En aras de un beneficio político barato, Hong Kong en su conjunto está siendo aterrorizado por los americanos para que abandone su propia civilización e identidad nacional y adopte unos valores americanos reprobablemente falsos. Hoy, los hongkoneses no son conscientes ni comprenden lo que les está ocurriendo mientras se les empuja a tomar decisiones que al final les destrozarán emocionalmente, todo ello para dar a los americanos una plataforma desde la que puedan apuñalar a China desde abajo.
Ahora podemos avanzar hasta 1967, el año de la guerra civil de Hong Kong, aunque nadie quiere llamarla así, ya que la mayoría de las referencias la reducen a un “levantamiento” del que se culpa a la China continental. No fue tal cosa. El llamado levantamiento fue el resultado directo de la crueldad, la opresión y la salvaje destrucción cultural del pueblo chino. Fue la indignación contenida de un siglo de humillación y asalto cultural que estalló en una guerra de ocho meses que dejó a Hong Kong incontrolable y con tropas chinas concentradas en la frontera para evitar un desbordamiento hacia el continente. En la actualidad, la mayoría de los habitantes de Hong Kong creen que su guerra civil no fue más que un “disturbio” creado por “izquierdistas” de la China continental, una de las muchas mentiras que les han contado sobre su propia historia.
Antes de 1967, a ningún chino de Hong Kong se le permitía ir a la escuela, ya que la educación era para los extranjeros y los pocos de la élite. Es más, los chinos locales, prácticamente todos de clase baja, eran tratados realmente con desprecio. Hay muchos chinos ancianos en Hong Kong que pueden contar que se les acercaban niños blancos pequeños, les escupían y les llamaban “sucio perro amarillo”. Los chinos locales eran tratados con desprecio no sólo por los británicos y otros extranjeros, sino por los mismos chinos de la élite. Uno de ellos era Li Ka-Shing, hoy conocido como “Papá Li” y el hombre más rico de Hong Kong. Según informes documentados, en 1967 Li se dirigió a los trabajadores de su fábrica de flores de plástico para informarles de que sus salarios se reducirían en un 20%, sus horas se aumentarían en un 20%, y otras diversas maniobras opresivas. Según mis documentos, Li repitió la maniobra en otra fábrica de la que era propietario en aquella época, éstas en unas circunstancias en las que ya se esperaba que los trabajadores trabajaran de 12 a 14 horas diarias sin descanso. Estos hechos fueron la proverbial gota que colmó el vaso. Los trabajadores que se negaron a aceptar las nuevas reglas fueron despedidos, la policía arrestó a muchos trabajadores que se negaron a permitir que las mercancías salieran de las fábricas, estos acontecimientos estallaron en violentos disturbios que pronto envolvieron a toda la ciudad y dieron lugar a una guerra civil. No todo fue culpa de Li, ni mucho menos; sus acciones no fueron más que el detonante, pero no por ello dejó de ser parte de un enorme problema social en ebullición.
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Así, además de las fuerzas de desintegración cultural, la mayor parte de Hong Kong experimentó una severa opresión económica y laboral, produciendo un malestar económico y social que acabó por estallar en violentas manifestaciones políticas. Se quemaron fábricas, se bombardearon comisarías, se produjeron huelgas generalizadas de transporte y de otro tipo, manifestaciones callejeras y disturbios. Se incendiaron autobuses, se saquearon oficinas gubernamentales y se quemaron edificios. El gobierno colonial despidió a miles de empleados chinos locales por participar en las manifestaciones. La policía entró por la fuerza en una oficina sindical, deteniendo a muchos y matando a otros, lo que provocó más violencia en represalia. El gobierno y los medios de comunicación extranjeros lanzaron una campaña mediática masiva culpando a la China continental de los disturbios.
La guerra civil de 1967 se considera un punto de inflexión en la historia de Hong Kong, que obligó al gobierno colonial a introducir amplias reformas sociales, sobre todo en materia de educación y bienestar social; el Gobernador admitió finalmente que había “mucho que hacer en Hong Kong” y, más tarde, el Secretario Colonial británico reconoció que “nunca habría habido ninguna reforma” sin la guerra civil contra los extranjeros y la élite hongkonesa. La insurrección obligó a la administración colonial británica a ofrecer -por primera vez- la oportunidad de nueve años de educación escolar a los chinos locales, y modificó la ley laboral para reducir la jornada laboral máxima de mujeres y niños a (sólo) 57 horas semanales. Hay que señalar que las reformas no incluían elementos políticos; nunca hubo “democracia” para los chinos de Hong Kong, ni los británicos la contemplaron nunca.
