Las élites del gobierno y la corporatocracia americana inventaron, y durante 200 años promulgaron, el concepto de “destino manifiesto”, una propuesta teológica que “fusionaba el engaño religioso con la hipocresía y el racismo sin límites” en una teoría popular según la cual Dios encomendaba a los americanos gobernar el mundo. Reinhold Niebuhr escribió que lo que prometía un dolor sin fin era la arrogante convicción de los americanos de que “la Providencia ha convocado a Estados Unidos para que sea el tutor de toda la humanidad en su peregrinaje hacia la perfección”. (1) Estas ideas de Excepcionalismo Americano y Destino Manifiesto se apoyan en la piedra angular de una cultura política omnipresente infundida con el concepto religioso de una especie de pacto con Dios. “El envoltorio de las guerras de agresión, el genocidio y el imperialismo, con el camuflaje de la libertad con un giro dirigido por Dios, son viejos trucos de propaganda que se han utilizado para engañar a las masas americanas a lo largo de la historia del país hasta el momento actual”. (2) Hasta el día de hoy, la mayoría de los americanos creen fervientemente que todas las guerras injustificadas y criminales de su nación se llevaron a cabo para “hacer el mundo seguro para la democracia”.
Los políticos americanos y sus aliados en el ejército, en Hollywood, en la industria editorial, en los negocios y en la banca, crearon deliberadamente y luego explotaron la lealtad nacionalista de un público crédulo y desinformado para moldear las percepciones y los valores a gran escala. Los americanos han sido programados con una política basada en la religión durante generaciones, enseñándoles a ver el mundo como blanco y negro, bueno y malo, a creer que sólo las virtudes y los valores americanos eran buenos para la humanidad y que siempre triunfarían. Sus mitos históricos fabricados les enseñaron que ellos, sus líderes y su nación eran morales, justos y rectos, benefactores desinteresados del mundo, que luchaban contra el mal dondequiera que se encontrara. Todo estaba distorsionado, basado no sólo en la desinformación sino en el engaño. La imagen de Estados Unidos de sí mismo, y su imagen de las naciones y los pueblos del mundo, fueron trágica y superficialmente tergiversadas para crear la narrativa de la superioridad moral americana.
La mayoría de las fiestas americanas que no son obviamente religiosas, como la Navidad, están impregnadas de matices políticos y religiosos, y muchas de ellas refuerzan los mitos históricos de la fundación o el desarrollo de su nación. Se despiertan sus falsos recuerdos históricos, así como sus emociones patrióticas y sus convicciones espirituales, creando una especie de adhesivo que crea un falso sentido de identidad social. Todo el concepto de nacionalidad americana se basa en esta religión política pervertida, creando una identidad nacional extremadamente ideológica que se refuerza casi a diario para evitar su colapso.
Pero es lo único que tienen. Ser americano no es estar ligado a una raza o a una lengua común, ni a la historia, ni a la cultura o la tradición. En todo esto, los americanos están vacíos, desprovistos de cultura y de civilización, carecen de tradiciones, de creencias o de historias comunes. Los americanos sólo tienen su religión política subestándar para unirse, y no hay nada más para ellos, ninguna comunidad o pertenencia más allá de ser un miembro de este “equipo”, siendo su ideología política el único adhesivo. Toda su existencia americana se basa en esta falsa narrativa ideológica, todo el régimen se basa en estos mitos y fábulas político-religiosas moralistas. Si exponemos y destruimos los mitos, obligando a los americanos a enfrentarse a las verdades desnudas de su nación, toda la narrativa se derrumba, y si la narrativa se derrumba, el régimen no puede mantenerse.
Alguien escribió acertadamente que el patriotismo americano puede entenderse mejor como el mayor caso de histeria colectiva de la historia. Pero, de nuevo, es todo lo que tienen. No hay nada más. Es lo único que ancla la vida de los individuos. Toda su sociedad, su identidad, el núcleo mismo de la psique americana, se basan en esta orgía histérica de una religión política que lo incluye todo. Como no tienen nada más de sustancia como pueblo o nación, este macartismo moderno es lo único que impide el colapso de la identidad americana. Como alguien señaló, si Francia se disuelve, los franceses siguen siendo franceses. Si Estados Unidos se disuelve, los americanos no son nada.
Por todo esto y por mucho más, Estados Unidos es un país extremadamente ideológico, con el nacionalismo americano formando un poderoso patrioterismo fabricado que descansa sobre los pilares gemelos de un sistema político multipartidista disfuncional y tergiversado, y en un capitalismo brutal e interesado, todo ello envuelto en el sudario de un cristianismo peligrosamente primitivo y sacrílego.