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Hong Kong tiene hoy dos grandes problemas:
El primero, como muy bien señaló Martin Jacques en un artículo reciente, es que Hong Kong nunca ha tenido un gobierno eficiente o independiente, ni una estructura administrativa pensada para gestionar una gran ciudad moderna. Ha sido un gobierno colonial diseñado para cumplir y hacer cumplir las órdenes de Londres, y así sigue siendo hoy. Pero Londres se ha ido y los esfuerzos de China por mejorar la situación son condenados con saña por Occidente como una injerencia y una “eliminación de libertades”. Este gobierno colonial se encuentra en una situación de bloqueo, ya que el entorno político de Hong Kong fue creado específicamente para la oligarquía, creada por el dinero del opio o por el saqueo público, y lo hacen hoy con la protección de la llamada “oposición” en el gobierno, que rechaza todos los intentos de hacer de Hong Kong una ciudad más humana y más asequible para los residentes. De ahí que la ciudad sufra la mayor parte de sus problemas sociales.
Por ejemplo, cualquier intento de destinar terrenos vacíos a viviendas asequibles es aniquilado por esta oposición, que ha sido comprada por los escasos promotores inmobiliarios, lo que hace que la propiedad de una vivienda sea imposible para los jóvenes, ya que la más pequeña, de unos 20 metros cuadrados, cuesta un millón de dólares. Hong Kong es la única ciudad que conozco en la que decenas de miles de personas viven literalmente en jaulas para perros de dos metros cuadrados, apiladas a tres o cuatro alturas en almacenes, muchas de las cuales albergan a personas muy mayores o a madres con niños pequeños, y que, sin embargo, se ven obligadas a pagar hasta 200 dólares mensuales de alquiler por unas condiciones míseras sin aseos ni instalaciones para cocinar. Prácticamente toda la infraestructura y gran parte del paisaje comercial es propiedad de unas pocas familias, que se aprovechan para sangrar sin escrúpulos a los residentes. Los informes sobre el trato brutal y la esclavitud efectiva de las niñeras y amas de casa filipinas, son suficientes para hacer que los seres humanos normales se estremezcan. Andre Vltchek escribió en un artículo reciente que los índices de pobreza en Hong Kong son altos, y que la ciudad sufre de una corrupción y un capitalismo salvaje. Muy cierto en ambos aspectos. Escribió que el contraste entre Shanghái, Pekín y Hong Kong es impactante. También es cierto. La gente de Hong Kong, especialmente los jóvenes, siente que no tiene futuro, y tiene razón. Pero en lugar de mirar a su única fuente de salvación en el continente, se dirigen a la fuente de sus problemas, los americanos. Así que, para ellos, el “no futuro” está garantizado.
En Occidente, leemos en los medios de comunicación que Hong Kong tiene un estado de derecho que avergüenza a todos los de Asia, incluidos China, Japón y Singapur. Ojalá fuera cierto. Algunas protecciones civiles básicas pueden estar bien, pero el panorama es muy diferente con las corporaciones saqueando libremente a la población civil. Hong Kong es una ciudad corporativa del salvaje oeste con la forma más brutal de capitalismo, donde los barones ladrones siempre han gobernado y donde la mayoría de las fortunas que se han hecho eran, y siguen siendo, ilegítimas o inhumanas. He aquí algunos ejemplos de diferentes sectores empresariales de Hong Kong.
Un destacado promotor inmobiliario de Hong Kong construyó unos edificios de apartamentos de lujo que eran muy exagerados y sobrevalorados. Los posibles compradores se sintieron reconfortados por la evidencia de que gran parte del proyecto ya se había vendido a esos niveles y que los precios pronto serían aún más altos. Por desgracia, las ventas eran todas falsas. El promotor había “vendido” muchos de los pisos a amigos y conocidos con el entendimiento de que no tenían ninguna responsabilidad y que las compras se desharían cuando los inocentes compradores mordieran el anzuelo. Pero no hay problema, al menos para el promotor.
Uno de los ciudadanos más destacados de Hong Kong es propietario de una empresa de telefonía móvil, que atrajo a muchos nuevos clientes regalando un teléfono móvil “gratuito” a cualquier persona mayor de 16 años con documento de identidad de HK. Los gritos de queja fueron inmediatamente casi ensordecedores, los abonados recibían facturas enormes sin información sobre cómo se calculaban los cargos, y sin copia de un contrato para determinar las tarifas. Finalmente, el asunto acabó en los tribunales, y los numerosos demandantes confiaron en el famoso “estado de derecho” de Hong Kong para protegerse. Los tribunales ordenaron repetidamente a la empresa que proporcionara a cada cliente una copia del contrato para que pudiera conocer la base de los cargos y las tasas. Después de años de retraso y de ignorar repetidamente las órdenes de los tribunales, cada abonado recibió por fin un contrato, el documento encogido a un tamaño de letra tan pequeño que las 4 páginas estaban impresas en una cara de un trozo de papel A-4, y en papel gris con tinta rosa. Totalmente ilegible para hombre o máquina. En los tribunales, la empresa alegó que “sólo intentaba salvar a los árboles”. Por lo que sé, ese fue el final del asunto.
Las autoridades investigaron a Richard Li (hijo de Li Ka-Shing) en su intento de comprar PCCW, la principal compañía telefónica de Hong Kong. Un juez calificó su oferta de adquisición de “nada menos que deshonestidad”. Según la ley de Hong Kong, para estas ofertas es necesaria una mayoría de votantes, pero Li no tenía mayoría. Las noticias afirman que un alto miembro del grupo de compra de Li dio instrucciones a un directivo de Fortis Insurance Asia (una empresa controlada en su día por Li) para que distribuyera 500.000 acciones a 500 empleados de la empresa, que luego votaron a favor de la adquisición, inclinando la balanza para que la operación saliera adelante. Según los mismos informes, ni el Sr. Li, ni su empresa, ni PCCW, ni Fortis, ni ninguno de los ejecutivos de Fortis tenían conocimiento de nada de esto.
Nathan Road es quizá la más famosa y conocida de todas las zonas comerciales y turísticas de Hong Kong, pero la criminalidad de esta zona es legendaria desde hace décadas, con cientos de miles de turistas y visitantes estafados cada año. Estas verdades sobre Nathan Road están disponibles incluso en el propio sitio web de turismo del gobierno de Hong Kong, con historias que a veces son desgarradoras. Usted compra un ordenador caro o un teléfono móvil nuevo y el dependiente le pide que pague en efectivo para conservar su enorme “descuento”. A continuación, entra en el almacén para recoger su artículo, pero usted se alarma y pide ayuda cuando no vuelve al cabo de 20 minutos, sólo para que le digan que ningún miembro del personal se ajusta a la descripción que usted proporciona, y que la tienda no tiene ni idea de quién se llevó su dinero. Compras una cámara nueva y cara, llevas la caja a tu hotel y descubres que contiene una imitación barata que vale quizás un 10% del precio que pagaste. Por supuesto, vuelves a la tienda para quejarte, pero el dueño te dice que no puede hacer nada porque podrías haber hecho el cambio tú mismo y estás intentando engañarle. Pero no habría importado porque sólo la carcasa parece auténtica; el interior es una chatarra barata. Numerosas personas en Nathan Road se hacen pasar por sastres que ofrecen grandes descuentos en los legendarios trajes de alta calidad de Hong Kong. En una sala con telas caras y catálogos de fotos, seleccionas el traje de tus sueños, que debes pagar por adelantado, y que te entregarán en tu hotel antes de tu partida. Pero el traje que le entregan justo antes de que se apresure a llegar al aeropuerto será una pieza de poliéster de 100 dólares que no le queda bien y, si tiene tiempo de quejarse, su “sastre” no aparece por ningún lado. La policía de Hong Kong podría acabar con todo esto en un día, si quisiera. Pero no quieren.