Los americanos tampoco pueden entender o comprender los conceptos de civilización de otras sociedades. Para ellos, las referencias de una nación a la cultura o a la civilización son sólo excusas baratas para evitar lo inevitable, que es convertirse en clones americanos, adoptando los llamados valores e instituciones americanos. Los americanos no saben nada de otras naciones o culturas, aparte de su presunta gran inferioridad. Pocos americanos tienen capacidad o inclinación para aprender otro idioma, y aún menos saben algo de la historia o la cultura de otras civilizaciones milenarias más antiguas que la suya. Entienden el consumismo y se enorgullecen de sus derechos, utilizando la beligerancia y el darwinismo social (el sueño americano) como sustituto de la civilización, la cultura y la humanidad.
Desde su nacimiento, los americanos han estado tan abrumados por la propaganda, tan impregnados de su superioridad natural y de su excepcionalismo otorgado por Dios, que sencillamente no pueden soportar que ningún pueblo sea diferente a ellos, y su cristianismo primitivo y violento les dicta que conviertan o maten a cualquiera que sea diferente. Estas actitudes profundamente arraigadas afectan a todo el espectro de la experiencia humana, y se manifiestan en el patrioterismo sin sentido en el que toda actitud o creencia americana, por vacía que sea, se convierte automáticamente en un valor universal y un derecho humano. Una conocida americana afirmó una vez que el derecho de su mascota a la comida para perros era un “derecho humano” y, por tanto, estaba incluido en la definición de democracia.
Los americanos no sólo universalizan casi todo, sino que, debido a la infusión del cristianismo en sus creencias políticas, lo moralizan todo, lo que se traduce en “tu manera no sólo es diferente, sino que está mal”, es decir, moralmente mal. Y esta actitud, que les permite tomar el terreno moral más alto en cada cuestión discutible, se obtiene de su herencia cristiana de derechas: la creencia de que todo lo que hacen es “correcto” porque Dios está de su lado. Por lo tanto, adoptan una posición inexpugnable (en su mente) de que todo lo que hacen, por brutal, repulsivo, inhumano o deshonesto que sea, está justificado por su inherente rectitud moral derivada de la aprobación de Dios. Dada la beligerancia natural de los americanos, estas actitudes se manifiestan en un alarmante afán por utilizar la violencia para imponerle sus valores, sus instituciones y su voluntad a todas las demás naciones.
Esta es en parte la razón por la que los americanos se entrometen tanto, y la razón de su patológica atención a otras formas de gobierno. Por eso, un editorial de un periódico declaró recientemente sobre Siria: “Aunque fuera ilegal que nos entrometiéramos, seguiría siendo correcto”. Así que deberíamos derrocar a un gobierno legítimo simplemente porque no mantiene nuestros valores americanos, los valores de Dios, y podemos ignorar las leyes del hombre porque respondemos a una autoridad superior. La muerte y la miseria infligidas son irrelevantes en este contexto. El pueblo americano ve la intromisión en los asuntos de otras naciones porque “es lo correcto”, y es lo correcto porque es la voluntad de Dios.
El pueblo americano es ingenuo, crédulo y simplón, al menos en los asuntos exteriores de su país. Su gobierno siempre miente, y ellos siempre se creen las mentiras. Los cientos de intervenciones en el extranjero, las guerras, los golpes de estado, las invasiones, siempre se han presentado como misiones para rescatar a las personas menos afortunadas, y los americanos siempre aplauden, aparentemente ajenos a la carnicería y a la miseria que infligen. El presidente americano McKinley dijo que iba a la guerra de Cuba para detener “la opresión a nuestras puertas”, y le aplaudieron. El presidente Taft dijo que estaba derrocando al gobierno de Nicaragua para promover el “verdadero patriotismo”, y ellos lo aclamaron. George Bush destruyó y esclavizó a Irak para “encontrar armas de destrucción masiva”, y lo aclamaron. Obama destruyó Libia para “liberarla”, y lo aclamaron.
Una respuesta pública idéntica se obtiene con los asesinatos patrocinados por el Estado americano. En el pasado se trataban de operaciones secretas y encubiertas, pero hoy se llevan a cabo abiertamente y se convierten en actos de relaciones públicas. La legislación americana se ha reformulado para permitirle al presidente de los Estados Unidos ordenar el asesinato de personas de cualquier país sin aportarle ninguna prueba a nadie, y hacerlo sin cargos ni juicio. Al igual que con la tortura, la maquinaria propagandística ha redefinido la “democracia, la libertad y los derechos humanos” para incluir estos asesinatos como parte de la religión político-cristiana americana, certificada por el fiscal general de los Estados Unidos, Eric Holder, al afirmar rotundamente que estos asesinatos del gobierno “no se apartan de nuestras leyes y valores americanos.”
Esta propaganda es eficaz. La misma ingenuidad crédula de generaciones de intensa programación ha creado un amplio apoyo público a estos asesinatos. Bush hizo ejecutar a Saddam Hussein en un ahorcamiento público, y los americanos lo aclamaron en las calles. Moammar Khadaffi fue capturado, sodomizado con un enorme cuchillo, y luego le dispararon en la cabeza, y aplaudieron en las calles. Obama fingió el asesinato de Osama bin Laden, y lo aclamaron en las calles. Los americanos fabrican su historia creando mitos populares y convirtiendo incluso un asesinato criminal en una ocasión de celebración por estar en el equipo ganador. Sólo en los Estados Unidos cientos de miles de personas celebran en las calles la noticia de que su líder acaba de matar a alguien que no le gustaba de otro país.