Hoy en día, China es el chivo expiatorio favorito de todo el mundo para los productos copiados o falsos, pero estos comenzaron su vida en Hong Kong, no en la China continental, y aunque las fábricas puedan estar efectivamente en China, los propietarios están ahora y siempre han estado en Hong Kong, trasladando sus fábricas al otro lado de la frontera para tener un acceso más fácil a mano de obra más barata cuando Hong Kong volvió a China. Incluso hoy en día es posible comprar fácilmente todo tipo de productos occidentales falsos y copiados en las calles de Hong Kong, mientras que los medios de comunicación occidentales no tienen ni una palabra de crítica. La hipocresía es ensordecedora.
Cabe destacar que los extranjeros -al menos algunos extranjeros- pueden saquear a los ciudadanos de Hong Kong incluso con más rapiña que la oligarquía local. China, debido a su supervisión de su propio dinero y economía, sufrió poco con el colapso financiero americano de 2008. Por desgracia, a nuestro “libre, democrático y americano” Hong Kong no le fue tan bien. Un gran número de residentes de Hong Kong fueron estafados con los ahorros de toda su vida invertidos en bonos emitidos por Lehman Brothers, que fueron calificados como AAA+ por las agencias de calificación de los Estados Unidos, miles de millones de dólares americanos que inundaron Asia y, en particular, Hong Kong. La FED y el Departamento del Tesoro de EE.UU. eran plenamente conscientes de la insolvencia de Lehman, y los llamados “banqueros e inversores internacionales” se deshicieron de estos bonos mientras se elaboraban planes para permitir que Lehman se declarara en quiebra. No fue un accidente que los ciudadanos de Hong Kong sufrieran pérdidas tan masivas, el famoso “estado de derecho” no se veía por ningún lado. Los medios de comunicación occidentales ignoraron totalmente la historia. No hubo vídeos en la CNN de los ancianos protestando frente al edificio de la Bolsa de Hong Kong, ni artículos en el New York Times alabando a estos chinos que buscaban justicia.
El segundo gran problema es que (bajo el mismo control de la oligarquía) Hong Kong es una importante base de operaciones para, literalmente, innumerables miles de americanos y otros encargados de irritar a la China continental, desestabilizar el país y ensuciar su nombre en la escena mundial. Si los habitantes de Hong Kong tuvieran alguna idea del alcance de la intromisión, la influencia y el control -y la financiación- de Estados Unidos en sus procesos políticos; si tuvieran alguna idea de hasta qué punto son marionetas ciegas cuyos hilos políticos son movidos por el gobierno americano y por la CIA, probablemente se morirían de vergüenza. Es realmente lamentable que la mayoría de la gente de Hong Kong no reconozca los estímulos externos y extranjeros que hay detrás de las protestas callejeras, las vigilias con velas y mucho más, que se utilizan como entes de desestabilización dirigidas a la China continental.
En Hong Kong hay literalmente cientos de ONGs patrocinadas por Estados Unidos, además de medios de comunicación on-line, periódicos, departamentos universitarios y reporteros extranjeros, que apuñalan a China desde abajo, todo con el propósito de desestabilizarla y derrocar a su gobierno. Hay muchas docenas de organizaciones políticas y de propaganda orientadas a Occidente, con personal extranjero y hongkonés adoctrinado, que denigran constantemente a China e impulsan la agenda política e ideológica de los Estados Unidos. Para los que residimos en el continente, a veces parece que Hong Kong se ha transformado en un gran club americano de guerra para someter a China. La política de “reforma y apertura” de China ha legalizado la infiltración extranjera en todos los aspectos de la economía y la sociedad de HK, permitiendo que Hong Kong, ahora oficialmente bajo soberanía china, siga siendo una base extranjera antichina y un refugio seguro para promover el malestar en el continente. Sólo en el sitio web de la NED podemos documentar decenas de millones de dólares gastados cada año en Hong Kong para estos fines. La NED también gasta millones de dólares en intentos de refundir sus propias ambiciones políticas imperiales como “protección” de los derechos humanos de los residentes de HK y un deseo benévolo de lo que denomina “representación democrática”. También utiliza Hong Kong como base para una enorme cantidad de campañas políticas destinadas a atraer la atención local de HK e internacional sobre los cambios políticos que espera realizar en Hong Kong, disfrazándolos y presentándolos como cuestiones de derechos humanos.
Los EE.UU. intentan tomar la iniciativa en todo el debate público en Hong Kong, dictando de antemano los términos y condiciones en los que se desarrollará dicho debate. La NED lleva a cabo los denominados “estudios de opinión pública” e inicia “debates públicos” organizados sobre el sistema político de Hong Kong, centrados en los modelos de reforma constitucional dictados por los EE.UU., con el fin de propagarlos entre la población de Hong Kong y tratar de forzar un consenso en el sentido de que éstos son los únicos modelos aceptables para los residentes de Hong Kong. La NED publica documentos de debate y otras informaciones, presentando este contenido seleccionado por los EE.UU. como el único modelo pertinente para Hong Kong, dejando así de lado los deseos y objetivos del gobierno central de China. Otras ramas y agencias del gobierno americano ya están gastando muchos millones de dólares en la propaganda a los residentes de Hong Kong, la creación de ONGs, la organización de grupos de protesta y otros mecanismos para crear perturbaciones potencialmente graves en Hong Kong con el fin de forzar cambios políticos que beneficien a los intereses de la política exterior americana.
El alcance de las injerencias es inimaginable para un occidental medio. George Soros financia el llamado Proyecto de Medios de Comunicación de China, dirigido por David Bandurski en la Universidad de Hong Kong, cuya tarea es destruir la China continental. Fue Bandurski quien inventó las historias del “ejército de 50 centavos” de China, afirmando que el gobierno chino había contratado a 280.000 personas a las que se les pagaba 0,50 dólares por cada publicación favorable sobre China en Internet. El juego tuvo éxito durante años hasta que alguien publicó capturas de pantalla del gobierno de Israel ofreciendo, real y literalmente, a todos los estudiantes universitarios judíos 0,50 dólares por cada post que hiciera a favor de Israel. En ese momento, las falsas afirmaciones de Bandurski desaparecieron de la noche a la mañana. Como otro ejemplo, el gobierno de Estados Unidos ha patrocinado varias “oficinas de conferenciantes” con una naturaleza imaginativamente sediciosa, y dotadas de antiguo personal diplomático americano y de la Casa Blanca. El plan consiste en reclutar a funcionarios y empresarios chinos de nivel medio para que se beneficien de las invitaciones como oradores en multitud de eventos. Dada su falta de experiencia, los gestores de la oficina no sólo proporcionan los temas apropiados, sino también un práctico esquema de los discursos, repleto de demandas no demasiado veladas para la eliminación del sistema de gobierno de China, para la abolición de las empresas estatales de China, para la liquidación de la infraestructura de China a los banqueros europeos, y mucho más. Si tiene éxito, Estados Unidos tendrá a miles de chinos involuntarios viajando por su país mientras les venden a sus propios compatriotas el camino americano a la destrucción.
Estos planes no sólo implican propaganda, sino también violencia. Hemos visto mucho de eso en Hong Kong en los últimos meses, pero hubo más cosas que no hemos visto. Los medios de comunicación occidentales no informaron de ello, pero durante las manifestaciones de “Occupy Central” de hace varios años, la policía de Hong Kong descubrió alijos de material para fabricar bombas que incluían materiales muy explosivos y máscaras con la imagen de Guy Fawkes, que estuvo detrás de un complot fallido para volar el Parlamento británico. En el mismo lugar, la policía encontró también mapas de los barrios de Wan Chai y Admiralty, lugares donde se encuentran las sedes de la legislatura y el gobierno de la ciudad y también la base del ejército de China continental. Los funcionarios concluyeron entonces que la CIA había creado un pequeño núcleo de fanáticos y les había suministrado materiales e instrucciones para cometer graves actos de violencia.