En esto, como en prácticamente todos los demás aspectos de los asuntos exteriores, es necesario no olvidar nunca que la democracia es una moneda con una sola cara. Recordarán la situación en Irak, donde Estados Unidos le tendió una trampa deliberadamente a Saddam Hussein en el asunto de la invasión de Kuwait, y luego le traicionó. Tras la “liberación” de Kuwait, Estados Unidos propagó la acusación de que Saddam acordado con George Bush que le traicionara. No se presentaron pruebas, pero si la acusación fuera cierta, no sería una sorpresa. En respuesta, Estados Unidos bombardeó Irak porque, según el presidente Clinton, el bombardeo “era esencial para … afirmar la expectativa de un comportamiento civilizado entre las naciones”. El bombardeo de civiles inocentes aparentemente se ajusta a la definición de “comportamiento civilizado”. Yo puedo matarte, pero tú no puedes matarme a mí. Me encanta la democracia.
Volvamos a Libia por un momento. Vimos el esbozo de las verdaderas razones por las que el gobierno de los EE.UU. destruyó esa nación e hizo matar a su líder: fue por el beneficio comercial, militar, político y financiero, pero en las profundidades superficiales de la crédula mente americana, su gobierno derrocó a un brutal dictador y liberó a su pueblo por razones humanitarias. Escuchen a Hillary Clinton: “Estoy orgullosa de estar aquí en el suelo de una Libia libre. Estados Unidos se enorgullece de haber estado a vuestro lado en vuestra lucha por la libertad y seguiremos estando a vuestro lado mientras continuáis este viaje. Este es el momento de Libia. Esta es la victoria de Libia y el futuro os pertenece”. El presidente Obama, el gran cristiano americano y ganador del Premio Nobel de la Paz, fue igualmente encantador, declarando que la muerte de Khadaffi era “un día trascendental” y diciendo sin aliento a las ovejas americanas que gracias a la destrucción total de Libia “se han salvado innumerables vidas”. Mentiras de esta magnitud deberían ser castigadas con la horca.
Y aquí radica parte de la tragedia de los Estados Unidos, y la razón por la que el país acabará implosionando: la enorme desconexión entre la ideología propagada al pueblo y la brutal realidad de la delgada capa de élites que dirige su gobierno y su ejército, sus corporaciones, bancos y medios de comunicación. No hay ninguna otra nación cuya población tenga una brecha tan grande entre el mito y la realidad, entre lo que el pueblo cree que ha hecho su gobierno y lo que realmente ha hecho. Cuando el pueblo junte algún día las piezas, Estados Unidos tendrá otra revolución; no creo que nada pueda impedirlo. No en vano George Bush padre dijo: “Si el pueblo supiera lo que estamos haciendo, nos colgaría en las calles”. Tal vez un día, pronto, lo hagan.
• Bernays y la Propaganda
EPÍLOGO – Capitán América – El hombre con dos cerebros – 21 de marzo de 2021
Parte 5 de 5 — La Propaganda Sigue Sin Cesar – March 11, 2021
Parte 4 de 5 — La Transición a la Educación y el Comercio – March 01, 2021
Parte 3 de 5 –El Control de la Democracia – February 21, 2021
Parte 2 de 5 — El Marketing de la Guerra – February 15, 2021
Parte 1 de 5 — February 06, 2021
Introdución — Si América se disuelve… January 31, 2021Los escritos del Sr. Romanoff se han traducido a 30 idiomas y sus artículos se han publicado en más de 150 sitios web de noticias y política en más de 30 países, así como en más de 100 plataformas en inglés. Larry Romanoff es consultor de gestión y empresario jubilado. Ha ocupado cargos ejecutivos de alto nivel en empresas de consultoría internacionales y ha sido propietario de un negocio de importación y exportación internacional. Ha sido profesor visitante en la Universidad Fudan de Shanghai, presentando estudios de casos en asuntos internacionales a las clases superiores del EMBA. El Sr. Romanoff vive en Shanghai y actualmente está escribiendo una serie de diez libros relacionados generalmente con China y Occidente. Es uno de los autores que contribuyen a la nueva antología de Cynthia McKinney (Cuando China Estornuda — Capítulo 2 — Tratar con Demonios )” “. Su archivo completo puede verse en https://www.moonofshanghai.com/ y http:// www.bluemoonofshanghai.com/.
Puede ser contactado en: 2186604556@qq.com
Notas
(1) https://williamblum.org/aer/read/100
(2) He perdido la fuente de esta cita.
Este artículo apareció por primera vez en el Saker Blog
Copyright © Larry Romanoff, Moon of Shanghai, Blue Moon of Shanghai, 2021
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