El deseo de China, durante varios años, de incluir lo que Occidente calificó de “propaganda comunista” en las escuelas de Hong Kong, fue más bien un intento de introducir la verdad de la historia de Hong Kong a la población de este país, las manifestaciones resultantes contra este esfuerzo han sido claramente dirigidas desde el exterior, y por razones obvias. Las protestas de 2019 se desencadenaron inicialmente por la solicitud de China continental de un proyecto de ley de extradición con Hong Kong, una solicitud apenas inusual, ya que todas las naciones tienen acuerdos de extradición entre estados y provincias. La razón es que si alguien comete un delito en Nueva York y luego huye a Virginia, la policía de Nueva York no tiene autoridad en ese estado y no puede simplemente cruzar la frontera para buscarle y arrestarle, sino que debe confiar en las fuerzas de seguridad locales. De ahí los acuerdos de extradición. Además, China tiene varias buenas razones para querer esos acuerdos con Hong Kong y Taiwán. Por un lado, no son pocos los empresarios o funcionarios de la China continental que han malversado dinero o defraudado a los inversores y luego han huido a Hong Kong para vivir la buena vida sin temor a la repatriación. Es comprensible que China quiera que esos individuos sean devueltos a su país para ser juzgados. Un problema similar, y tal vez mayor, es que no pocos residentes de Hong Kong han viajado al continente, han cometido un número bastante grande de delitos imaginativos y no tan imaginativos, principalmente fraudes a gran escala, pero también espionaje y asesinato, y luego han huido de vuelta a Hong Kong, de nuevo fuera del alcance de la policía de la China continental.
Sin embargo, hay una tercera categoría que no se menciona en los medios de comunicación, que fue la causa probable de que Estados Unidos avivara tan ardientemente las llamas de esta última serie de disturbios. Los americanos tienen un enorme contingente en Hong Kong (unas 80.000 personas, pocas de las cuales son hombres de negocios), comenzando por el Consulado de EE.UU. pero extendiéndose mucho más allá con los medios de comunicación, la NED, y toda la sopa de letras de las ONGs con sede en los EE.UU., el Proyecto de Medios de Comunicación de Hong Kong de George Soros, y muchos más, en su mayoría, pero no todos, financiados por la CIA, en una misión permanente para apuñalar a la China continental desde sus entrañas en Hong Kong. Gran parte de lo que hace esta gente es ilegal, en contra de la ley de Hong Kong, de la ley de China continental y del derecho internacional, pero están protegidos en Hong Kong por la presión del gobierno americano, y sin un tratado de extradición no pueden ser enviados a China y ser llevados a juicio. Los americanos necesitaban, por su propio bien, acabar con ese proyecto de ley de extradición, y lo consiguieron. La enorme violencia que instigaron probablemente garantizará que ese proyecto de ley no vuelva a presentarse durante mucho tiempo, si es que se hace.
Diré que Hong Kong era una de mis ciudades favoritas hace 20 o 30 años. En aquella época me parecía una ciudad estupenda y llena de vida. Esos días ya no existen. He estado en Hong Kong 50 veces o más, la calidad de la experiencia se va degradando poco a poco hasta que ahora es sobre todo desagradable, y especialmente para los chinos continentales, que muy a menudo son insultados, maltratados, escupidos, y a veces agredidos, por los mismos jóvenes estudiantes de hoy que buscan “democracia y libertad” incendiando estaciones de metro.
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Los escritos del Sr. Romanoff se han traducido a 30 idiomas y sus artículos se han publicado en más de 150 sitios web de noticias y política en idiomas extranjeros en más de 30 países, así como en más de 100 plataformas en inglés. Larry Romanoff es consultor de gestión y empresario jubilado. Ha ocupado altos cargos ejecutivos en empresas de consultoría internacional y ha sido propietario de un negocio internacional de importación y exportación. Ha sido profesor visitante en la Universidad Fudan de Shanghai, presentando casos prácticos de asuntos internacionales a las clases del último año del EMBA. El Sr. Romanoff vive en Shanghai y actualmente está escribiendo una serie de diez libros relacionados generalmente con China y Occidente. Es uno de los autores que contribuyen a la nueva antología de Cynthia McKinney “When China Sneezes” (Cuando China estornuda), Cap. 2 “Tratar con Demonios”.
Puede verse su archivo completo en
https://www.moonofshanghai.com/ and http://www.bluemoonofshanghai.com/
Puede contactarse con él en: 2186604556@qq.com
Copyright © Larry Romanoff, Moon of Shanghai, Blue Moon of Shanghai, 2021
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